Hacia la vida sabia (propuesta)
Fecha: 30 septiembre, 2019 por: dariomartinez
Es la vida el mejor antídoto contra la muerte. Aquí no vale una vida cualquiera. No es tampoco la vida de cualquiera. Es una vida especial por única. Por este motivo es obligado para que cobre pleno sentido ligarla a la persona. Hemos de analizarla dentro de los parámetros inscritos entre el difícil equilibrio entre el bien y el mal, en una escala amparada por una mínima sindéresis. No ha lugar a la elaboración de un diagnóstico orientado hacia construcciones cerradas y categoriales como puedan ser las etológicas o teológicas, no hablamos de seres individuales con una vida restringida al campo de lo biológico y si me apuran de lo animal o etológico, tampoco de seres que por ser su condición, derivada de sus logros, divina, pasan a ser sujetos temáticos de disciplinas como la teología. No somos dioses, ni siquiera somos seres humanos que aspiran simplemente a vivir, somos seres institucionalmente reconocidos por otros, por otros tus y otros ellos agrupados en colectividades constituidas en tanto que nos incluyen en el nosotros en marcha. La vida de cada uno ha de poder desplegarse como persona en el seno de una sociedad de personas, de una sociedad cambiante, histórica, culturalmente constituida que nos sirva de escenario necesario para poder llegar a ser en nuestro devenir alguien mejor; un ser personal que con sus actos ejecutados frente a otros como actor y responsable de los mismos, es decir como autor, le sean enriquecedores. Ataviado de este proceder diario y guiado por la prudencia podrá lograr que la vida sea un auténtico desafío para la muerte. Mi yo corporal, mi yo empírico, podrá sucumbir al paso del tiempo. Ese yo diminuto, obligado, por el que cada uno debe velar, procurando mantenerlo dentro de sus posibilidades, será el lugar ideal para construir una persona que trascienda la mera existencia, con actos eficaces, con propuestas para otros que condicionen otras vidas para poder hacer crecer al otro, con la autoridad que hemos de reivindicar a los actos gobernados por el saber y el bien, orientándolo a lo mejor. Así debemos aspirar a extraer al otro de la caverna para poder así con buenos argumentos hacer brillar las ideas necesarias que nos permitan doblegar, a través del conocimiento, las causas que nos arrastran a la mera conjetura, al perpetuo sí o no, y que facilitan la vida haciéndola más satisfactoria, pero que desgraciadamente son esquivas al vivir bien. Por lo tanto:
La vida es requisito ineludible para poder ser capaces en tanto que personas que están con otras personas de eludir vía trascendencia la muerte;
La materialización de dicho acto es de los menos;
El reflexionar filosófico ha de ser capaz racionalmente de destruir los discursos que nos avoquen a la nada como forma extrema de muerte sin recuerdo;
Los discursos apocalípticos, con carga de muerte máxima e inexorable nos pueden atrapar en la barbarie, o al menos en el terreno del falso hacer de quien dice conocer la verdad sin falta de trasmitir su camino de llegada. Contra el gnosticismo pesimista y embaucador, filosofía crítica, realista y no ingenua.