La confusión un posible semillero de votos

Fecha: 28 febrero, 2020 por: dariomartinez

Hay muchas formas de construir muros. Con miles de ladrillos de confusión

Leo en estos días una cita muy interesante de F.Bacon, uno de los más importantes filósofos de la modernidad y de la ciencia, dice: “con mayor celeridad emerge la verdad del error que de la confusión”. En el abrupto terreno de la política la verdad es difícil, al menos en un grado de abstracción y necesidad mínimo. Nuestras conductas son dispares, los intereses particulares plurales, el obrar colectivo imposible de pronosticar, la valoración de los resultados abierta y sometida al ineludible escrutinio ideológico. El obrar bien de todos, o siendo más precavidos de muchos, no sabemos si necesariamente conducirá a una materialización más real de una justicia social en forma de interés general. En una sociedad en marcha los planes de futuro han de ser prudentes, pero también hemos de reconocer que son, dada su naturaleza política, ficticios, virtuales, posibles, eso sí, siempre y cuando no se apueste por políticas utópicas ávidas por sacrificar el presente y poner en marcha planes de estabilidad estériles, ineficaces o simplemente desestabilizadores. Queda claro el hecho de que la posible verdad política es problemática. Pero por lo menos sí ha de poder darse un proceso bien meditado que permita entenderlo como coherente, como garante de un orden tan necesario para la convivencia como para el logro particular de nuestras aspiraciones más elevadas y sabias de libertad.

Quienes han de servir de guías de nuestras trayectorias particulares de vida se atiborran de principios, en su abundancia y variabilidad se tornan vacíos; el ciudadano no sabe a dónde dirigir sus pesquisas prácticas. No hay principios coordinadores que permitan dar sentido a la estructura y al funcionamiento del Estado. En la confusión generalizada todo vale, o todo carece de interés. El nihilismo o la apatía se tornan carta de presentación de todo ciudadano dispuesto a vivir bien, sin altibajos, sin preocupaciones. La razón se colapsa, el error no se reconoce, el bien se ausenta, la justicia se debilita hasta someterla a la formalidad de la inacción. Un mal ejercicio práctico de vida, particular o colectivo, puede no tener consecuencias. Explorar las vías de la ilegalidad puede resultar beneficioso.

En nuestro país surge el problema cuando lo que domina es la mera confusión. La conducta de los ciudadanos españoles está sumida en la inmediatez. Dilatar el tiempo de cara al futuro parece inoportuno. La felicidad se agota en la satisfacción de cualquier tipo de falsa necesidad, ya sea caprichosa, indecorosa e incluso amoral.

Vistas así las cosas, en la confusión de todos los ejecutivos, y de este en particular, convierten desde su punto de vista cualquier tipo de actuación en impecable, el fallo no tiene cabida. Pero en la sobreabundancia de principios no gana la verdad, domina la opinión, lo emocional, lo que sea fácil de aceptar por la mayoría sin falta de devanarse los sesos, en otras palabras: lo que pueda garantizar más votos. De este modo intentar pergeñar una política en beneficio del interés común se topa permanentemente con la imposibilidad de poder aunar un mínimo de coherencia, y esto porque es imposible engarzar lo que diecisiete comunidades autónomas quieren para sus ciudadanos. Esta es la realidad que hasta ahora ha hecho imposible por ejemplo un pacto de Estado por la Educación o un pacto que permita diseñar un Estado que pueda competir frente a otros con garantías, no frente a otras comunidades autónomas mirando cada una de ellas y de forma mezquina por sus intereses. En nuestra debilidad como nación política la fuerza de los otros. Construir muros de discordia entre vecinos transforma nuestra democracia en una forma de hacer política sometida a una irracional cadena de favores. Muy feudal ella.

https://mas.lne.es/cartasdeloslectores/carta/37961/confusion-posible-semillero-votos.html

Evidencias del cambio climático. Algunas consecuencias…económicas y sociales

Fecha: 25 febrero, 2020 por: dariomartinez

¡Rico, rico!

Hablamos de la relación causal, del vínculo sinectivo, necesario, esencial y que responde a la terca realidad entre la bajada de PH de los océanos y sus consecuencias. La acidificación afecta directamente, y esto se explica en forma de ley impersonal, al debilitamiento de la salud de los organismos que para vivir necesitan para su defensa de un esqueleto en forma de concha o armazón constituido por CaCO3 (Carbonato cálcico); su merma les afecta directamente. La cadena trófica marina se resiente en su base, al alterarse una de sus partes las consecuencias llegan hasta los animales marinos de la parte superior de la pirámide. Todo el sistema se corrompe, deja de ser lo que ha de ser por mal funcionamiento, se vicia, se orienta hacia la extinción.

Además afecta a la respiración branquial de los peces, les hace más vulnerables, el intercambio de O2 será menos eficiente. El menor número de individuos de muchas de las especies marinas una consecuencia.

Ante esta situación la respuesta humana se hace urgente. Repercutirá en las cuotas, en los niveles de capturas por zonas: menos tiempo, menos toneladas. El productor, el armador, se enfrentará a mayores dificultades a la hora de mantener su negocio. Deberá seguir invirtiendo en capital variable, es decir en los sueldos de sus trabajadores, pero a menores ingresos por menor volumen de venta, sólo caben tres soluciones: despidos, congelación o bajada de sueldos. Intentará si es factible, si su capital ahorrado se lo permite, invertir en capital fijo, en tecnología. Mejores barcos, mejores técnicas de pesca, más eficacia, mengua del error, menos operarios. En fin, el número de armadores en la región irá menguando. Las condiciones exigidas desde la Unión Europea (UE), orientadas a amortiguar las consecuencias negativas que afectan a la fauna marina por la acidificación de los océanos y los mares, hará que el número de armadores y trabajadores del sector disminuya. Provocará también que intenten adaptarse a las nuevas condiciones de pesca, es decir acudir a nuevos caladeros, a nuevas capturas, a otros mares (v.g. Sahara Occidental).

La distribución se encarecerá. Si la pesca disminuye en las proximidades, el abastecimiento de pesca o capturas frescas se tornará imposible. Se incrementará la oferta de congelados y de productos marinos de cebadero (v.g. Lubina, Dorada). Disminuirá la calidad, se apreciará menos, se sustituirá por otros productos. La menor oferta no podrá satisfacer la demanda, el producto fresco se encarecerá. Será una contribución más, en sentido negativo, al lento proceso de despoblación, de deslocalización sita en zonas del primer mundo que no podrán competir por subsistir en un mercado global más competitivo, más exigente, con más potenciales consumidores, y menos recursos.

Los sectores sociales de los diferentes territorios más expuestos a las incertidumbres del mercado estarán en desventaja. Ajustar sus recursos a sus necesidades, pasarán por sustituir alimentos nutritivos y saludables, como el pescado, por otros más económicos. Se alterará su dieta y serán más vulnerables a enfermedades tales como: la diabetes, el colesterol y la obesidad mórbida.

Se alterará toda la cadena trófica humana, todo el recorrido que va desde el mar a la mesa.

Ahora bien, si desde el mar se presiona, si a la vez se presiona en forma de propuesta acelerada, urgente, hacia el menor uso de energía derivado de la quema de combustibles sólidos (Transición ecológica. Un intento por frenar las emisiones de CO2), si los “fondos verdes” prometidos son insuficientes, si las tarifas eléctricas para las industrias hiperelectrointensivas e intensivas son poco competitivas, entonces los cierres, el aumento del paro, el incremento silenciado de los suicidios, la marcha de los jóvenes mejor preparados, irá incrementándose, haciendo de muchas regiones de España, Asturias por ejemplo, zonas cada vez más expuestas y vulnerables. Se convertirán en una especie de plataforma de hielo que se irá derritiendo en forma de permanente proceso de despoblación.

Arte y libertad

Fecha: 19 febrero, 2020 por: dariomartinez

Buen arte. Hace libre al espectador y por supuesto al autor.

Hablemos de la libertad en nuestro marco político. El fin del Estado es la libertad. Este individuo colectivo que ha de velar por el interés común no puede pretender legislarlo todo. El espacio individual de libertad, la particularidad asociada a cada uno de nosotros en tanto que ciudadanos, es algo que entre todos hemos de proteger.

El marco legal compartido ha de permitir que los ciudadanos sean libres. En España la libertad de expresión está consagrada, prácticamente se puede decir de todo. Se puede pedir abiertamente que España desaparezca, es decir que el orden constitucional actual deje de ser o al menos sea ineficaz, siendo sustituido por un orden un tanto arbitrario amparado por los pueblos que lo representan: muchos, variados, variopintos, ingobernables como unión, pero desde sus premisas absolutamente libres. Los límites a la libertad legalmente fijados son aquellos que inciden en la exaltación de la violencia irracional, en la apuesta en suma por la discriminación gratuita o incluso la eliminación física de quien se considera inferior desde la atalaya de la superioridad. La apología del terrorismo es condenable, esto es obvio, y aceptado por cualquiera en su sano juicio.

Vayamos un poco más allá. Intentemos iluminar el asunto dándole brillo con buenos argumentos. Encuadremos nuestro análisis en el ámbito del arte. Aquí la libertad se entiende como ilimitada. Es una simple cuestión de gusto. Cada uno como espectador la recibe como quiera, la experimenta a su modo. La obra de arte es un fin en sí mismo. Su función cobra sentido si logra atrapar al espectador. Una buena obra ha de ser entendida y quien la sienta puede emocionarse. Este momento da como resultado una evasión temporal de la prosa de la vida. Siendo cuestión de gusto, el mal gusto, tanto del espectador como del artista, también tienen su sitio. La libertad de, muy moderna ella, reclamada, estimada, fácil de asimilar es inexpugnable, intocable. Pero a su lado hemos de reivindicar la libertad para, la libertad entendida como capacidad, habilidad, destreza personal para poder ser mejores personas, más reales, más potentes, en el seno de una sociedad de personas. Más capacidad dirigida a uno mismo y a los demás posibilitará que la sociedad sea mejor. De este modo la libertad ha de responder a las preguntas clave: ¿mis actos me hacen mejor persona? Y a un tiempo, ¿mis actos hacen que los otros sean mejores personas? Este tipo de libertad es más exigente, requiere de lucha, saber, rigor, de altas dosis de prudencia, de superación asumida del error, y por supuesto de reconocimiento social. El público es imprescindible. Ante el mal gusto nuestra respuesta como receptores de la obra de arte no ha de ser otra que la falta de emoción, el desprecio del no aprecio. Fijemos nuestra mirada crítica en lo bueno, en lo bello, en el arte cargado de esfuerzo, saber hacer, genialidad; démosle la espalda a lo fútil, hortera, grotesco, irrelevante, ineficaz en el sentido práctico por falta de sentido que pueda ser proyectado hacia cada una de nuestras trayectorias de vida particulares. Lo irrelevante no puede tener un protagonismo que no merece. Intentemos luchar por ser un público exigente. Abracemos una libertad que aliente la razón luchando porque cada uno de nosotros sea mejor.

No hagamos famoso, no le demos el momento de gloria, a quien por su mal hacer no es más que un cualquiera, o que simplemente no es capaz de desbancar a la cosa de su naturaleza y elevarla a arte dejando atrás el artefacto.

En el terreno de Freud

Fecha: 15 febrero, 2020 por: dariomartinez

O Gregorio Samsa o José K

Reciente. Una noche pasada de este mes de febrero. Podía ser una más, pero queda impresa en mi memoria por su impacto.  El sueño se tuerce, el descanso se agita, y la pesadilla me levanta de la cama. No pasa nada, todo en orden, menos yo. Reflexiono sobre lo vivido.  Lo aíslo de la duda metódica de Descartes, lo incorporo a mi trayectoria de vida e intento darle un sentido. Reconozco mis miedos. No son extraordinarios, pero los acompaño de lo que es mi persona.

Durante el descanso nocturno habitual y necesario que en mayor o menor medida ejecutamos para simplemente vivir nuestro cerebro sigue en marcha, es una especie de estabilidad dinámica. Nuestra trayectoria de vida nos hace personas, nos identifica como únicos, nos otorga una personalidad irrepetible. Nuestro presente nocturno es activo y en él podemos vivir momentos de ficción orientados hacia un futuro incierto. Dichas ficciones pueden tener su fuerza.

Un sueño, una ficción que virtualmente actúa en el futuro. Comienza con una prueba inquietante, un examen de oposición, ya se sabe: “muchos los llamados pocos los escogidos”. El azar dispone el tema que he de resolver, las destrezas en forma de saber que he de plasmar sobre el papel. Me toca en suerte: Kafka. He de intentar resolverlo de modo coherente, pero el tema no lo permite. El castillo al que quiero llegar es lejano, muy lejano, no hay camino, no hay regreso, no hay posibilidad de buen hacer. El examen se complica, el tiempo me aplasta. En el intervalo, y sin percatarme, se me entrega la segunda parte de la prueba. Sigo ante las puertas de la ley, el proceso continúa sin resultado favorable alguno. Mis esfuerzos imposibles persisten, sigo fiel al sefardí holandés, pero Espinosa se derrumba. Como José K., Gregorio Samsa  o simplemente K. lo que en ese momento creo que es ficción se transforma en realidad. El revés de la nota una contingencia cada vez más firme. Con todo insisto, el sueño se deteriora, la pesadilla crece. Entrego la primera prueba, sé que Kafka ha resultado un escollo imposible por absurdo, la quiebra de la razón la victoria de la prueba. Me agarro a una esperanza, la segunda parte del ejercicio mi salvavidas. Le solicito al presidente del Tribunal examinador el segundo ejercicio. Ya se me ha dado, pero yo no lo tengo. Me agito pero no lo muestro. Acudo a mi puesto, en la mesa no hay nada. Quizás se lo llevó el viento, busco por todas partes. El agobio se instala en mí, el tiempo me es desfavorable, me estrangula, me limita las posibilidades. Lo encuentro pero al mismo tiempo pierdo la mesa que me servía de plataforma perfecta para plasmar mis habilidades y conocimientos. Repaso con la mirada otras posibilidades. Sólo una. Está próxima, pero está ocupada por un amigo. Se está comiendo una tortilla de patata. Está poco hecha y la grasa se desparrama por la superficie. Se interesa por mi situación pero no reconduce su conducta, primero su tortilla, después mi examen. Se lo muestro con el gesto, no le quiere decir nada porque me parece evidente. No da resultado. Se la acaba, se percata de mi apremio, me cede el sitio. Antes, muy amablemente limpia la mesa. Sin interés, sin necesidad alguna por hacerlo bien. Para ayudarme me quita el folio de las manos y lo deposita encima de una mesa aún ocultada por la grasa de la tortilla. La hoja de la prueba se estropea, no se puede hacer nada. Claudico. Me voy. Ni tan siquiera me muestro enfadado. Asumo la derrota ante una prueba que creía que podía superar con mis capacidades, para la que me había preparado. Dejo el edificio de mis males, intento olvidar. Otro amigo, este con poco tacto. Sigue a Kant, en un mundo gobernado por el sometimiento de todos al imperativo categórico, no hay resquicio para la mentira. Me interroga, me voy de la lengua, me fulmina con su discurso, me incapacita, ante la verdad me hundo. Pierdo toda esperanza. Ahora me he convertido en un horrible insecto: grande, poco grácil, estúpido.

Despierto. Tal vez podría ser pasto para los análisis del viejo Freud. Prefiero ahorrarle el trabajo.

Paradojas de la lucha contra el cambio climático

Fecha: 13 febrero, 2020 por: dariomartinez

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También N2O y CH4

Es una noticia muy reciente, publicada el 29 de enero del mes pasado, extraída de “Energías renovables. El periodismo de las energías limpias”. El artículo lleva por título: “España importa electricidad de Marruecos dos veces más intensiva en carbón que la nacional”. Se sitúa en nuestro vecino del sur pero tanto sus causas como sus consecuencias tienen una notable presencia en España, concretamente en aquellas zonas donde la instalación de centrales térmicas, alimentadas con carbón para la producción de energía, es (y va camino de dejar de ser) mayor: Castilla y León, Asturias y Aragón.

El artículo recoge una situación anómala por no ajustarse al orden deseado y ejecutado desde los gobiernos europeos. Desde la Unión Europea (UE) se están activando políticas económicas, a nivel de gestión y planificación, un tanto imprudentes. Se pide la cuadratura del círculo. Queremos generar energías limpias, pero a la vez nuestra industria necesita de un suministro eléctrico estable, no sólo suficiente, es decir independiente de los vaivenes climáticos: fuerza del viento, horas de sol.

El precipitado programa de descarbonización trae como consecuencia que las grandes industrias aprovechen la ocasión para poder justificadamente, legalmente, deshacerse de sus centrales térmicas más obsoletas y menos rentables. El capital privado, una vez vendido nuestro patrimonio industrial y energético, al ser independiente del poder del Estado, no se le puede exigir que haga aquello que los políticos demandan. Así los cierres no van acompañados de puestos de trabajo alternativos, las zonas más afectadas, por ejemplo en Castilla y León: Ponferrada, Alto Sil y Valle de Laciana se hundirán en la miseria, con la consiguiente despoblación derivada de una traumática deslocalización.  Estas son las consecuencias de un ajuste brusco, poco meditado, poco prudente.

Luego los cierres de las térmicas: Compostilla en León, Soto de la Barca o Lada en Asturias,  Andorra en Aragón no significa que las grandes empresas de consumo electrointensivo, o nuestros hogares, dejen de consumir electricidad, tampoco significa que los nuevos vehículos eléctricos ya no necesiten cargar para funcionar. De este modo es muy atractiva la importación de electricidad de terceros países que ejecutan sus planes de gobierno al margen de la UE. Es un error hacer política en nombre de la humanidad y del planeta, no todos tienen las mismas necesidades, no todos pueden ejecutar los mismos planes de sostenimiento de la capa basal de cada uno de los Estados. No ajustar la acción política a la dialéctica de Estados es imprudente.

La noticia no achaca el problema al consumidor, ni a los planes del ejecutivo español amparados y estimulados desde Europa, tampoco se añade, vendría después, que el reparto de  los “fondos verdes” europeos ha dejado en principio a España en una situación de debilidad para avanzar en un proyecto de transición ecológica justa; los beneficiados: la inexpugnable Alemania, que a favor de sus intereses, controla a la UE a su antojo, y Polonia, nuevo aliado germano, que reciben buenos fondos gracias a su apuesta por la conservación de sus yacimientos  mineros, en el caso de Polonia, y por la construcción de una térmica de gran capacidad por parte de Alemania, obviamente una central ecológica y sostenible, ¡faltaría más! Tampoco dice nada la noticia de la importación de electricidad limpia y de alto riesgo procedente de Francia, concretamente de sus centrales nucleares.

El carácter científico de la noticia es mínimo. Una lectura científica del tema disuade al potencial lector, al público no se le puede exigir una lectura tediosa, difícil, rigurosa, en base a datos y a estadísticas. Por otra parte es obvio que el tema no es sólo científico. Podemos decir que el componente ideológico de fondo es ineludible, porque de lo que se habla es de las causas y de las consecuencias del cambio climático, y éstas se asocian con los hábitos productivos humanos, concretamente con la emisión de CO2, N2O y CH4, los llamados gases de efecto invernadero, y el aumento de la temperatura de la Tierra. Por tanto el asunto no es en rigor exclusivamente científico (de ahí: “consenso generalizado de la comunidad científica”, más en términos políticos que gnoseológicos, en la línea de T.S. Kuhn y su apuesta por la quiebra de la razón), y no puede serlo, porque dicho principio coordinador de todos los asuntos relativos al cambio climático en forma de leyes y teoremas que den cuenta de un campo perfectamente delimitado de análisis de una realidad tan compleja como es la del clima global, depende, para ser preciso por verdadero, de una respuesta científica que anule las voluntades, que neutralice a los seres humanos en tanto que contenido temático esencial al ser entendido como causa del deterioro climático. Pero este intento en aras del rigor y de la verdad, corre el riesgo de actuar al margen de las necesidades de los ciudadanos de cada uno de los Estados. En conclusión, los resultados entendidos como verdaderos en este tema, en forma de cierres que expliquen los fenómenos de forma precisa, esencial, atendiendo a sus causas últimas, y si estas son estrictamente humanas, antrópicas (si no responden a un cambio climático ajeno al hombre, serían anantrópicas: excentricidad de la órbita de la Tierra, oblicuidad y precesión de los equinoccios, según los ciclos de Milankovitch) entonces los cierres serán flotantes, sometidos a discusión, problemáticos, porque los principios reguladores ahora serán fruto del consenso, del acuerdo político, de los intereses de los diferentes Estados por satisfacer las necesidades de sus ciudadanos. En esta dialéctica, los acuerdos dependerán por tanto de los ejecutivos de EE.UU., China, Rusia o Australia (por cierto, país más contaminante por habitante), países que no están por el acuerdo.

En definitiva, los resultados de la ciencia servirán para entender que la estabilidad de los Estados periféricos de Europa dependerá cada vez más de los países vecinos y de sus interconexiones energéticas. Más  pobres, más inestables y más vulnerables a necesidades energéticas ajenas. Someterles a aranceles verdes puede ser una rémora a corto y medio plazo, su inestabilidad derivada de la miseria o de intereses internos enfrentados puede arrastrar a muchos de los suyos a territorios más estables. Sin futuro la emigración pasa a ser una necesidad a la vez que una esperanza no ficticia.

Me viene a la memoria, si bien plagiándola y quizá tergiversándola, la frase de Unamuno: ¡qué contaminen en ellos!