APROXIMACIÓN A LA IDEA DE MAPAMUNDI

Fecha: 18 agosto, 2024 por: dariomartinez

Organizaremos nuestra reflexión en torno a un mapa concreto, relacionado con las columnas de navíos ingleses dirigidas por Nelson y Collingwood contra la armada hispano-francesa comandada por Gravina y Villenueve. Octubre de 1805. Estamos tratando de un mapa sobre la batalla de Trafalgar. Desde un punto de vista extensional y denotativo está sobre un papel, sus grafos y dibujos no representan cuerpos (navíos) como volúmenes sino como superficies. Su dintorno está delimitado por una región del mar próxima a las costas españolas de la provincia de Cádiz y de la ciudad que da nombre a la batalla (se hace ver con un mapa a diferente escala situado en la parte izquierda del conjunto). Se identifican con sus nombres cada una de los buques de las diferentes armadas, se colorean sus respectivas naciones: roja (inglesa), amarilla (española), azul (francesa). Se introducen los puntos cardinales, se fija el norte, a la izquierda y en la parte superior de la imagen. Su dintorno será el espacio en el que se desarrolló la batalla y ajustado a un tiempo. Un pasado perfecto que es recuperado desde el presente y es recuperado por la Historia, pero también lo es por la literatura; los Episodios Nacionales de Galdós cuentan con un libro sobre la batalla decisiva y que determina el fin de un imperio y el nacimiento de otro, en suma el control militar y económico de los mares por parte de Inglaterra. Es, pues, una representación esquemática del inicio de un contienda bélica que alterará el curso de la historia en su  dialéctica de imperios.

Figura 1. Mapa de las columnas inglesas frente a la irregular línea hispano-francesa

Estamos hablando de un mapa particular, de un proceso desarrollado en la historia que ha dejado su impronta en nuestro presente, que nos ayuda a entender las anomalías de nuestra realidad infecta, de nuestra actualidad en marcha a partir de las reliquias y de los relatos que como fenómenos están hoy funcionando en nuestro día a día.

Es un mapa delimitado por la esfericidad de la Tierra que incluye la dirección del viento, favorable a la armada inglesa. No es un mapamundi, no representa ni es su intención la totalidad del mundo. No es un mapa metafísico, no suponemos un demiurgo creador, externo, fuera de la realidad, que desde la concavidad de la totalidad de la realidad pueda representar y a la vez estar fuera de lo representado sobre el papel en forma de dibujo y grafos. No hay demiurgos divinos, no hay sujetos trascendentales no inmersos en la convexidad de la realidad. No es un mapa de la realidad, es un mapa que representa una realidad concreta:

«La involucración entre la idea de mapamundi y la idea de ego trascendental nos permite, ante todo «replegar» la idea de ego trascendental al «reino» de las representaciones cartográficas. Es decir: no entenderemos el ego trascendental como una entidad que brotase del interior del Mundo hasta llegar a recubrirlo, algo así como una «conciencia del Mundo». El Mundo, desde el materialismo filosófico, desconoce por completo el Ego Trascendental, de la misma manera a como la esfera o globo terrestre «desconoce» a los mapas terrestres o a las esferas terrestres que, en cuanto tales, se encierran en su superficie» (1).

Es un mapa antrópico de carácter aliorelativo, que nos dice algo de una realidad externa, un algo delimitado por el espacio y por el tiempo, y que representa unos objetos organizados y en movimiento; un acontecimiento como proceso organizado con un fin: la victoria sobre el enemigo. Relaciones biunívocas, alotéticas de correspondencia entre el significante y el significado:

«En efecto, el mapa quedaría desvirtuado como tal si se cortasen las conexiones pragmáticas entre el sujeto operatorio que utiliza los grafos y el campo de su aplicación […] El mapa es institución pragmática que participa tanto de las figuras autológicas como de las dialógicas (por la sustitubilidad de unos sujetos por otros), e incluso, desde luego, de las figuras normativas. Una carta de navegación sólo funciona como tal cuando actúa como norma-guía de las operaciones del piloto al tomar un rumbo en lugar de otro, o incluso cuando actúa como norma negativa en ek momento de rectificar un rumbo señalado en el mapa» (2).

Y es este conjunto de objetos a los que denominamos codominio: los navíos distribuidos para el inicio de la batalla. El mapa aquí recogido es un conónimo del mapa geográfico terrestre, es una idea análoga de mapa, un mapa que mantiene relaciones de atribución, sinalógicas, con los mapas originarios que marcaban las rutas de navegación guiados por las estrellas fijas de la cúpula celeste (eran sus autopistas, eran las vías que era necesario conocer para establecer relaciones comerciales recurrentes entre las diferentes ciudades-estado griegas y asegurar vía abastecimiento su eutaxia), un mapa por tanto que cuenta como primer analogado al mapa terrestre que permite ordenar, clasificar, entender una parcela de la realidad, un mapa geográfico que habrá de ser visto como artefacto tecnológico y científico, que daba cuenta de la realidad y se comprometía con la verdad, de ahí que el mapa, y en este caso en concreto también, deba entenderse como una institución (3) pragmática que se supone sirvió a los almirantes ingleses como norma-guía, como plan de acción prudente capaz de lograr los fines planeados. Esto no es ajeno a su posibilidad de manipulación, alteración derivada del resultado, resultado ruinoso para los intereses hispano-franceses que se fraguó en una errónea disposición inicial de los navíos, más allá de sus recursos, y de la profesionalidad y el compromiso de sus combatientes. Si bien, y es importante señalarlo, algunas de estas deformaciones son por necesidad, así los navíos que participaron en la batalla se homologan al abstraerse por ejemplo el tamaño de su eslora, sus diferentes modelos, su número de cañones, estado y calidad de la pólvora, etc. Se sacrifica la precisión en unos aspectos y se altera en otros con el propósito de que el mapa sea interpretado y resulte en su praxis más eficaz (3).

El contenido del mapa exige el conocimiento por parte de los receptores, no sólo de sus demiurgos, de las reglas, de las escalas, de los iconos empleados, que permitan analizar el terreno seleccionado, el lugar del encuentro entre ambas armadas, y el momento con su desarrollo posible, un análisis del campo no meramente subjetivo, no queremos caer en idealismo, sino objetual, de domino sobre el enemigo y por tanto pragmático (4). Lo interesante aquí es que el mapa podría permitir a cualquier sujeto con los conocimientos militares adecuados realizar operaciones conducentes a la victoria análogas, unos sujetos se podrían ser sustituidos por otros y el resultado se orientaría hacia la victoria, o lo que es lo mismo, evitaría las operaciones erróneas que condujeran al desastre. Luego desde un punto de vista intensional o connotativo, como ya venimos sugiriendo desde más arriba, el mapa ha de ser efectivo. Y esta efectividad ha de ocultar la verdad a los enemigos introduciendo información previa errónea, trampas, engaños, que estarían fuera de lo aquí representado pero que hemos de recuperar como fantasmas de la historia que permitan conectar nuestro presente con el pasado perfecto. Su utilidad vendría marcada por las operaciones previas, fruto de las anamnesis derivadas de otras batallas navales, y de las prolepsis diseñadas por sus demiurgos, dando como resultado un mapa que a la vista del resultado confirmaría la prudencia del plan de los almirantes ingleses. De otro modo, la verdad está en su resultado victorioso. Y de este resultado se nutre nuestro presente, y el historiador como el novelista podrán tener una perspectiva más real, potente, porque podrán dar cuenta de las operaciones de los sujetos con resultado victorioso en su enfrentamiento, en este caso a muerte, con las operaciones de otros sujetos menos potentes y que son recuperadas desde el presente, dado que los protagonistas del pasado ya no pueden influir en nuestra realidad, en nuestra actualidad presente.  La verdad de un mapa no metafísico es pragmática: «[E]s decir, esta función alotética está en el mapa si el sujeto operatorio realiza esta corroboración, solo en su uso se puede comprobar la efectividad o la verdad del mapa. Por tanto, la isomorfía, la corroboración o adaptación entre grafos y campo, entre domino y condómino, es recíproca» (4). Esto no quiere decir que en todos los demás se dé tal eficiencia pragmática, no todo mapa es isomorfo. Los mapasmundi pretenden ser de la totalidad de la realidad, y por su pretensión no reconocida autológicamente o dialógicamente, se convierten en metafísicos, en mitos oscuros, tenebrosos, que de no entender de forma crítica y dialéctica sus limitaciones no podrán ser tratados como mitos claroscuros y menos luminosos, no pudiendo de este modo enjuiciar y valorar para triturar sus contenidos dramatizados y erróneos, contenidos que pueden ser incluso prácticos si se entienden como vehiculizadores de ideas que se dirigen más al corazón, a los sentimientos, que al entendimiento o a la verdad de naturaleza necesaria, objetiva y universal (α-operatorias), mitos que con todo lograrán cohesionar a un grupo, tribu, horda, estado, clase social o imperio (v. g. Hollywood como industria del cine que construye el mito estadounidense: destino manifiesto, libertad individual, frontera móvil, caso paradigmático y por el momento hoy dominador).  Empero, mitos oscuros que han de despojarse de su contenido dogmático y ser así domatizados para crítica y dialécticamente desenmascarar sus contenidos más irracionales e infantiles (5).

Para finalizar, y en el contexto de la idea de mapa en sentido intensional y connotativo. Ha sido tratado el tema desde las coordenadas del materialismo filosófico, su impronta no es disimulada, es reconocida y representada. El significado del mapa se puede entender desde el mapa político del sistema de Bueno. Un mapa no formal, no mutilado y reconocido en su capa conjuntiva como únicos poderes del estado. Además de esta dimensión que formaría parte del núcleo del poder político, hemos de reconocer la importancia decisiva del resultado de la batalla y ello exige entender que el estado cuenta con una capa cortical, cuya fuerza diplomática y federativa fue superada por la fuerza de las armas, por la guerra entre estados dominada por las tecnologías y en esencia por su duración. Guerra entre estados por la hegemonía del mundo conocido, hegemonía global, imperial que para ser realidad necesita de un proceso productivo recurrente que abastezca a los estados-nación,  a sus metrópolis, que necesita por lo tanto de un sistema productivo que dure en el tiempo y garantice la cadena de producción, distribución y venta de las mercancías. Un circuito que ha de ser receptivo a las demandas de los ciudadanos, de abajo-arriba, ascendente (armadura basal), y que como poder nuclear, como ejecutivo ha de procurar hacer un ejercicio político que llegue a los ciudadanos, descendente (armadura reticular) y evite hambrunas, enfermedades, huelgas, fraudes, actos de desacato, revoluciones, guerras internas, en definitiva que el arte de la política se dirija a la pervivencia, eutaxia, del estado  (8). Este mapa político es circular, recurrente, se puede disociar, pero no separar, es una dinámica continua de tensión, en su progressus de abajo-arriba, de arriba-abajo.

Notas

  • Bueno, Gustavo (2016). El Ego Trascendental, págs. 27-28. Pentalfa. Oviedo.
  • Bueno, Gustavo (2012). El mapa como institución de lo imposible. El Catoblepas, número 12, pág. 2. Enlace web: https://nodulo.org/ec/2012/n126p02.htm.
  • – (1978) Ensayo de una teoría antropológica de las instituciones. El Basilisco (Primera época), número 5, págs. 8-37.
  • TOMO III. Aproximación a la idea de Mapamundi, pág. 8.
  • cit, pág. 6.
  • cit, pág. 29.
  • cit. págs. 105-108.
  • cit. págs. 105-108.
  • cit. págs. 84-87.

Otra bibliografía

 

 

Del mito, de la idea de mapamundi como mito

Fecha: por: dariomartinez

1.- ¿Qué es un mito?

Pregunta de tradición socrática. Exige precisión y por tanto un discurso breve. En los diálogos nos decía Platón por boca de Sócrates que había momentos para el tratamiento del asunto que exigen concreción y otros más confusos que pueden sugerir un discurso más extenso.  Ahora es el momento para la concreción.

Por mito entendemos discurso que apoyado en reliquias y relatos, en contenidos fenoménicos, de ahí su fulcro de verdad y racionalidad ineludible, no brotan de la nada sino que son “una reorganización analógica a través de una institución”, construyen un nuevo relato que sirve de vehículo de ideas, que se dirige a los sentimientos, al corazón, que pretende atrapar a los potenciales receptores, y de esta forma trasladarle la ideología dominante; servirá como elemento cohesionador de naturaleza política, ideológica o educativa. Se puede perfectamente valer del arte, sólo ha de ser verosímil, no es una ciencia, pero puede agrupar en un proyecto común. No trabaja con conceptos, no exige ser demostrado, es inverificable, sí configurado para ser aceptad, perdurar y organizar un grupo, que con un discurso universal, quizá más que el de la Historia nos decía Aristóteles, pueda fraguar una cosmovisión que sirva a los intereses de un imperio, a la perpetuación de su Eutaxia. Luego cuenta con su lógica interna, obedece a principios que lo organizan de forma racional, se orienta a un fin, ha de ser pragmático, resultar eficaz al normativizar unos comportamientos y prohibir otros. No es argumentativo, no es discurso apodíctico, es emotivo, puede estar organizado, sistematizado por nexos personales, no por leyes impersonales, y pueden dividirse como tales mitos, y siguiendo la propuesta del materialismo filosófico de Bueno, en luminosos o esclarecedores, oscuros y finalmente claroscuros con tramos tanto luminosos como tenebrosos. .

Desafortunadamente, y este es un añadido que quizá vaya más allá de la cuestión, los mitos dominantes en España (que no es un mito frente al mito negro legendario mayoritario) son especialmente nocivos, y lo son porque lo que buscan no es la cohesión, la participación en conjunto, con sus discrepancias, de un proyecto compartido, sino que los mitos, racionalmente construidos, socaban a la nación española, la fragmentan a favor de intereses particulares que obedecen a ideales y proyectos políticos de terceras naciones o grupos de poder. Luego participar de dichos mitos oscuros, corrosivos, que debilitan e incluso trituran la unidad de todo un estado, hace de sus colaboradores jugar el papel de tontos útiles;  las consecuencias perversas de dicha aceptación no sólo disuelven la libertad de los sujetos pasivos, no agentes, sino que disuelven la potencia, la realidad, la capacidad del conjunto. Como nos dice Navarro Crego: «Sin embargo sí puede suceder, como en el caso de España, que eso que se llama “memoria histórica” tenga más de mala Poesía que de buena Historia» (2016, 184), es decir, y a propósito de lo ya sugerido más arriba, que tenga más de distáxica que de eutáxica, y lo peor: que se promueva desde los poderes nucleares del Estado.

2.- ¿En qué sentido podemos decir que la Idea de mapamundi es mítica?

No en un sentido de pura irracionalidad, como antesala de la racionalidad, fin del mito. Es mítica porque un mapa ha de presentar relaciones aliorelativas, no es reflexivo y no se puede autorepresentar, pero si nos quedamos aquí la idea de mapamundi sería un mito oscuro. Debemos reconocer sus límites y entender que es análogo, no unívoco, no representa la realidad, la totalidad del Universo, porque dicho contenido no puede estar previamente seleccionado, y no lo puede estar porque es inagotable, plural, infinito, cuenta con inconmensurabilidades, discontinuidades (symploké) y en esa realidad cambiante está inmerso el mismo sujeto operatorio, el ego trascendental (E),  no podemos instalarnos en la convexidad de lo real, estar fuera para seleccionarlo, fijar sus límites y representarlo (el famoso grabado del astrónomo Flammarion). El mapamundi “está definiendo el territorio al que nos dirige, porque se presenta como una definición de la omnitudo realitatis” (1). Y este criterio ontológico exige un compromiso filosófico con la verdad y es que la realidad M (ontología general, idea crítica negativa) no se agota en el mundo, en el mundus adspectabilis, en la ontología especial (Mi) en la que está inmerso el ego trascendental (E). Las acciones de los sujetos están en el mundo, el mundo es en este sentido antrópico. Siempre habrá franjas de la realidad sin conocer, y cada mapamundi será un mapa del mundo histórico, construido por un ego trascendental pero no como conciencia del mundo, sino como conciencia lógica que construye el mapa del Mundo (2). Para no caer en mitos oscuros hemos de ser críticos con otras propuestas sistemáticas y filosóficas, y es así que el materialismo filosófico ha de conocer y triturar otros sistemas construidos como conciencias del mundo, como totalizaciones idealistas que en el espíritu absoluto veían la realización final de la existencia de Dios. El intento de Hegel de reducir a la nada la ontología general, agotarla en el mundus adspectabilis, abrir la posibilidad a poder dar cuenta del conjunto de la realidad es un intento metafísico monista. Desde el materialismo filosófico hemos de domatizarlo para identificar sus contenidos no luminosos, incluso perversos. No se puede identificar M con Mi ya que en la misma concavidad de la realidad está su demiurgo. No podemos escapar de ella. El sujeto trascendental en función de los límites cambiantes e inagotables de M hace permanentes regressus a Mi y así organiza el mundo finito sin acudir a demiurgos divinos, construyendo un mundo antrópico.

En fin, vamos construyendo nuevos mapas, ampliando la realidad, como el sapo de la fábula que sale del pozo y entiende que la realidad de lo que es va más allá de su mundo cotidiano, alcanza, por el momento, los muros del convento.

Notas

      (1). FUNIBER, TOMO IV. Aproximación a la idea de mapamundi,  pág. 112.

(2) Op. cit. pág. 117.

Bibilografía

  • Bueno, Gustavo (2016). El Ego Trascendental. Introducción, pág. 15-29. Pentalfa. Oviedo.
  • Bueno, Gustavo (2012). El mapa como institución de lo imposible. El Catoblepas, número 12, pág. 2. Enlace web: https://nodulo.org/ec/2012/n126p02.htm.
  • (1978) Ensayo de una teoría antropológica de las instituciones. El Basilisco (Primera época), número 5, págs. 8-37.
  • TOMO III. Aproximación a la idea de Mapamundi.
  • García Sierra, Pelayo (2000). Diccionario filosófico. Prólogo, págs. 9-19. Pentalfa. Oviedo.
  • Navarro Crego, Miguel Ángel (2016). El Westerm y la Poética. A propósito del Renacido y otros ensayos. Pentalfa. Oviedo.

 

 

TEXTO FILOSÓFICO I

Fecha: 26 junio, 2023 por: dariomartinez

Ensayo sobre posible prueba para la EBAU de los alumnos asturianos. Parece poco plausible. Inútil por incomprensible. Inaccesible. Espero no atinar en el diagnóstico.

 “¿Está dividido el mundo en espíritu y materia? Y suponiendo que así sea, ¿qué es espíritu y qué es materia? ¿Está el espíritu sometido a la materia o está dotado de fuerzas independientes? ¿Tiene el universo unidad o finalidad? ¿Está evolucionando hacia una meta? ¿Existen realmente leyes de la naturaleza, o creemos solamente en ellas por nuestra innata tendencia al orden? ¿Es el hombre lo que le parece al astrónomo, a saber, un minúsculo conjunto de carbono y agua, moviéndose en un pequeño e insignificante planeta? ¿O es lo que le parece a Hamlet1? ¿Acaso las dos cosas a la vez? ¿Existe una manera noble de vivir y otra vil, o son todos los modos de vida meramente fútiles? Si hay un modo de vida noble, ¿en qué consiste y como lo realizaremos? ¿Debe ser eterno lo bueno para merecer una valoración, o vale la pena buscarlo, incluso en el caso de que el universo se moviera inexorablemente hacia la muerte? ¿Existe la sabiduría, o lo que parece tal es solamente un último refinamiento de la locura?

Cuestiones como estas no hallan ninguna respuesta en un laboratorio. Las teologías han pretendido dar respuestas, todas demasiado concretas, pero justamente su precisión hace que el espíritu moderno las mire con recelo. El estudio de estos problemas, aunque no los resuelva, es misión de la filosofía.”

Bertrand Russell (1945): Historia de la Filosofía Occidental. Espasa Calpe, 1971. Vol. I, págs. 11-12.

1 Un ser sometido a un cuestionamiento continuo del sentido de su propia existencia, siempre en el conflicto entre la voluntad y los hechos, entre el bien y el mal.

Análsis guiado del texto. Cuestiones de referencia. Solucionadas por mí, una versión.

1.- Identifique la tesis o idea principal del texto y muestre la estructura argumental que sigue el autor/a para llegar a esa tesis.

La tesis coordinadora de su discurso argumentativo es la interrogación. Inquiere sobre las cuestiones últimas abiertas a la reflexión rigurosa y permanente de un saber que por su contenido y conclusiones resulta no ser meramente científico, demostrado, clausurado, apodíctico, o si se quiere cerrado y verdadero; de ser así se caería en el dogmatismo, y de no querer ser tratados, con el propósito de darles una definición o explicación coherente en forma de conocimiento objetivo y compartido, nos veríamos abocados a la apatía del nihilismo, o sea a dos de los grandes enemigos del saber crítico y filosófico de tradición griega. Negamos, por tanto, que todo esté relacionado con todo, v.g. la voluntad de Dios de ser infinita, sería la causa eficiente de todo lo que es, y negamos también que nada esté relacionado con nada, v.g. el idealismo por irrealista e irracional abocado al silencio.

Es una selección de las preguntas más decisivas del cuerpo del saber filosófico desde el punto de vista del autor, aquí no hay duda metódica que nos lleve a la solución en forma de evidencia clara y distinta, luego B. Russell ejecuta espontáneamente una clasificación de lo que él considera las preguntas trascendentales y esquivas a una solución categorial. Desde nuestra perspectiva son preguntas que han de abordarse como problemas que desbordan las evidencias. Son interrogantes derivados de la argumentación, del saber en marcha de otros saberes de primer grado: científicos, religiosos, políticos, artísticos, tecnológicos, etc. No permiten coordinar un saber como el filosófico en sus partes y subpartes, y no nos autorizan a diferenciarlo esencialmente de otros conocimientos. Son preguntas paridas por el esfuerzo por dar un orden geométrico a las relaciones del hombre con el hombre: “¿Existe una manera noble de vivir y otra vil, o son todos los modos de vida meramente fútiles?, del hombre con la naturaleza impersonal: “¿Tiene el universo unidad o finalidad? ¿Está evolucionando hacia una meta? ¿Existen realmente leyes de la naturaleza, o creemos solamente en ellas por nuestra innata tendencia al orden?, y finalmente del hombre con lo trascendental o divino: “¿Debe ser eterno lo bueno para merecer una valoración, o vale la pena buscarlo, incluso en el caso de que el universo se moviera inexorablemente hacia la muerte?”. El germen fértil de las cuestiones planteadas es el modo en el que el hombre va construyendo su mapa mundi de la realidad, una realidad en el límite inabarcable, imposible de comprender, plural, cambiante, en permanente transformación (ontología general) sin caer en un monismo sustancialista de corte metafísico y armonioso como el hegeliano. Siempre habrá un ignoramus e ignorabimus, un saber incluso verdadero pero indemostrable. Inconmensurabilidades, pluralidades, conflictos, problemas de naturaleza dialéctica y en symploké platónica que han de ser abordados desde lo informal e imprevisto, acudiendo a silogismos prudentes de naturaleza apagógica. Esto no quiere decir, tal y como defiende el autor, que despreciemos dicho saber que trabaja con ideas, que lo entendamos sin más como un pseudosaber prescindible, doblegado definitivamente al actual saber de laicos sin alzacuellos y dogmáticos abrazados a una idea sin explorar y metafísica de ciencia que se supone ausente de interrogantes.

2.- ¿Cuál es la pregunta filosófica que aborda el texto?

Es una cuestión de sólido raigambre filosófico. La pregunta por el orden del mundo y cómo podemos llegar a conocerlo, conceptualizarlo, universalizarlo, compartir objetivamente con los demás un discurso abierto al debate para explorar nuevas alternativas, solucionar problemas desde las evidencias ya sabidas, y asumir nuestras limitaciones. Se trataría de abortar las ocurrencias fundadas en la opinión, en argumentos de ignorantes sin recorrido, que no alcanzan y sí oscurecen con su nesciencia sin identificar. Se pregunta por el ser y sus dimensiones, sus conexiones, los modos de coexistir del mundo en marcha (ontología especial), de las relaciones entre los seres humanos, y de sus relaciones con lo trascendental y lo natural. Es la pregunta por nuestra manera de dar forma al mundo evitando caer en monismos sustancialistas, quietos, sin transformación, acrónicos, atópicos, inmutables y eternos que conducen al dogmatismo en formas tan diversas como pudieran ser el dios monoteísta de las religiones del libro, el ego cartesiano, el ser heideggeriano o da-sein, o la idea de historia del materialismo dialéctico de Engels.

3.- ¿Qué otra posible respuesta a la cuestión que usted ha formulado en el punto anterior puede darse o se ha dado desde la filosofía? Desarróllela.

La más radical transformación de la filosofía, hacer del saber de raíz griega un saber científico, autónomo, desembarazado de las impurezas de la metafísica tradicional y religiosa. Es la idea fuerza del idealismo alemán, su weltanschauung, es mundanizar lo informal y trascendental, aclarar el noúmeno kantiano incorporándolo a la historia y en su devenir convertirlo en fenómeno de lo que es el ser como concepto universal.  La filosofía como verdadera ciencia del espíritu. Así, Dios es cierto que no existe pero el soberbio Hegel quiere culminar su reflexión en su existencia futura. Sería un intento de clausura de todo saber, de hacer racional, geométrico y lógico de todo lo real. La filosofía como ciencia verdadera, ya no sólo verdadera filosofía por ser en su estructura y dinámica sistemática, autónoma y totalizadora. Saber más elevado, culminación del Espíritu Absoluto. La idea mundanizada y realizada. Monismo de lo absoluto.

Por otro lado, una respuesta sin ideas. Lo real es lo categorizado, lo bien conceptualizado. Lo positivo lo único existente, el contenido seguro para toda reflexión. Tercer estadio. Las ciencias formales, lógica y matemáticas, propedéuticas. El saber ahora preciso, demostrado, único y definitivo es el científico. Comte supone que será la física social la ciencia que de modo demostrado pueda explicarnos la naturaleza esencial de lo estrictamente humano, fuera las disquisiciones inútiles de corte psicológico. Exclusión por superación de la filosofía anclada en sofismas escolásticos inútiles, ineficaces, absortos de palabrería hueca, sin sentido, y que sólo entretienen al público indocto y expulsado del verdadero saber teórico de los científicos o del saber práctico y útil de los ingenieros. Saber dogmático, no duda ni quiere impugnar sus principios,  que ha de guiarse a la extinción de fe religiosa y de toda sofística metafísica. Fin de la filosofía. Triunfo del cientificismo. Antesala del nuevo orden instrumental en palabras de la Escuela de Frankfurt. Primer bostezo de la mañana, anticipo de lo que pasado el tiempo será la barbarie cientificista.

4.- ¿Cómo podría seguir la reflexión a partir de este texto? Imagine ahora que usted es el autor/a del texto y que ha viajado al presente. Elabore una nueva versión de las tesis del texto aportando ejemplos actuales que justifiquen que sigue siendo necesaria esta reflexión.

Tras las huellas de nuestro ilustre autor, nada menos que un premio Nobel de literatura allá por el año 1950.

“¿Está dividido el mundo en naturaleza y cultura? Respuesta más confusa que la misma cuestión que se intenta resolver, entre otras poderosas razones, ¿qué es la Naturaleza y qué es la Cultura? Ambas ideas mito y con mayúscula ¿Hay realidades que trascienden dicha visión del mundo dicotómica? ¿Son, por ejemplo, las matemáticas constructos naturales, o culturales, o más bien debemos entenderlos como realidades atópicas, acrónicas, con nexos necesarios, apagógicas y universales? ¿Podemos hablar de ideas fuerza, de mitos, como vehicularizadores de discursos persuasivos cuyo fin es dominar en el terreno de la política, la sociedad, la ideología y la educación, accediendo al ciudadano, hoy consumidor canalla y satisfecho, a través de un discurso dirigido al corazón? ¿Es posible categorizar de la mano de las ciencias naturales, gobernadas por leyes anantrópicas, el universo? ¿Son las proyecciones matemáticas sobre el origen y el fin del universo verdadera ciencia o una acumulación de complejas hipótesis imposibles de demostrar?  ¿Son las verdades de las ciencias iguales? ¿Es lo mismo el acceso científico a lo externo, a lo real (desde nuestro saber en marcha en tanto que egos trascendentales operatorios, históricos, sociales) a lo objetualmente propositivo, con voluntad y que persigue fines, que el intento por acceder vía conocimiento a lo no propositivo, sin voluntad, sin capacidad proléptica en busca de metas?  ¿Es el hombre un animal racional, culturalmente competente y en exclusividad? ¿O son también los animales seres con cultura y razón? ¿Podemos decir que el origen del hombre es otro hombre, que su ser es coexitir? ¿Es posible una ética de mínimos, de principios esenciales que permitan diferenciar de algún modo el buen obrar del mal obrar? Para evitar ser arrollados por el nihilismo ético, por el vacío de una ética sin sujeto, existencial, estamos obligados a partir del sujeto corpóreo individual y de su hacer práctico como causa necesaria de aquellos actos que por ser útiles permitan permanecer en la existencia y enriquecernos como personas, llámese a este principio axiológico: fortaleza. Ahora bien, no todo comportamiento humano se ha de reducir a lo ético, de hecho es irreductible a la moral donde el fin para ser constitutiva, que no consuntiva, es la lucha por el mantenimiento de la vida del grupo y de lo mejor para el colectivo, y es también irreductible a la política entendida como hacer radicalmente humano dirigido a la estabilidad del estado, eutaxia. Las normas que cristalizan y son capaces de triturar los ideales, los principios axiológicos dominantes, se irán consolidando dialécticamente a través del derecho, así pues, perezca la justicia y hágase el mundo. En otro orden, ¿existe Dios, o es sólo una paraidea imposible por incoherente? ¿Asumiendo que es una idea humana, inversión teológica, es factible seguir creyendo en ella? ¿Si es una idea eterna, es decir si está fuera del tiempo, entonces debemos concluir que lo que está fuera del proceso continuo de transformación simplemente es inexistente?

Estos interrogantes, estas preguntas seleccionadas desde un sistema filosófico son científicamente inaccesibles a un saber concreto y de laboratorio. Son inagotables. Frente al erial posmoderno el intento por dar un orden sistemático, gnoseológico, a una realidad tridimensional ontológica (especial), inabarcable, cambiante, inagotable de la que por no saber de ella (ontología general) no podemos predicar absolutamente nada, o de otra forma: no podemos saberlo todo. La modestia filosófica necesita de la sabiduría de los límites humanos en el terreno del saber.

Corolario. Preguntas y posibles respuestas como antídoto contra la necedad, contra la desidia, la pereza intelectual y la opinión canalla asentada inconscientemente en la nesciencia como falsa virtud.

 

La límites de la libertad individual en el horizonte de la seguridad del Estado

Fecha: 8 septiembre, 2021 por: dariomartinez

Un parentesis un tanto amplio. Despejando tensiones, ejerciendo el descanso. Vuelvo con un artículo sobre el controvertido asunto de la relación, siempre tensa, entre el poder del Estado y su seguridad y la libertad individual, en concreto me ciño a lo que se supone que es lo más útil para la existencia y la persona en tanto que se fundamenta en ideas adecuadas. Visión un tanto optimista y más cuando sabemos del poder de los afectos.

Trasladado o ajustado al aquí y ahora, a la actual España. Se puede leer en la revista digital El Catoblepas. Aprovecho para darle las gracias a su equipo de redacción por la oprtunidad brindada. Se puede extraer en https://www.nodulo.org/ec/2021/n196p10.htm

Sin más que añadir hasta una nueva publicación.

Camino del hombre posmoderno

Fecha: 14 diciembre, 2020 por: dariomartinez

Artículo pergeñado hace tiempo. Aquí publicado y titulado de otro modo. Era sólo un borrador. Trabajado y ampliado para ser publicado en la revista crítica del presente y digital El Catoblepas, número 193, otoño 2020, página 11. Sobre el atractivo del falaz animalismo.

Agradecer el interés del equipo de redacción. Mostrar públicamente la satisfacción de poder estar entre filósofos en sentido riguroso, crítico, radical, académico, capaces de mirar al presente para triturarlo y de paso transformarlo. Muchos de ellos seguidores del materialismo filosófico de D. Gustavo Bueno, unos gnósticos (según Santiago Armesilla), otros, bebiendo de sus mismas fuentes, afines a un punto de vista filosófico implantado políticamente y dirigido en un sentido revolucionario a transformar dialécticamente y operatoriamente la realidad. Con todo, todos ellos dignos herederos de un sistema en forma de urdimbre escrito en español frente al nihilismo, el dogmatismo y el idealismo. En su lucha dialéctica su fortaleza. Contra la barbarie.

Se puede consultar y leer en  http://nodulo.org/ec/2020/n193p11.htm

Kant y su Dios (III)

Fecha: 22 septiembre, 2020 por: dariomartinez

Y Kant logra con creces no satisfacer a los peores. Inaugura un sistema idealista trascendental filosófico, esquemático, que para criticarlo, superarlo, se necesita una filosofía sistemática filosófica y materialista que esté a la altura. Exige una potencia crítica perfectamente geometrizada.

La labor de agrimensor de la Razón continúa en la obra de Kant. Se ha de delimitar y representar la misma Religión. Es obligación del filósofo evitar los errores inherentes del reflexionar más elevado del ser humano derivado de conceptos del entendimiento dirigidos a la experiencia posible, a lo sensible.

En el terreno de las religiones los malentendidos y las coacciones son habituales. La presencia de eruditos que se transforman por mor de su fe histórica, que no de la verdadera fe religiosa sometida a la ley moral, en dogmáticos muestra  la legitimidad que ampara su fanatismo y superstición. En el curso de la historia de la humanidad no es más que el tránsito por el camino del mal. La religión puede ser un arma política que facilita el temor ofreciendo castigos, o salvaciones eternas pensadas empíricamente, sensiblemente. Así el hombre estará ineludiblemente sometido a la arbitrariedad de lo particular y de espaldas al bien supremo; un bien en forma de santidad (Heiligkeit) y de ley moral pura, formal, universal. Este supremo bien teóricamente es desconocido, incomunicable, misterioso, inherente a la razón pura humana y, por supuesto, necesario. Representado como felicidad infinita impulsora de un progreso humano hacia la comunidad o estado civil ético, plasmado en la mejora del nuevo hombre que sólo obedece a las leyes de la virtud.

Kant nos ofrece un Dios al que no podemos amar ni intentar agradar: «No hay en una Religión universal ningún deber particular hacia Dios; pues Dios no puede recibir nada de nosotros; no podemos obrar sobre él ni para él». Una religión pública a la que aspira Kant sin liturgias, sin profesionales de la fe, invisible. Un Dios que hemos de entender como un ser supremo sin atributos antropomórficos. Motor de nuestros impulsos libres sometido (¡él mismo!) a la ley moral. Desconocido, pero desde la Razón pura práctica hemos de creer en él y respetarlo como «legislador santo, gobernante bondadoso y juez recto». Un arquetipo necesario, en ocasiones oscurecido o mal comprendido desde las religiones estatutarias, históricas.

Para el hombre es un ser supremo garante de sentido moral, ser inherente único capaz de evitar el suicidio lógico propio del estado de naturaleza jurídica y ética humanas. El fuste torcido de la humanidad ha de ser enderezado por la luz de la razón arquitectónicamente entendida.

En el recinto delimitado para la religiosidad pura humana solo hay sitio para la nada. Un Dios como idea. Cristo como representante o arquetipo dotado de cuerpo en en el relato sagrado, capaz de milagros, histórico, que como persona e impulsor de la fe moral ha de entenderse como un ser puro y desmaterializado. La fe racional no necesita de ninguna verdad externa, de ningún libro sagrado, de ningún documento histórico, se demuestra a sí misma.

Tampoco necesitamos agradar a Dios, no se requiere de una fe para elegidos, de serlo facilitaría la holganza, la desidia, la gracia a distancia (online, remota, diríamos hoy) de un Dios que le corresponde («religio») por su comportamiento de espera (falsa y realmente inoperante fe material «como medio de gracia» hoy comprendido por todos como «cultura circunscrita») que ha de entenderse como ocio pasivo que hace desde lo alto y de forma milagrosa aquello que «deberíamos buscar en nosotros mismos».

El creernos agraciados por Dios, a nivel particular y no digamos nada a nivel de individualidad colectica con forma de pueblo unido en torno a un compromiso compartido como nación diferenciada y étnicamente homogénea, puede resultar ser el salvoconducto a la ejecución de acciones presididas por la deshonestidad, la arbitrariedad, la falta de sindéresis, el asco y el menosprecio de la virtud moral libre, autónoma e incondicional. Auparse al podio del privilegio de la conciencia moral permite que las ideas no puedan ser juzgadas, no se plieguen a la legitimidad, no soporten el peso crítico del entendimiento, estén fuera del espacio y del tiempo, y por supuesto no delincan. «La conciencia de que una acción que yo quiero emprender es justa es deber incondicionado».

En el haber de la Religión racional pura humana: un núcleo etéreo, vacío, pura idea práctica que no teórica y accesible al entendimiento; un curso de la religión en constante progreso hacia lo mejor, del mal al bien supremo, de lo estrictamente natural y sensible a lo incondicional, libre, inteligible y formal del supremo bien a alcanzar en una mera posibilidad futura; un cuerpo desmaterializado para ir hacia el bien y dejar atrás el despotismo de lo arbitrario, particular y sensible. Sin oración, sin palabras, sin textos, aderezado de silencio, con salas de espera a una vida mejor prescindibles, es decir templos a los que acudir en comunidad que no hacen del feligrés una persona mejor, sino que «más bien la adultera y sirve para encubrir a los ojos de los otros e incluso a los suyos propios por medio de un barniz engañoso el mal contenido moral de su intención», un bautismo como ceremonia de iniciación en la fe eclesial que realmente no es ningún «medio de gracia», de mejora de la condición moral humana, y por último un mecanismo de comunión compartida, de continuidad, de renovación espiritual entre iguales que no es más que un requisito clerical, una mera ilusión para la verdadera fe religiosa.

Sin núcleo, sin curso, sin cuerpo la Religión que nos ofrece Kant y con ella su Dios es puro ateísmo. ¡Dios no existe! ¿Con qué Dios acaba entonces Nietzsche para dar paso al superhombre? Parece que en lo que atañe a este asunto la acusación de impiedad sobre Kant esté más que fundada. La censura y la advertencia de «medidas desagradables por la publicación de su obra La religión dentro de los límites de mera razón» por parte de las autoridades de la Prusia de Federico Guillermo II son consecuentes con el sentir compartido de la sociedad de la época. Por cierto, de diagnóstico acertado. Habían entendido perfectamente el contenido de sus reflexiones sobre la religión.

 

 

 

 

 

Kant y su Dios (II)

Fecha: 4 septiembre, 2020 por: dariomartinez

El uso especulativo de la razón nada nos puede decir de Dios. Es una labor en el fondo ociosa. A nivel teórico ningún resultado es posible. Los límites críticos de la razón, más allá de los dogmáticos y los escépticos, por vía negativa nos informan de la trayectoria que enfanga la reflexión humana en el error. Un esfuerzo inútil, carente de progreso alguno, es la difícil advertencia kantiana sobre el uso seguro, preciso, formal, arquitectónico de la razón. Doblegar la naturaleza errónea de la razón, su soberbia por aspirar a saberlo todo, tarea difícil. Dios y lo que sucederá en forma de vida humana futura una incógnita teórica. No hay experiencia sensible con la que podamos trabajar y resuelva de forma definitiva y concluyente nuestras dudas y expectativas. Sobre asuntos tan trascendentales lo mejor es evitar, poniendo límites a la razón, los errores. Noble tarea.

Ahora bien, ¿nos atrevemos a prescindir de Dios, a suponer que algo suceda? ¿Podemos obrar correctamente prescindiendo de las ideas de Dios y de la inmortalidad del alma? ¿Dichas ideas prescriptivas del hacer práctico puro gobernado por la razón son universales y necesarias en lo relativo al «deber ser»? ¿Fuera del reino de la gracia, hoy cultura, hay posibilidad de salvación? ¿Podemos satisfacer nuestras inclinaciones y llegar a ser felices?

Kant lo tiene claro. Kant cree firmemente tenerlo claro. Está internamente, conscientemente, convencido de su apuesta por la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. No lo conoce, no sabe nada de la inmortalidad del alma, pero ambas puras ideas son necesarias no sólo para obrar libremente sino para aspirar a obrar en favor del bien individual y del bien de la humanidad, bien que se materializará: con la superación de la minoría de edad («sapere aude» que toma sin citarlo de Horacio), con el fin de los ejércitos y con el fin de las guerras (por defecto, de los estados; Kant visto como germen de la posmodernidad). Por supuesto todo ello al margen de las condiciones económicas y sociales, lo importante es tener buenas ideas, intenciones y voluntades. Pensando bien todo irá encaminado a la ansiada paz perpetua, a la armonía del conjunto de la humanidad; la dialéctica de Estados realmente existentes, la dialéctica de clases, un pin, un adorno, una verdad en marcha superflua, trivial, sin interés; sobre todo para el burgués que él representa.

¿Qué pasa con quien no cree en Dios? ¿Qué pasa con quien no cree en la inmortalidad del alma? Desde su firmeza de alcance individual, egoísta, el no creyente, «doctrinal» o en Dios, o «moral» o en la inmortalidad del alma, no es libre. No puede actuar siendo esclavo de la ley moral, es un enfermo patológico que se deja sobornar por los impulsos de la sensibilidad, es una bestia, un animal: «una voluntad que no puede ser más que estimulada a través de los estímulos sensibles, es decir, patológicamente, es una voluntad animal (arbitrum brutum)». Es un ser dogmático que cree saber cuando sólo puede ofrecer opiniones carentes de certeza y de convicción. El dogmático es un ignorante sofisticado, persuasivo, en el límite peligroso. ¿Candidato a la eliminación en nombre de una fe inquebrantable en el único Dios verdadero que es adorado a través de una fe inmanente, necesaria, no arbitraria y generadora de vida, de bien? Tal vez, y más si el otro, el dogmático, el que rechaza a Dios es visto como infrahumano. Este rechazo a Dios puede ser la fuente inagotable de sentimientos malos, hoy añadiríamos que inhumanos. El sometimiento a la naturaleza un estado de salvajismo. La humanidad de Kant no es la de todos los hombres de su época, es de una parte de ellos; el hombre salvaje, primitivo, es naturaleza. Luego no se hace con él la guerra, simplemente se le extermina cazándolo.

Kant puede ser el ideólogo perfecto para poner en marcha actos de domino sobre otros y sobre otros territorios, el colonialismo del siglo XIX tal vez esté en deuda con el bueno de Kant.

Ahondando en su espectro de rechazo. El catolicismo como una farsa religiosa que apoyándose en lo sensible: imágenes, ceremonias públicas, procesiones, se convierte en ateísmo de diseño. Balmes no dudará en ponerle freno. No podemos olvidar, y esto es esencial para este tema, que Cristo, para ser realmente creído en el seno de la religión cristiana, y lograr un triunfo sobre las religiones paganas, heréticas, tan rotundo, tuvo que hacerse carne, materializarse, realizarse como hombre; siendo pura idea cada uno puede creer lo que le venga en gana. Los apetitos, los sentimientos, las pasiones, también gobiernan al hombre, pero no sólo eso, también son más poderosos que la razón formal tal y como la entiende Kant. Idea de razón tan limitada e inoperante que no atiende ni tiene en cuenta un tipo de razón mucho más potente como la derivada de operaciones quirúrgicas, precisas, institucionalizadas, con términos ordenados según relaciones precisas y necesarias, sinectivas, en «symploke» y que necesitan ineludiblemente de manos para entender las diferentes parcelas de la realidad, plural, dinámica y heterogénea, de forma geométrica.

En fin, su teología moral solo nos ofrece dos artículos de fe como garantía del obrar puro y libre humano. Quien carece de fe, quien además osa no obedecer al gobernante sabio, en el sentido kantiano y tomando palabras de Lutero en referencia a las revueltas campesinas de su época, ha de sufrir el filo de la espada: «Los campesinos tampoco quisieron escuchar ni se dejaron decir nada, por eso hubo que abrirles las orejas y las cabezas saltaron por los aires; para tal alumno tal palmeta. Quien no quiere escuchar la palabra de Dios por la buenas, escuchará al verdugo con la hoja».

Espinosa, buen ateo, fuerte, firme, racional, generoso con las demás personas, demostró durante toda su vida ser especialmente virtuoso, cauto y prudente. Defendía la vida con la potencia de la sabiduría. Hagamos suyas las palabras de Severino Boecio en su cautiverio previo a su ejecución: «Nuestro principal destino es no contentar a los peores».

 

 

Kant y su Dios (I)

Fecha: 31 agosto, 2020 por: dariomartinez

En su libro intitulado El mundo como voluntad y representación Schopenhauer advierte al potencial lector que la aproximación a su obra requiere al menos de  dos lecturas serenas y comprometidas. De otro modo, entender su pensamiento requiere mucho esfuerzo.

Me aplico el recetario, hago mía su sugerencia y oriento mi interés como lector a la obra maestra de Kant: La crítica de la razón pura. Mi memoria de rocín flaco todo un imperativo. Es su obra más completa y los es por su sistematicidad. Pocos son los filósofos que alcanzan tal condición. Como heredero de la escolástica  y preso de la lógica de Aristóteles, de la geometría de Euclides y de la Física de Newton aborda con detenimiento el asunto para nada baladí de la existencia de Dios. Como idea es trascendental. Carece de representación empírica, está fuera del tiempo y del espacio, no es un fenómeno, no hay ningún objeto externo ajeno a nuestra conciencia que sirva de referencia, está fuera de toda experiencia posible.

Los intentos por demostrar su existencia son múltiples. El poder argumentativo de la más excelsa filosofía lo intentó a lo largo de la historia del pensamiento occidental. Kant dice que la única conclusión es una ficción en forma de ilusión trascendental de la razón, ayudada de una imaginación que sintetiza conceptos y prescinde por imposible de los fenómenos. Ficción de la razón natural, no arbitraria, e inherente al ser humano. Tiene, la razón, como objeto el entendimiento, al igual que el entendimiento tiene como objeto lo sensible.

Queda claro que la idea de Dios para Kant  nada tiene que ver con un proceso histórico y social, es decir con su origen, su cuerpo y su curso (no es así el caso de Hegel). Los argumentos a priori propuestos para su demostración son tres: el fisicoteológico, el cosmológico y el ontológico. Puros fuegos de artificio, uso de juicios en forma de silogismos dialécticos, sofísticos, disfrazados de demostración al más puro estilo apodíptico.

Dios es una idea. Dios es en el fondo una idea humana, una fe santificante y determinante de la acción práctica pura, del deber ser. La ética kantiana es la ética protestante por excelencia, pietista para ser más precisos. El individuo, su conciencia y su fe su púlpito.

La razón, la crítica a su hacer sin manos, conducida hasta el límite de su imposible praxis humana material. La idea de Dios (junto a la inmortalidad del alma y la libertad) vacía, sin atributos, incognoscible…necesaria para la buena acción práctica. El ateísmo y la virtud inmiscibles. Dos conclusiones:

  1. La razón espoleada hasta su más honda capacidad logra como trofeo un Dios desconocido. Pobre premio para tan loable virtud humana.
  2. El fundamento de la ley moral, el principio regulador de la acción práctica pura humana incognoscible por trascendental, o lo que es lo mismo por nouménico. Luego lo que es absolutamente desconocido torna ser nada más y nada menos que el principio que coordina a modo de sistema toda la ética formal kantiana. Un tanto descorazonador. Su mayordomo que lo entendía bien sólo pudo manifestar su silencio con lágrimas. ¿Cómo someterse a un Dios tan imposible y estéril?

El bagaje de todo su sistema es pobre, demasiados límites a la razón, le reprocharán sobre todo los filósofos idealistas alemanes. En parte porque toma como principio inexpugnable de su sistema lo desconocido, lo irreal, aquello que para ser no necesita existir. Ajeno al hombre a nivel gnoseológico y ontológico. Ahora bien, dicho vacío no es inalterable; su lugar puede ser ocupado. A falta de Dios, algún ego diminuto puede elevarse y hablar, dada su fe inquebrantable, en su nombre. Dios puede ser revelándose «humano, demasiado humano».

Kant decía que el pueblo alemán estaba preparado para obedecer. El «uso de la razón privada», del funcionario, del militar, debía regularse por la obediencia. Como funcionario civil, también como ciudadano del Estado «no tiene derecho a razonar». Esta obediencia se materializó en ley, su horror a la novedad en forma de desorden la habilitación perfecta para mantener al Estado en el tiempo y garantizar su existencia práctica. El «uso de la razón pública» destinado a los lectores, pocos los de sus obras, y no digamos los de las obras de Hegel que veía en los funcionarios lo que en Marx más tarde sería la clase trabajadora de una nueva sociedad política humana, inicio de la historia y fin de las desigualdades. En definitiva, una razón pública censurada. La mayoría de la población no estaba capacitada para su lectura y menos comprensiva.

La llegada de un Dios encarnado, plagio de la figura de un Cristo presentado a sus fieles de forma racional, ficticia, mitificada, capaz de cohesionar en su momento un Imperio como el romano, un ideal que podía merecer la pena repetir. En el siglo XX algunos pueblos exacerbados lo intentaron y fracasaron.

Esperemos que no se repita una nueva Europa kantiana.

Consideraciones por analizar

Fecha: 21 abril, 2020 por: dariomartinez

La piel de toro de luto

Aquí no hay nada de nouménico. El fenómeno en el que estamos inmersos ha de ser digerido e incluso rumiado. No es posible hacerlo si lo entendemos o nos hacen entender que es ininteligible. La sobreabundancia de información no es una virtud, no es una ventaja, es un sumidero de la razón, y un semillero para el error. Aceptarlo es claudicar.  Hemos de evitar multiplicar los problemas. Es momento de reivindicar nuestra condición de ciudadanos, eso sí: confinados.

Vamos para cuarenta días de estancia obligada en nuestras casas. Una cuarentena, pandémica, no una cuaresma sujeta a la fe. Tiempo para recapacitar sobre nuestro presente en marcha. Por el momento sólo nos aventuraremos a enumerar algunos asuntos de máximo interés.

Ante un problema de esta envergadura es evidente que la sabiduría, tan vilipendiada al condenar su posibilidad de orientación a la verdad, es virtud. Enfrentarse a problemas políticos como los actuales con el objetivo esencial para cualquier estado político y realmente existente de mantener su estabilidad requiere de un poso de saber ineludible. De no ser así se corre el riesgo de iniciar un proceso peligroso de colapso del sistema. Del lado de la sabiduría está la prudencia (phrónesis). Reconocer errores, identificarlos para prevenir posibles problemas futuros, dominar los recursos con los que se cuenta, apostar por nuestros mejores mecanismos de lucha contra esta pandemia, y huir de los rivales, de los enemigos, que luchan interesadamente por nuestra debacle es una exigencia.

La solución es tecnológica. El hacer médico es una lucha permanente contra la enfermedad, es un hacer racional en favor de la vida, se trata de transformar la enfermedad en salud, en hacer reversible una situación que pone en peligro la vida de las personas. Digo que la solución es tecnológica porque de lo que se trata es de debilitar, controlar, destruir, eliminar un virus virulento e imprevisible. Esta es la esencia médica: su tecnología. No le ha de faltar su buena dosis de psicología. El enfermo es un paciente, no es sólo un cliente.

Se nos dice, se nos vende, compramos. La comunidad científica, hombres y mujeres devanándose los sesos por dar con una solución, todos a una, todos coordinados, todos cooperando, todos como buenos amigos. Una entidad hipostasiada a modo de totalidad atributiva, con sus partes heterogéneas, sí, pero con los mismos objetivos, los mismos intereses…la humanidad en su conjunto. Veremos la realidad. La comunidad científica no existe, existen comunidades científicas, con sus diagnósticos, sus laboratorios, sus programas de investigación en marcha, sus presupuestos, con capacidad para lograr dar con la solución para construir una vacuna eficaz con rango de validez universal, real, verdadera, que trascienda los sistemas políticos y sociales que las cobijan, que se despeguen y alcancen lo anantrópico, es decir que neutralicen las voluntades humanas en forma de verdades coordinadas por principios, pero una vez logrado este antídoto se dirigirá y se repartirá en función de los interés nacionales. Las comunidades científicas son imprescindibles en la «realpolitik». Además las verdades resultado del hacer en forma de teoremas y leyes coordinados por principios de las diferentes ciencias, canon de la racionalidad humana, son esenciales para el buen hacer de la actividad política, pero no olvidemos que la verdad en el arte de lo posible es más problemática, ajena a la demostración, y sujeta a decisiones propositivas que se ejercen sobre sujetos también propositivos, históricos y sociales, es decir que trascienden lo natural, lo etológico. El tránsito de un saber otro no es simple.

Lema veterinario: «del campo a la mesa», trazabilidad. Sabemos su origen,  es un caso derivado de una zoonosis o traspaso de un virus de una especie animal, en este caso un murciélago, al hombre. Es obvio que entre los especialistas que deberían estar del lado del Gobierno estarían aquellos expertos que, por su labor habitual más cercana al control de epidemias animales, simplemente saben más (v.g. «veterinarios». No hacerlo puede resultar una rémora y dar lugar a incertidumbres poco deseadas. No olvidemos que la enfermedad a la que nos enfrentamos ha de tratarse de un modo colectivo, moral, no sólo individual, ético.

El virus identificado como SARS-CoV-2 cuenta con «conatus». No es un ser vivo, no tiene la capacidad de reproducirse, necesita un hospedador. Lucha por ser, de no ser no sería ningún problema.

Un Estado como el nuestro, castigado desde periferias con aureola identitaria de no se sabe qué, con unas arcas anoréxicas y expuesto a una esclavitud de deuda de larga duración, con un sistema esclerotizado y que le impide funcionar con dinamismo y eficacia, donde sus partes por su mezquindad quieren colaborar a su destrucción, donde el núcleo del poder ahogado en irracionalidad y posmodernidad colma de parabienes los deseos irracionales de una mayoría que queda alelada por lo incomprensible, que persigue lo imposible, que diluye las fronteras, que habla en nombre de la humanidad, y que olvida la condición política de los ciudadanos españoles, sólo puede resignarse a que las cosas no vayan bien. Lo peor es no asombrarse y no atisbar la posibilidad de cambio.

Algunos se están cayendo del guindo. No hay democracia sin televisión, tecnología que permite ver a través de cuerpos opacos y en directo. La televisión formal es una forma cotidiana, filosófica, de construir la verdad. El mito de la caverna de Platón  hecho realidad. Otra cosa es la televisión material, enlatada, dirigida a  la mayor gloria del poder de turno.

En esta segunda navegación adueñada por la quietud hemos de poner en orden lo que está en desorden. Es urgente iniciar la liga de fútbol. Elimina tensiones, y las elimina porque por un momento apasionante nos evade de la prosa de la vida. Quienes dicen que el fútbol es basura que se lo hagan mirar. Hoy esta basura no tiene precio.

El «Yo» atomizado, irresponsable, fraguado en el taller de la voluntad infinita, feliz, pura posibilidad ajena a la exigencia de existir, sin fronteras, «guay», está en quiebra. Hoy más que nunca dependemos de los demás, especialmente de aquellos que sin alharacas, sin triunfalismos, y con buenas dosis de modestia, trabajan en un centro productivo que gira en torno a la agricultura y la ganadería. Mismas palabras para los sectores de la distribución, sanitario y de seguridad. El estado no es sólo el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial, como nos han inculcado en toda nuestra democracia imbuida de patriotismo constitucional, que orbitó, alrededor de una Escuela de Frankfurt y un Congreso por la Libertad de la Cultura, que orientaban sus pesquisas y sus intereses hacia un estado ficción de cultura (v.g. Kulturkampf promovida por el canciller Bismarck) por encima de la política, entre otras cosas por su afán por eliminar las fronteras diluyendo en la pura farsa el territorio de la nación canónica y con reconocimiento internacional.

Presente dominado por un desorden forzado por una quietud obligada por un virus. Aires favorables para la Psicología, la terapia hablada como antídoto para poner en orden al individuo que muestra síntomas evidentes de verse superado por la situación.

Sólo una presentación.

Platón tampoco está muerto

Fecha: 3 abril, 2019 por: dariomartinez

Parece poco inteligente

Pese a los insensatos intentos por olvidarlo desde las filas de la caverna en forma de barbarie el genial ateniense y fundador de La Academia sigue vivo, sigue entre nosotros. Nuestra civilización se lo debe, no por voluntad propia sino por estar entre nosotros su manera de entender la realidad. Esta era modesta, limitada, pero aspiraba a saber hasta el límite bajo la guía de una razón dirigida a la geometrización de ideas. Así se accedía con esfuerzo, con asunción de fatigas a las ideas y una vez allí, a través de una arte puro y dialéctico arribar al bien o idea suprema, idea ajena a la mera conceptualizacón, a la categorización científica. Las ideas no son los materiales propios de las ciencias, no son elementos de su saber por demostración, son algo más, por de pronto más complejas. También son plurales y dinámicas, pero sobre todo: permiten dar cuenta de las causas de lo aparente, nos autorizan y privilegian para poder explicar con argumentos lo simple, lo falso, lo confuso, lo vago pero fácilmente asumido y aceptado en el fango de la cómoda y atractiva caverna.

Es por este motivo que nuestra civilización, con sus luces y sus sombras, es heredera de este saber excepcional y sistemático sobre los saberes apegados a la realidad y en marcha. Sin este saber tan especial lo que nos queda es un erial, un vacío en forma de nihilismo militante. Siendo el recorrido fácil, al no aspirar a que al menos unos pocos puedan acceder al conocimiento riguroso de las ideas, se trunca la posibilidad de alcanzar una sociedad política mejor. Se gana en placer, se gana en inmediatez, pero se pierde una oportunidad de oro para intentar hacer ciudadanos mejores, no sólo consumidores satisfechos guiados por deseos. Las ideas sin el intento vía educación de los ciudadanos por conocerlas se debilitan hasta la muerte, convirtiéndose este momento de sombras en la excusa perfecta para el dominio de los pocos sobre los muchos.

Sin filósofos de la talla de Platón o de Bueno la reflexión se alejará de la vida, del verdadero saber, y se dirigirá a la deriva de la complacencia. No nos arruguemos y dejemos de lado un saber tan potente, tan real para poder explicar críticamente el mundo que nos toca vivir. No los orillemos al olvido no intentando con cautela y serenidad ofrecer una alternativa reflexiva que permita mejorar lo que ellos nos dicen. ¡Cuidado con hacerlo!, en la confusión lo fácil puede ser asimilado como imperecedero y esta vez la fuerza de los dogmas que creíamos al menos debilitados podrá asomar.

Un intento por extirpar de la vida pública y académica la filosofía crítica lo perpetró en su momento el que fuera ministro de Educación Sr. Wert, hoy son otros los que desde el anonimato pretende hacer lo mismo. Ya nos advertía Platón del peligro de la vuelta desde el verdadero saber a las sombras de la caverna cuando nos decía: “¿acaso no daría motivos de burla y se diría de él que, al subir, había echado a perder los ojos y que no merecía la pena intentar ir arriba?, y al que se pusiese a soltarlos y subirlos ¿no irían a asesinarle si de alguna manera pudiesen echarle mano y matarlo?» En ambos casos se continúa intentando su asesinato intelectual incluso cuando ya no están entre nosotros. Mal síntoma.


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