A través del espejo de Utopía
Fecha: 24 diciembre, 2018 por: dariomartinez
El hombre sólo en el acá, Dios sólo en el allá cada vez más distante del interior de la reflexión silenciosa y ciega de cada uno de nosotros. Sobre este erial ¿cómo pergeñar un Estado ajustado a la razón? ¿En qué espejo mirar para intuir vía conocimiento lo que es el bien político? Tomás Moro no escatimaba esfuerzos en sus pesquisas, ellas le llevaban a dónde simplemente no es, enraizándose en lo que sólo puede ser una ficción: Utopía. Pero, ¿qué importancia comporta para la posterior acción política dicha idealidad? ¿Por qué asirnos de lo que sólo es en la imaginación? Se nos presenta en forma de fábula un mundo cuya sociedad civil es convergente, es decir, está organizada en base a una división social por todos asumida, la unidad es aquí impecable, cada uno, en tanto que miembro de un colectivo encarnado en el Estado, es consciente de su hacer, de su contribución positiva y permanente a la justicia de la ciudad. Esta temeraria ficción, y no únicamente ésta, resultará dañina al situarse en uno de los focos de mayor fuerza persuasiva de muchas de las doctrinas políticas construidas en el fango de las sociedades modernas y contemporáneas realmente existentes. Con la ejecución de dichos proyectos políticos se instaurará un proceder tanto impecable como implacable frente a la divergencia. En el acá, en el mundo del ciudadano como célula activa y sagrada de las sociedades políticas, a la hora de construir el futuro ideal y perfecto o a la hora de construir el pasado de la ya no existente Edad de Oro el presente simplemente claudicará o sencillamente será prescindible. La razón de Estado en forma de buen orden o eutaxia no dará tregua; al abrigo de la astuta razón las masas homogéneas de ciudadanos estarán lejos del orden bueno y justo de la Utopía de Moro y sí impregnadas de la putrefacción de una distopía ciega y alienante. Así la mayoría de la sociedad civil vivirá temerosa ante los embates de la arbitrariedad del líder carismático de turno, o se idiotizará ante el poder coactivo y en muchas ocasiones virtual del saber sin mácula de la ciencia y su hacer tecnológico, o bien delegará hasta la más rotunda de la sumisiones ante la autoridad sin límites engendrada por el partido ortodoxo, disciplinado y desvelador de lo que aún está por llegar.
¿Y sin utopía? El presente como fin de la historia y la misión de perpetuar y extender hasta la frontera de la globalización su existencia y su poder, sea por la senda de la convicción o de la coacción en forma de embargo o guerra. Democracia, capitalismo y pueblo elegido sus ingredientes.