De la amistad y la justicia entre Estados

Fecha: 30 mayo, 2018 por: dariomartinez

El terreno político europeo se está enfangando. Se supone que somos una comunidad, una asociación de países unidos por la amistad, por intereses comunes compartidos, incluso transnacionales (especialmente frente a EE.UU, China y Rusia). El entusiasmo atiborrado de buena fe y falto de razón nos ilusiona, pero también nos ciega. Como nación política nuestra desafección generalizada se nutre del típico complejo de inferioridad que asume lo que somos como causa necesaria de un pasado lleno de horror. La leyenda negra nos toma, se apodera de nosotros, y así para elevarnos por encima de nuestra mermada condición se articuló nuestra entrada en la Comunidad Europea (1986). En Europa la salvación, la unión en forma de lazos de amistad y justicia compartida, y la posibilidad de sacudir por fin nuestro estigma histórico.

Ahora bien, en el actual contexto europeo se exige un marco de confianza mutua, el espacio jurídico común habrá de velar con sus actos por mantener inerme dicho principio. La igualdad entre miembros de la misma condición se supone y se ejerce. Como sujetos políticos soberanos los estados miembros  que firmaron el Tratado de Schengen velarán porque más allá de sus fronteras la justicia se cumpla. Cada estado ha de respetar al otro, no se han de poder poner en duda las decisiones legítimamente tomadas por los diferentes estamentos judiciales de cada nación reconocida en lo relativo a asuntos de extradición. Pero la realidad es otra bien distinta. Bélgica y Alemania con los líderes fugados del secesionismo catalán de la justicia española son, no sólo Estados poco amistosos, faltos de confianza, o no deseosos de lo mejor para el otro miembro amigo, son especialmente beligerantes, ahondan en los espacios de incertidumbre, cuestionan toda argumentación, toda información facilitada, dilatan los tiempos, exigen un rigor extenuante en el contenido y en las formas…hasta que acaban diluyendo el principio de confianza legislativo mutuo. Su positivismo jurídico es de libro: las leyes se han de obedecer simplemente porque son leyes, haciendo de las buenas intenciones, la amistad, la confianza entre estados, baratijas propias de filósofos trasnochados. Con todo, el sabio Aristóteles quizá nos pueda ayudar cuando nos dice en lo referente a la amistad y su relación con la justicia: “En toda asociación, cualquiera que ella sea, se encuentran a la vez la justicia y la amistad hasta cierto grado. A todo lo que se extiende la asociación, se extiende la amistad, porque estos son los límites de la justicia misma (…) Las injusticias son igualmente diferentes en estas relaciones, y adquieren tanta más importancia según que recaen sobre amigos más o menos íntimos. El deber de la justicia se aumenta naturalmente con la amistad, porque una y otra se aplican a los mismos seres y tienden a ser iguales”. Luego podemos concluir que nuestros presuntos amigos europeos son especialmente injustos al traicionar la relación de confianza subyacente.

Para salir de atolladeros en forma de ninguneos jurídicos como el que estamos viviendo la receta pasa por reescribir nuestra historia, empezando por triturar la leyenda negra española, buscar alianzas más amistosas con un país como Portugal y poner en marcha un proyecto de entendimiento con Iberoamérica que sirva para fortalecernos frente a Europa, permitiendo así que estrechen lazos con Europa casi 700 millones de ciudadanos de habla portuguesa y española. Proyecto no original, pergeñado a modo geométrico por Gustavo Bueno y asumido por Julio Anguita y otros destacados políticos de izquierdas.

 

Viene de lejos

Fecha: 18 mayo, 2018 por: dariomartinez

En estos días se está materializando lo que se fue rumiando en diferentes despachos europeos ocupados por Puigdemont para que alguien de su entorno fuese investido presidente provisional de Cataluña. El elegido es el Sr. Quim Torra. Los medios de comunicación nos han mostrado en estos últimos días una selección de textos de calidad ínfima sobre lo que no sólo piensa el Sr. Torra sino sobre lo que es más íntimo, lo que es parte de su ser ideológicamente imperturbable, invariable, impermeable; ese ser es especialmente simple, es primitivo, no es otra cosa que un hediondo discurso apegado a la diferencia racial entre hombres, a una jerarquía natural, biológica, determinada, que muestra científicamente que unos grupos humanos son superiores a otros a nivel físico, intelectual, moral y cultural; un racismo que repudia el mestizaje por ser causa necesaria del deterioro de la ficticia pureza original; un racismo que se entiende como una evidencia científica inexpugnable, siendo muy socorrida la sangre, el ADN, el RH.  Recogen verdades del ámbito de lo estrictamente biológico y las trasladan al campo de lo político distorsionado la realidad, tergiversándola, doblegándola a sus propios intereses de casta, encarnándose ahora la verdad como metafísica, como mito, que directamente confunde y engaña.

Pues bien, dicha naturaleza superior sólo logra eclosionar en una tierra fértil, fuera de ahí las ramas del árbol se secan. La tierra hace al pueblo, la comunidad nacional, no política, hace al individuo, la etnia eleva al ser humano, más allá del estado, más allá de la política, más allá de las leyes. Es la razón de ser de todo verdadero ser humano, obviamente catalán, es lo que lo eleva sin necesidad de acudir a nada trascendental, es lo que gratuitamente justifica que no jure o prometa la Constitución.

Lo que aquí escribo se puede consultar en los textos de tantos ideólogos nacionalistas catalanes que ya desde el siglo XIX vienen moldeando a muchos otros Srs. Torra, viene de lejos. Luego no es casual este fenómeno racial como elemento homogeneizador del nacionalismo étnico, es causal, es la palpable concreción de una trayectoria cuyo hilo inexorablemente conduce al odio.

También el Sr. Pujol es responsable ideológico. Con él la denuncia fue dulcificada y su figura a nivel político español asumida. En este odio hasta hace poco disimulado estaba el padre del actual nacionalismo secesionista catalán al que nos hemos de enfrentar dialécticamente y legalmente, artífice al que no sólo se le toleró psicológicamente sino que también se le tuvo que tolerar lógicamente al renunciar a la petición de pruebas, a la denuncia masiva de sus prejuicios raciales y a la elaboración de buenos argumentos que triturasen sus propuestas.

Todos los catalanes merecen algo tan bello y tan difícil en política como vivir bien, siendo más libres para poder ser mejores en función de sus capacidades y habilidades, siendo iguales y mereciendo el respeto y la igualdad en el uso de la palabra para así poder construir una sociedad más justa y democrática.

Sobre la eutanasia y su dificultad

Fecha: por: dariomartinez

Hoy podemos gestionar la vida humana desde el inicio hasta el final, bien sea para fomentarla: fecundación in vitro, o bien sea para eliminarla: aborto. Desde la Bioética y en el asunto de la eutanasia operatoria se activan fácilmente controversias. Se dan en los casos en los que el individuo voluntariamente solicita su muerte para eliminar un sufrimiento insoportable necesitando de terceras personas para materializar su deseo. Ahora mismo en España se quiere elaborar un marco legal que despenalice la práctica eutanásica cuando ésta se entiende como un procedimiento sujeto a lo que se conoce como muerte digna. Parece sencillo y bien intencionado, pero no olvidemos ser cautos, no desdeñamos su especial complejidad.

La muerte puede ser sobrevenida, imprevista, y a su vez violenta o natural. Una muerte violenta, por atentado terrorista, puede ser eutanásica dado que en ella hay ausencia de sufrimiento; así se suele decir, por boca de aquellas personas más cercanas al fallecido: «al menos no sufrió al morir». La confusión se presenta cuando “bueno” se entiende en un plano psicológico como no sufrimiento, digno, placentero, y se quiere trasladar ese mismo sentido al ámbito jurídico, es decir, como ajustado a derecho. Pero este tratamiento tan simple puede acarrear consecuencias contradictorias cuando el asunto va dirigido a casos en los que los procesos eutanásicos se quieren ejecutar con individuos plenamente conscientes, y donde el momento de su muerte, de no intervenir externamente nadie, se dará de forma natural y sobrevenida.

Aclaremos lo dicho con dos casos que representaron de forma dramática lo que intentamos decir. En 1998 la eutanasia clínica operada al tetrapléjico gallego Ramón Sampedro fue particular, solicitaba responsablemente una muerte digna. Era una persona rodeada de personas. Fue una muerte que trascendió lo privado llegando a colarse en los medios de comunicación. En este caso, sus más próximos allegados y sus amigos, se mantenían vinculados a Sampedro no por el deseo generoso de que viviera sino por el deseo expreso, alentado, sugerido, sostenido, planeado de acabar con lo que consideraban que era una vida indigna, luego lo indigno no era su muerte sino su vida atada a un cuerpo que no respondía. Años más tarde el preso de ETA De Juana Chaos decidió voluntariamente prolongar su estado de inanición hasta las últimas consecuencias, hasta la muerte, esto es, al igual que Sampedro, decidió prescindir de la vida, consideraba que su vida de preso en una cárcel del Estado español no era digna. El Estado tenía la obligación moral de mantener su vida, yendo incluso contra su voluntad. ¿Sería generoso colaborar con la decisión libre De Juana Chaos? Obviamente no, toda vida humana en tanto que humana es digna. Lo curioso es que en el caso de Sampedro se respetó escrupulosamente su decisión, siendo su trayectoria vital a nivel ético y moral intachable, en cambio, en el caso de De Juana Chaos no se respetó esa misma decisión libre, de su voluntad autónoma, siendo su trayectoria vital asesina. Como consecuencia, se articulan soluciones diferentes: quitarle la vida, por indigna, a Sampedro y mantenérsela, por digna, a De Juana Chaos. Por lo tanto, un marco legal vinculado a la eutanasia operatoria será especialmente problemático cuando se trata de individuos conscientes, y lo será porque la cuestión de fondo será dirimir qué es una vida digna o indigna, y ya no una muerte digna o indigna, y también será difícil dirimir quién legalmente lo ejecuta. Dicho problema siempre presentará elevadas cotas de incertidumbre, no creamos en soluciones fáciles.

 

 

 

 

Quim Torra: un presidente para la reflexión

Fecha: por: dariomartinez

Es muy sencillo, hagamos un ejercicio de intercambio de sustantivos. Acudamos a los fragmentos de bastante mal gusto y de sabiduría evaporada del Sr. Torra. Imagínense Vds. que donde dice españoles lo sustituyamos por catalanes, reducimos el espectro de población señalada, pero mantenemos intacta la tosquedad de su ignorancia de fondo. Imagínense ahora que tras lo publicado, este señor se presenta con dichas credenciales de desfachatez sin límites como candidato designado a dedo a la presidencia nada menos que de Cataluña. El recibimiento por de pronto sería otro, los calificativos hacia su persona supongo que para nada amistosos, su programa de gobierno para ser votado ni tan siquiera escuchado, su vilipendio público asegurado, y por supuesto, y quiero que quede claro, el voto buscado entre las filas de ERC y la CUP (en forma de abstención) negado de la forma más rotunda, el no sería atronador. Ahora bien, manteniendo el sustantivo inicial sus aliados de elección, por cierto, atiborradas de orgullo nacional étnico, afirman que el nuevo presidente provisional es progresista y de izquierdas.

No salgo de mi asombro. Ahora parte de la izquierda (me niego a creer que toda) obvia la razón, elude la igualdad entre los ciudadanos, se desentiende de quienes rechazan con buenos argumentos los privilegios infundados de clase, apuesta decididamente por un sectarismo en forma de prejuicios que atiende a lo negativo, no se percatan de lo positivo, distorsionan la realidad y se aúpan en la soberbia mal entendida del que cree que sin dudar ya lo sabe todo e incluso puede iluminadamente anticipar el futuro. ¡Qué pena! Marxismo rancio con pinceladas de romanticismo decimonónico, adornado con la representación de un pueblo que está por encima del bien y del mal, y no digamos de la ley.

Que la desafección generalizada no nos convierta en cómplices.

https://mas.lne.es/cartasdeloslectores/carta/30943/

Sobre la paz, ¿qué paz?

Fecha: 4 mayo, 2018 por: dariomartinez

He podido leer en el día de hoy y en su periódico la siguiente noticia: El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, ha afirmado, tras darse a conocer el comunicado de ETA en el que anuncia su disolución, que «aquí estamos, a favor de Euskal Herria, a favor de la libertad, a favor de la paz» Este mensaje, redactado en euskera, se recoge en su cuenta oficial de twitter.

Verdaderamente si lo escuchamos engolfados en cualquier forma desconocida de ignorancia puede resultar atractivo. Puede incluso entenderse como un acto de compromiso serio, capaz de atraer el interés y los favores de quienes sin ser de aquí se adentran en este mar de sirenas. Pero seamos cautos, acompañemos nuestro combate crítico y dialéctico de la sabia virtud de la prudencia. Preguntémonos al modo socrático qué es lo que quiere decir realmente Otegi cuando habla de ideas tan elevadas como las de libertad y de paz. ¿Qué entiende por paz? ¿Cómo se alcanza la paz? El líder abertzale lo tiene claro pero es necesario explicar con rigor lo que nos quiere decir, entenderlo quizá nos ayude a saber tomar partido en tanto que ciudadanos comprometidos con el interés general del país al que pertenecemos.

El razonamiento que se nos ofrece obedece a un encadenamiento lógico impecable. Es un procedimiento deductivo, en forma de cascada que va de unas premisas asumidas como indudables y que han de conducir, al margen de cualquier sindéresis que se precie, de cualquier sabia distinción entre lo que está bien o lo que está mal, a la conclusión deseada: la paz. Ni el mismo Aristóteles podría ponerlo en cuestión si no fuese por la ambigüedad semántica que se esconde tras la idea mito, en este caso dominadora y confusa, de paz.

La paz que se nos ofrece parte de un postulado que no es posible cuestionar ni demostrar: España no existe, luego su “aquí” es algo diferente, es algo étnicamente puro, diferenciador, original, auténtico, prístino y que como colectividad no es otra cosa que una ficción llamada Euskal Herria homogeneizada en torno a un patrimonio lingüístico común (las llamadas siete provincias vascas que a no ser en su imaginario colectivo jamás existieron como entidad política, y menos como entidad nacional con soberanía en el conjunto de los ciudadanos vascos). Con la lengua como herramienta de diferenciación resulta más fácil crear estructuras de estado independientes, con la lengua el ideal se materializa en lo cotidiano, el ideal se hace carne.

Al amparo de su coartada ideológica y con la mirada puesta en un futuro que él y otros elegidos como él logran vislumbrar, los nuevos ciudadanos, una vez recuperado un patrimonio oculto bajo el poder distorsionador, devaluador,  del estado opresor español, serán por fin libres, no habrá obstáculos que puedan impedir su realización, su proyecto emancipador triunfante podrá iniciar un proceso de afianzamiento de un presente esta vez presidido por la paz. Y ahora la paz será la paz auténtica, una paz emanada de una realidad política republicana y socialista una vez se haya superado la fase presidida por el antagonismo de clases justificado por el sistema de producción capitalista y se haya abolido la propiedad privada. Será una paz democrática y quizá en el límite no representativa, sino directa y ejecutada a través de comités o soviets versión posmoderna, una paz que permitirá que sus ciudadanos se entiendan y puedan llegar a consensos que materialicen en forma de buen argumento el llamado interés común que ha de presidir toda forma recta de gobierno, claro está siempre y cuando se expresen en euskera o en inglés.

En definitiva, en Europa y fuera de España su paz, en España y fuera de Europa su beligerancia, o lo que es lo mismo: en la implosión de España su paz y nuestro no ser político actual. En esta división no se suma, simplemente todos perdemos cotas de soberanía (ellos y nosotros), además de debilitarnos como país frente a terceros estados-nación internamente unidos en el seno de esta lucha sin cuartel por la supervivencia y la estabilidad que es la Unión Europea.