Una aproximación desde otras reflexiones. Ni original, ni arbitraria, tampoco una mera ocurrencia.
1.- Los problemas de la ontología
Tras los análisis de Parménides sobre el ser en general la filosofía abre de forma definitiva un terreno de reflexión sin fin. Ser ya no será nada más que un verbo necesariamente unido al cambio de lo real, será también un sustantivo, “el ser” entendido ahora como lo que permanece en el cambio y es decible como verdadero. La cuestión por de pronto se torna compleja, ya que de la primera figura reflexiva de Parménides ya surge un problema entre ontología, gnoseología y lógica. Pero vayamos por partes. La ontología general se ocupa del ser en general, no de éste o aquel ente concreto y determinado, accesible a la conceptualización rigurosa parida por las diferentes ciencias, se ocupa pues, del ser más amplio posible, del ser más difícil de atar al concepto, de atar con Aristóteles y el mismo Kant a las categorías.
La pregunta por el ser exige dar una definición del mismo, el rigor socrático nos invade desde el albor de la filosofía ya en sentido académico, pero el problema está en que dar una definición es delimitar algo que en este caso no es posible, es pedir un imposible, circunscribirlo a unos términos más generales es inútil dado que no hay en sí mismo término o concepto más general y abstracto, no por ello como veremos metafísico. Quizá podríamos empezar por reconocer que ya no es un término entendido como concepto, sino que va más allá, además su saber es mucho más problemático ya que trasciende lo sensible y se convierte en idea. Nietzsche cerraría tal posibilidad porque esto supondría duplicar lo ya existente, supondría inventarse un mundo que no es, que no es real, un mundo que podríamos entender como la casa de la mediocridad en forma de debilidad de los más.
Además, definir un concepto significa enumerar y aclarar cada una de las innumerables notas y características de lo definido. Un concepto preciso es reducido y viene perfectamente definido, un concepto amplio o el más amplio en última instancia no tiene notas que lo definan, de ahí que Hegel en su tortuosa obra Lógica nos dejara como resultado la siguiente afirmación: “el ser al margen del ente, de lo mundano, no es nada”. Luego, tanto del ser, como de la nada no podemos predicar nada; la única salida la verá en el devenir que necesariamente se dará entre el ser y la nada, devenir más real y dialécticamente superador y entendido como movimiento hacia la razón de lo real en su camino hacia la realización en el Estado del espíritu absoluto en sus manifestaciones más excelsas y ajenas a lo natural y libre: arte, religión y filosofía. Resumiendo, tenemos una ontología general que trataría del ser en general y que es plural, cambiante e infinita (el Dios de Espinosa sometido a la necesidad, no finalista y por supuesto impersonal o no voluntarioso), de lo que tienen en común todos los entes, y una ontología especial o del ente, de lo individual, particular y concreto que también posee ser y que se da en el espacio, siendo material, físico, objetual, se da en el tiempo, siendo psicológico, fenomenológico o pensado, y más allá del espacio y del tiempo se dará en forma de verdad del tipo matemático como pueda ser un axioma o un teorema, siendo esencia y todos ellas: tres dimensiones del ser inseparables e irreducitibles, en contra de Popper y sus mundos por ejemplo (la senda de Wolff es obviamente recuperada, a estas alturas no nos atrevemos a ser originales).
2.- La filosofía como pregunta por el ser
Estamos dispuestos a defender que la historia de la filosofía encuentra entre sus temas centrales la pregunta por el ser. Que esto sea así no nos dispone a afirmar que sea en última instancia el tema central de todo discurrir filosófico, ni fue el primero ni original, ni fue el exclusivo. Tampoco queremos decir que sea un recorrido, al modo de Heidegger, por la travesía del olvido del ser, por la errónea vía del ente en exclusiva, por la racionalización de lo que va más allá de lo estrictamente cuantificable y matematizable. La historia de la filosofía ha tratado la cuestión del ser, del acto del ente, de la causa esencial y última de todo lo que es, de todo lo que existe, de lo que es real y existe en sí (esse) y por sí mismo al margen del sujeto que lo conoce de muchas formas: Physis, Idea (Bien), Uno, Ser, Dios, Cogito, etc., pero en todas ellas el procedimiento podía desembocar en una filosofía dogmática que presuponía a priori la existencia de una realidad, entendida como trascendental o si acaso inmanente, que sólo el sabio podía aprehender intuitivamente, y sólo él estaba capacitado para enseñarla, para mostrarla en forma de sustancia hipostasiada ajena a una definición definitiva, lo que obliga a acudir a la fe, a la creencia no fundada o a la intuición como postulación fundamentador del recorrido inicial de la razón. La metafísica, con el avance de las ciencias durante el Renacimiento y la Modernidad, pasaría a ser el caballo de batalla de la nueva y variada reflexión filosófica. Hay una tendencia en el ser humano a intentar cosificar la realidad, a pretender superar la pluralidad real y cambiante por la unidad y la quietud, es el impulso propio de la razón aliado de la imaginación que intenta ir más allá de lo sensible y se instala con el fin de aclarar, de saber, en lo nouménico entendido como a priori con forma de idea; es esta ilusión trascendental la que nos lleva más allá de los límites de la mera razón teórica y por supuesto práctica, pero que nos son necesarios en el orden ético para dar sentido a nuestras limitadas existencias. Kant fija unos estrechos márgenes de la razón teórica y nos sumerge en el misterio, en el espacio del silencio y de lo irracional. Postular un ser, o más bien una materialidad, a nivel ontológico y general nos ayudará a regular, articular y dar sentido a los diferentes entes, y evitaremos de esta forma quedar atrapados en reduccionismos estériles y más metafísicos de los que pretendíamos desembarazarnos. A partir de aquí nos abrazaremos a lo dicho por David Álvargonzález en su ponencia abajo citada, marcará un camino no errático, tan firme como capaz de permitir entender un asunto tan alambicado, confuso y encubierto por todo tipo de metafísca. Casi es una transcripción, por este motivo irá entrecomillado.
2.1.- «¿De dónde brota? La idea de ser se construye a partir de saberes de primer grado, técnicos y científicos, esto sucede con los filósofos griegos. El primer tratado sobre el ser, entendido de forma sistemática, es la Metafísica de Aristóteles. Una idea sobrecargada de adherencias metafísicas, trascendentales, vista desde una perspectiva peyorativa, como Dios o los astros cuando son entendidos como divinos y separados del mundo realmente existente, mundo que es uno. Luego el tema es ineludiblemente una crítica casi demoledora de la propuesta del estagirita.
2.2.- ¿Qué es el ser?¿De qué núcleo hablamos cuando hablamos de la idea de ser? Parte del mundo realmente existente, es decir remite al mundo en marcha, recordemos a Hegel. “el ser sin el ente no es nada”. O sea tiene que ver con la existencia, y esta es ineludible, remite a la ontología especial de acuerdo con la clasificación clásica de Wolff.
Hemos de suponer: que la existencia es coexistencia, es existir con algo, en el caso de que ese algo sea separado hablaríamos de metafísica. Hemos de partir para poder hablar con sentido de un principio de coexistencia o codeterminación con los objetos del mundo, con procesos en los que destacamos a los sujetos operatorios más o menos inteligentes. Eludimos al Dios absorto, inmóvil, imperecedero, infinito, incognoscible, inmaterial, hipostasiado, sustancializado, también descartamos a los astros divinos incorruptibles, entes separados del mundo sublunar. No hay una existencia absoluta, ni podemos hablar de ella ni suponerla como existente sin caer en metafísica.
La idea de ser es de algo, es un sincategoremático, como pueda ser la idea de unidad, igualdad, finalidad. Lo existente está dado, existe ya codeterminado, no está separado, no es y no hay una existencia absoluta, está relacionado a otras cosas y especialmente a otros sujetos con sus procesos. Dicha codeterminación no puede ser conexa, el todo está divido en clases diferentes aunque compartan el universal. Esto es el núcleo: su contingencia, el estar necesariamente otros, con otros sujetos, a modo de symploké.´No todo está conectado con todo, ni nada está conectado con nada.
2.2.1.- Modos fundamentales de la idea de ser
Las diferentes maneras en que algo se puede modificar sin dejar algo de ser lo que es. Así no todo lo existente existe de una manera, sin bien todo coexiste con otros objetos o procesos de sujetos.
A.- Los modos fundamentales del ser son tres
A.1.- Con respecto al tiempo. Se proponen tres y tiene que ver con el tiempo: pasado, presente y futuro. Se dan aquí unas codeterminaciones y coexistencias específicas. Vayamos a su simetría o asimetría:
Presente actual: interacción posible entre lo coexistente en el presente. Puede influir en el futuro.
Pasado: influye sobre lo presente pero el presente no puede influir sobre lo pasado. El pasado es irrevocable. Esto no quiere decir que sea necesario dado que es obvio que el pasado más allá de que sea irrevocable pudo haber sido contingente (vía a la interpretación) en su génesis, no necesario o ajeno a voluntades más o menos libres.
Futuro: puede ser influido por lo presente pero de ninguna manera puede influir en el presente. Podríamos entenderlo como una realidad virtual, por hacer, pergeñada pero no materializada, abierta a infinidad de posibilidades. Pueden darse necesarios futuros (predicción precisa en el espacio y el tiempo de eclipses de sol) o contingentes futuros (las próximas elecciones generales españolas las ganará el partido X).
Lo actualmente existente resulta incomprensible sin el pasado, sin antecedentes, no hay un presente absoluto, prístino, original, puro, tampoco puede haber un presente escatológico, hay un presente en marcha dirigido, con finalidad, hacia un futuro posible. No hay presente sin pasado ni futuro (prolepsis), sería ininteligible. El actualismo es un error metafísico rechazable por ser un sinsentido, estrictamente irracional.
A.2.-Otro modo fundamental de ser. Posibilidad o no de conectar o desconectar las cosas existentes, es decir si se pueden cambiar o no. Hablamos de la contingencia y de la necesidad, del ser necesario y del ser contingente. Por ejemplo no puede haber un organismo sin células, no se pueden desconectar de los entes vivos. Y además está la imposibilidad, cuando no se pueden componer, no se pueden conectar. Por tanto, los modos fundamentales de ser son la posibilidad o imposibilidad, la necesidad o la contingencia.
A.3.- Otro modo de existir. Por la naturaleza de los nexos. Si están dados en la realidad, si son realmente efectivos, unidos por nexos necesarios, digamos anantrópicos o constituidos en verdades que van más allá de la voluntades de los sujetos, o si no están dados en la realidad, si están pintados, narrados, predicados, imaginados, dará lugar a la ficción; este es un modo sui géneris de ser, un modo de la realidad; existen sólo en el papel, en el cuadro, en el mármol, en el celuloide, comportan un grado de realidad más débil, no son ejercitadas en la realidad las conexiones, pero tienen la posibilidad de influir, de codeterminar el futuro, de tener efectos causales en la realidad dada: falsas noticias, falsas ideologías con fuerza para habilitar a la acción, o el arte como componente catártico decisivo. Otras si bien pintadas y narradas pueden estar relacionadas con la existencia efectiva, con las realidades ejercitadas, caso de los mapas.
B.- Modos categoriales del ser
Destacaremos dos modalidades de la idea de ser: de dicto, los modos como se utiliza el término ser en los lenguajes nacionales, modalidad lógica, gramatical, y de re, que remite a las cosas mismas, tal y como están en el mundo.
B.1.- ¿Qué podemos rescatar de las categorías de Aristóteles? Son de dicto, no dicen de la realidad, no tienen contenido ontológico, están a nivel lingüístico, jurídico, están ausentes de las categorías científicas, carecen de las ciencias modernas en marcha, acuden al dónde, cuándo, cómo, quién,… Acude a Parménides y Platón. Podríamos decir que su tabla es un error por no estar a nivel ontológico. Lo mismo podemos decir de la categorías de Kant, que son de los juicios del entendimiento, son de dicto, es una definición epistemológica, son las condiciones puras a priori del entendimiento. Cuenta con la ciencia de Newton en marcha, pero no acude a su cierre físico, puede más la línea instaurada por Aristóteles. Su grado de novedad es bajo. La vuelta del revés de Kant y Aristóteles es reivindicar que hay tantas ciencias como categorías del ser, las ciencias constituidas nos ponen sobre la pista del ser.
B.2.- Estas son modos categoriales del ser, de re: biológico, geológico, físico, químico; sus relaciones de coexistencia son diferentes, son cierres autónomos, más allá de los vínculos con otros campos categoriales o científicos, con principios propios y sistematizadores de teoremas y leyes, coordinación de sus bases ya de por sí complejas en sus subpartes; cierres anantrópicos no dogmático, abiertos a la mejora e incluso a la suplantación por otros más potentes y resales. Cada categoría es un sistema, pero no hay un sistema de las categorías, no hay una ciencia de las ciencias; se pueden ordenar pero no armonizar en un saber superior y englobador (vs. Krausse o el positivismo de Carnap), sí hay una rapsodia de las categorías. Son la forma más rigurosa de definir las conexiones entre las partes de la realidad. Vayamos a los órdenes de las categorías
B.2.1.- Órdenes de categorías: del ser o de las ciencias anantrópicas, del hacer o de las ciencias antrópicas.
B.2.1.1.- Las del ser son las ciencias. Aquí estaría la terca realidad del ser (ontológica). Son las ciencias cuya verdad alcanza la neutralización efectiva del sujeto. Son las ciencias anantrópicas, capaces de construir leyes o teoremas ante las que los sujetos se han de someter. Son ciencias en el sentido estricto, distintivo. Logran cierres categoriales no propositivos, pueden ser teleológicas, pueden obedecer a fines impersonales, pero esto no nos autoriza a suponer en sus campos un demiurgo universal voluntarioso y ordenador de lo que es.
B.2.1.2.- Las categorías del hacer, es un modo de ser especial, sui géneris, nos conduce a la parte ontológica de la antropología filosófica. Se divide en disciplinas productivas (poiesis, del facere) donde se hacen cosas: la artesanía, las tecnologías, ingenierías, arquitectura y aquellas donde lo que se produce es un acto del agere o de la praxis: políticas, jurídicas, psicológicas, médicas entendidas como tecnologías de la salud, teatrales; son teleológicas y su fin son sus resultados: la victoria en una guerra, o en un terreno de juego por ejemplo. Aquí la coexistencia y la codeterminación o el existir está al alcance del sujeto, éste tiene la capacidad de poder modificarlo, en él puede intervenir el sujeto operatorio, bien sea animal o humano. El modo del ser en cambio es ajeno a la voluntad.
Otra manera de ordenar los modos categoriales del ser tendría que ver con las finalidades: inorgánicas, orgánicas o funcionales, animales u operatorias, y las normativas y relacionadas con los fines operatorios humanos sujetos a programas o proyectos.
C.-Las dimensiones de la idea de ser
No son partes o componentes, no son separables, se pueden disociar, segregar. Ejemplo las dimensiones del espacio de Euclides que son tres. También se pueden abstraer para ser estudiadas. Estamos buscando las mismas dimensiones para la idea de ser, es decir que todo lo existente, lo codeterminado o coexistente ha de tener necesariamente estas tres dimensiones propias del eje semántico: física, fenomenológica y esencialista, más allá de que pueda ser o no segregado, pero nunca separable. Hablaremos por tanto de dos tipos de dimensiones:
- Estáticas.
- En proceso.
a.- De las estáticas. Hablaremos no de las cosas mismas, sino de los diferentes modos de entender el ser. Ya sea en reinos, mundos, objetos, dominios, percepciones psicológicos. Hablaremos de los tres géneros de materialidad, son irreductibles y son disociables pero no separables. Ahora bien, género tiene que ver con un hacer científico, tiene un matiz originario y se puede diferenciar en clases o especies, es decir que pueden ser separables. Las dimensiones son inseparables, cuando vemos un objeto o un proceso real cualquiera hemos de entender que tiene unos contenidos fisicalistas, unos contenidos fenomenológicos: percepciones, y unos contenidos esenciales; nos permiten diferenciarlos de otros, son inseparables, se pueden disociar o segregar pero no separar, son irreductibles y son propios del eje semántico. Así un objeto no es tal como objeto, existe como objeto porque existe fenomenológicamente y está enclasado esencialmente, de otra forma no se podría entender o conocer. Y un fenómeno psicológico ha de verse como dado en un cuerpo, asociado a un objeto sin cuyos contenidos no tendría sentido, porque es en ellos donde se está dando paso y se codetermina permanentemente con una esencialidad o abstracción que lo hace diferente de otros. Si se pudieran separar estaríamos en los mundos de Popper o los reinos de Simmel por ejemplo.
Por tanto el mundo ha de entenderse como constituido ontológicamente por tres dimensiones u ontologías especiales, recordemos: inseparables e irreductibles.
La distinción entre esencia y existencia es una confusión escolástica para salvar a Dios, lo existente no se opone a la esencia, se opone a lo inexistente, a lo sumo a lo ficticio, la esencia se opone a los fenómenos, a lo aparente, lo que neutraliza a los fenómenos son las esencias. Lo real no se opone a lo ideal, se opone a lo irreal, lo ideal es una dimensión de lo real, es la dimensión de lo abstracto que da cuenta de los objetos. La esencia no es un modo de ser, es una dimensión del ser que permite diferenciar unas cosas de otras que existen en lo real. Desligar la esencia de la existencia es una necesidad medieval para poder pasar de Dios a su realidad; hacerlo es un acto de hipostatización o sustancialidad que pretende ir más allá de lo meramente real como ficción.
b.- Las dimensiones procesuales son las relativas a la distinción entre materia y forma. La sombra de Aristóteles es clara, pero su ambigüedad es un problema al menos cuando discute con Platón. El estagirita considera que hay formas separadas, el alma racional o Dios y los astros cuya individualidad es ajena a la materia, es formal.
Consideramos que en los procesos de transformación hay un momento que corresponde a la regulación de la transformación, como dador, pero lo que se transforma es la materia, el que lo regula es la forma (demiurgo); son inseparables, si bien se pueden distinguir. Es un criterio funcional, según el momento, la forma pasa a ser la materia y viceversa. No hay realidades que no sean hilemórficas. Lo que no cambia tiene una estabilidad dinámica, nada está parado, nada es ajeno al pasado o al futuro. La realidad es procesual y sus dimensiones, además de la configuracionales, son las procesuales: materia y forma.
La idea de ser no es metafísica, se puede construir sin adherencias metafísicas y tiene orígenes prácticos. Es generalísima. Es funcional y abstracta y en la realidad se modula, sus modos fundamentales vienen determinados por las diferentes relaciones de coexistencia y codeterminación, conexa o inconexa, mediata o inmediata, su asimetría y simetría, su separación o no, y su naturaleza. Modos fundamentales en relación con el tiempo: posible y potencial,necesidad frente a contingencia, realidad frente a ficción». Sugerimos que sea vea su ponencia abajo citada, insistimos en su importancia para el tema que estamos tratando.
D.- Cómo decir el ser y su relación con el ente: los trascendentales
Si del ser no es posible decir, definir, sus atributos, si acaso por vía negativa del ente si podemos dar una serie de propiedades que nos permiten identificarlo, y estas son los trascendentales. Explica al ente pero no le añaden ninguna realidad ya que cada uno de ellos tiene el mismo contenido que el ente, lo añadido, no es real, es conceptual, y como tal tiene significado, de ahí que podamos decir que nos permite entender haciendo presente lo físicamente ausente (Abelardo y su nominalismo moderado). Dichos trascendentales son:
Res. Destaca la esencialidad del ente.
Unidad. El ser es uno, los entes son múltiples. La multiplicidad de los entes está sostenida por la unidad del ser.
Aliquid. Cada ente es en sí mismo en tanto que es diferente a todos los otros. Todo ante es algo, se diferencia de otro, es lo contario a la nada. El ser algo, aunque sea pensado, no puede violar el principio de contradición.
Verdad. Desde un criterio ontológico. Entendida como adecuación o correspondencia entre el entendimiento y la cosa. El ente es verdadero en la medida en que participa del ser. La reducción del ente al ser, el conocimiento de las causas del ente, permite actualizarlo y entenderlo como verdadero.
Bondad. Dado que el ser es bien, en ente es bueno siempre y cuando participe del ser. Dada su unidad, su verdad, e infinitud el ser será una tendencia hacia la perfección de todo ente.
Belleza. Es una forma de bien que deleita y agrada a través de los sentidos, en este caso de la vista y del oído.
Ahora bien el principio que la idea de Dios en tanto que esencia, que ser, ha de existir, pero la existencia separada de la esencia es un error por hipostasis de la idea de ser dado que esta se entiende como separada de lo físico y de lo representado o pensado, no es una realidad codeterminada y que existe con otros seres u entes, es una realidad abstraída, más allá de la dimensiones de objeto físico y representado, que sólo puede entenderse como metafísica. Lo esencial, recordamos, se opone a lo fenoménico, lo existente se opone a lo ficticio
E.- Formación de la idea de ser
E.1.) Origen y su dilatado desarrollo
Parido por Parménides en su poema, llega a afirmar que el ser y el pensar son lo mismo, se opone al no ser, al no ser que ni tan siquiera es decible, es decir incognoscible. No hay lugar para el cambio, ni para el movimiento, todo es quietud, el ser es eterno, inmóvil, único e inmutable. Platón introduce el cambio en algunas partes del ser, concretamente en lo sensible que es en tanto que participa (methesis) del ser, de las ideas. Las ideas están jerarquizadas y serán como el ser de Parmenides, de las ideas podemos llegar a tener un conocimiento verdadero, si bien problemático, contemplativo e intuitivo; en cambio de lo sensible sólo podemos tener opiniones, la labor del filósofo será pues la de clausurar lo aparente o fenoménico, o lo que es lo mismo, saber las causas a través de la episteme y la dialéctica de nuestras creencias e imaginación.
Aristóteles nos dirá que la filosofía primera, metafísica, se ocupa del ser en general, del ser en cuanto ser. Se dice de muchas maneras de ahí la necesidad de dar cuenta de sus atributos, con todo podemos decir que es lo que permanece, es el soporte sobre el que aparece el cambio, el movimiento. Las ideas se introducen en los cuerpos, en lo particular y sensible, a través de los conceptos de materia y forma (hilemorfismo). El cambio hace que se presente en acto lo que en esencia ya es potencia. La sustancia primera, la sustancia propia de la filosofía primera carece de potencia, de posibilidad de cambio, es acto puro, perfecto, inmóvil, eterno, uno, necesario y se piensa a sí mismo, es Dios y no se relaciona con el hombre. Es pura formaque en tanto que objeto deseado, es el primer motor inmóvil del universo, es una idea separada, sin materia.
Con la verdad revelada a través de las Sagradas Escrituras y la obra de Aristóteles la necesidad de desarrollar una nueva filosofía sistemática que las aunara era algo indispensable. La labor en este sentido de Santo Tomás se ajusta perfectamente a dicho propósito, más allá de fuese condenado por demasiado naturalista tanto en las Universidades de París como de Oxford allá por el siglo XIII. El tema del ser no será ajeno a esta armonización. Para Santo Tomás todos los entes creados constan de esencia y existencia, son contingentes, es decir pueden no existir, a su esencia no corresponde necesariamente su existencia (sólo en Dios se da esta eventualidad). Para Aquino la existencia no es otra cosa que el acto de la esencia, por tanto a cada esencia le corresponde un tipo de existencia determinada. La cautela se impone y esto nos obliga a reconocer, para intentar comprender mejor la realidad creada, que el término existencia no es unívoco, no siempre significa lo mismo ya que la existencia de los diferentes entes depende de su esencia, del grado de participación en la esencia y existencia necesaria y compartida de Dios, en la realidad hay grados de participación de lo existente en Dios, luego ser árbol como ser existente, como ente, no es lo mismo que ser hombre como ser existente, si el primero tiene como esencia el vivir, el segundo tiene como esencia el entender. Su ser, esse, aunque finito es más prefecto esencialmente, es más perfecto que un animal cuya esencia no es otra que la de sentir. En definitiva, ser, esse, es un término análogo que designa algo que se afirma en un sentido y se niega en algún otro.
Así tenemos un final de la Edad Media en plena disputa. De un lado el neoplatonismo, en forma de agustinismo o de las interpretaciones renacentistas de Ficino y Pico dellaMirandola y de otro el materialismo naturalista y más aristotélico de santo Tomás.
Lo que ha de quedar claro es que la metafísica no es teología. Domingo Gundisalvo nos advierte del peligro de confundir a Dios con lo más evidente ya en el siglo XII en la escuela de traductores de Toledo. De Dios no podemos inferir nada, primero porque no es ni mucho menos evidente, de ahí que sea imprescindible demostrar su existencia, y segundo porque lo más evidente es lo más general, es lo buscado, es el contenido más ajustado a la metafísica, y este contenido es lo más universal y evidente, es el ens o lo que tiene ser. El ente, y es obligado subrayarlo, es creado por Dios, sometido a la necesidad derivada de su voluntad infinita y racional; Dios es su causa necesaria, no puede ser otra. Pero las inferencias se derivan del ente, éste es el primer axioma de la ciencia que se busca, de la metafísica que nace con Aristóteles. Del ser en general se ocupará la ontología general, del hombre, de Dios y de la naturaleza o cosmología se ocuparan las ontologías especiales. Véase para estos asuntos la ponencia de Luis Carlos Matín Jiménez también citada más abajo.
Vayamos con Suárez y sus Disputaciones Metafísicas y su síntesis sistemática obrada nada menos que en siete tomos de más de 5000 páginas. Acusa a santo Tomás de esencialista al identificar éste a Dios con el ens más general y universal. Suárez entiende el ens o ser como posibilidad, como necesidad está Dios y la naturaleza, la realidad está por encima ya que el ente en general es lo que existe y lo que puede existir. Suárez al sistematizar dicha ideas les insufla una dosis elevada de potencia, de fuerza. Entrará de lleno en la filosofía alemana, lo reconocerá el mismo Heidegger.
El ente es posibilidad, no es de lo particular, es ajeno a lo dado. Es acto para existir, esta es su esencialidad, que sea algo, que no sea contradictorio en sí mimo, es algo y por tanto se diferencia de otro algo, luego ha de tener una esencia que no una existencia. Yendo a los trascendentales, la aliquidad y res no son trascendentales, dado que no lo modifican, no dicen nada distinto del ens, no añaden información. Algo es diferente a nada, no tiene por qué ser existente, la existencia la abstrae, la realidad ha de ser posible, son los noemas de la fenomenología de Husserl, no necesitan para ser que existan y en sí mismos, y esta es su esencia, que ni siquiera sean pensados. El ente posible pasará ser objeto pensado, no puede ser contradictorio en sí mismo, más tarde pasará a ser como cosa. Es el principio de la inmanencia de la filosofía racional y de la posibilidad de Kant o Hegel, el objeto posible será el objeto real y así la realidad irá más allá de lo meramente existente, incluirá la posibilidad, la totalidad de la realidad sólo hace falta que sea pensable, ahora será por tanto conmensurable. El ente posible abstraerá la cosa, ha dicho ente se accederá mejor por la vía de la intuición que de la experiencia sensible dado que con ella lo referentes objetivos se abstraen, son prescindibles. Aquí estarían las ciencias formales, estaría el escepticismo de Hume o el logicismo de Wittgenstein o el noema de Husserl, y no digamos el ser pre-pensado de Heidegger.
El principio de individuación es el ser, no la materia en sí, ya que toda materia tiene aunque mínimamente una forma mínima, una quilidad. La unión entre una materia con forma mínima y una forma será accidental, posible. Los accidentes tienen sus formas y ellas por mínimas que sean ocultan la sustancia, el en sí de la cosa, el yo como sustancia permanente, ocultan lo que es en tanto que posibilidad que va más allá de lo existente. No hay sustancia, está oculta, hay corrientes de fenómenos: Hume, Beckeley. El ens tiene un ente diminuto dice Suárez, así nuestras representaciones, los fenómenos, pueden o no permitir acceder al mundo. Primero son mis representaciones, el yo determina la cosa o la realidad. La realidad es minimizada e incluso disuelta (el ser es percibir) incluso en la ética o en el derecho, lo congruente, la coherencia entre lo que uno hizo y lo que uno hará es lo decisivo, será el mecanismo más seguro para armar una buena libertad.
En fin, si el mundo realmente existente es una mera posibilidad que en el límite ni si siquiera existe (Berckeley), ¡a mí que me importa!, mejor preocuparse de otros asuntos posibles, otros entes posibles esenciales que no tienen por qué existir. Descartes, Hume, Kant, Fichte…Heidegger que despreciará la cosa a favor del ser, los hombres, sus vidas, son simples sujetos, son parte del ente, pero lo que a él le preocupa es el ser o el ente posible que no necesita existir como cosa (Das ding).
E.2.- Cuestionamiento de la idea de ser: modernidad
Del Dios es y existe para salvar su esencia al Yo pienso, en forma de yo soy el camino, la verdad y la vida. Dios en tanto que ser ya no crea al hombre, sino que el hombre en tanto que ser consciente puede conocer a Dios e incluso crearlo. La cuestión ya no es teológica, la cuestión ahora es antropológica. La cuestión no es ahora de trascendencia, es una cuestión de inmanencia. La cuestión del ser pasará a ahora a ser una cuestión del conocer y el ser se transformará en sujeto y el no ser en objeto. La filosofía moderna presentará las siguientes características:
1.- La aprioridad y fundamentación del cogito o sujeto autoconsciente desde un Dios que se entiende intuitivamente como una evidencia clara y distinta. De un Dios infinito y perfecto pasamos a un sujeto racional, finito y lógico. Pero no olvidemos que en este idealismo su opuesto no es la realidad sino lo fenoménico. Con Kant Dios se dejará vislumbrar débilmente, pero será necesario reconocer su existencia como ilusión práctica ineludible y garante del buen hacer como deber incondicionado, libre, racional, autónomo y esclavo de la ley moral en forma de imperativos categóricos.
2.- Reducción de la realidad a objetividad. Se sustituye la noción de ente por la de objeto, lo que es ajeno al sujeto cognoscente, pensante, es en tanto que se subordina al sujeto que lo conoce. El ser, esse, es ahora lo conocido y pensado por el sujeto. Sin él no es nada, no existe. Las ideas de sujeto y objeto (ahora no ser) se separan, se sustancializan, y se cae así en metafísica. El ser será en el límite la voluntad infinita de Dios, una voluntad de lo posible, absoluta, general y universal que no tiene porqué existir.
3.- El ser se fractura en sujeto-objeto. La verdad del ser es ahora la verdad derivada del sujeto que lo conoce como objeto de forma clara y distinta, es decir como evidente. O con Kant, lo real, lo objetivo o fenoménico será aquello que se ajusta a las leyes del pensamiento del sujeto que lo piensa, leyes como condiciones a priori de lo sensible y del entendimiento y que permiten organizar racionalmente la infinitud de los fenómenos ajenos al sujeto que los conoce en forma de juicos, un yo que con Fichte dará un paso más y será creador, será infinito, y por supuesto libre en el seno del ente posible. Modo del ser categorial erróneo por ser ajeno a las ciencias en marcha, es una categorización de dicto, no del ser u ontológica.
- c) Nuestro presente: la diferencia ontológica, de la mano de Heidegger
El interés filosófico de Heidegger no es otro que el de dar una respuesta a la cuestión central de la tradición reflexiva occidental: ¿qué es el ser? Según él el pensamiento occidental, desde Grecia a nuestros días, falla a la hora de tratar el problema y lo hace porque elevada en el optimismo de la razón infinita y dominadora no se percata que de lo que da cuenta es del ente, ente que erróneamente identifica con el ser. El ente es la cosa real accesible a los sentidos, matematizable, cuantificable y fácil de dominar. El ser es la condición para que el ente aparezca, pero su olvido ha sido un error perenne. Olvidarse del ser es olvidarse de nosotros, es un proceso de deshumanización (¿y olvidarse de los sujetos como seres existentes y con cuerpo como alojamiento de la vida, como entes?). De ahí que sea necesario bucear en nuestro ser auténtico, en el ser mismo entendido como apertura y posibilidad de lo que hay; es una acceso problemático porque la naturaleza gusta de ocultarse, pero es a la vez una aproximación libre, cauta, noble, cuidadosa (Sorge) y auténtica capaz de desvelar, de precomprender, la auténtica esencia del ser como temporalidad, como evento (Ereignis). Dicha aproximación precomprensiva es sincera y se realiza a través de un ser en el mundo o Da-sein como apertura que arriba a la verdad a través de un proceso desinteresado y un lenguaje respetuoso con el ser, este no será otro que el lenguaje poético (Hölderling, Novalis) o el lenguaje de los primeros filósofos griegos. No olvidemos que la casa del ser no es otra que la del lenguaje (griego o alemán). Planteamiento afín al silencio de la labor bien hecha tras una dura jornada de trabajo como pudiera ser la de los campesinos que arrancan con sus sudor honrado su sustento y lo comen en familia a la luz de un teneu fuego de invierno, afín también al misterio en forma de ser inaccesible y entendido como abismo, y afín, en definitiva, al silencio, verdadero hogar de la irracionalidad.
Bibliografía y webgrafía
Alvargonzález, David (2022). La idea de sistema. Madrid.Verbum.
_ Modos y dimensiones de la idea de ser (2019). Disponible en https://fgbueno.es/act/efo203.htm. Ponencia presentada en la Fundación Gustavo Bueno, 25 de noviembre de 2019
Bueno, Gustavo (1995a) ¿Qué es la ciencia? Oviedo. Pentalfa
_ (1995b). ¿Qué es la filosofía? Oviedo. Pentalfa
Martín Jimémenez, Luís Carlos (2019). El patronazgo de Spinoza. Disponible en https://fgbueno.es/act/efo181.htm. Ponencia celebrada en la Funfación Gustavo Bueno, 25 de enero de 2019