Ceremonia de paso
Fecha: 24 mayo, 2022 por: dariomartinez
Me comprometo con lo prometido. Cual rey en la repúlica del saber. Dudas desde el inicio. ¿Qué decir, cómo afrontar el reto con un mínimo de prudencia y al menos una débil garantía de éxito? No lo sé sinceramente. Y no lo sé porque no depende de mí la valoración del resultado. Siempre os inculqué la importancia del público, de la sociedad en marcha, de vosotros: el conjunto de alumnos/as y profesores/as que vivimos de modo intermitente periodos esenciales de nuestras vidas. Apuntar, y para continuar con el relato, que las menciones genéricas en masculino que aparezcan a partir de ahora se entenderán referidas también a su correspondiente femenino.
Para intentar atraeros como cadenas aureas imantadas comenzaré con un chiste. Mi memoria de pez y de joven veterano no ha impedido que lo olvide, como tantas otras cosas. Dice así, «saben aquel que diu…(homenaje al gran Eugenio, un gigante del buen humor). Eran dos compañeros de clase en un taller de formación en la rama de automoción, uno le pregunta al otro, en el transcurso de una reparación eléctrica de un modesto utilitario, ¿funcionan los intermitentes? La respuesta no se hace esperar, y con el saber intuitivo y experimental que le aporta el hacer rutinario y práctico, responde con un aplomo ajustado al fenómeno del momento: ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no…». Una respuesta lógica inmaculada. Fiel a la realidad, pero del todo absurda.
Nuestras trayectorias de vida se unieron durante dos años. Es un camino permanente que nos lleva a todos hacia otro camino, la vuelta sólo está asegurada por el hilo que nos une a lo que ya no somos. Los recuerdos nos conforman. Los míos están cincelados en muchos aspectos por vosotros. Una peste nos azotó con fuerza, nos supimos defender con la eficacia de las exigencias impuestas. Era algo en principio desconocido y su mal estaba en lo que el sabio Espinosa nos advierte con el saber intuitivo derivado de la razón, al modo geométrico: «todo ser lucha por permanecer en su existencia», de otro modo: permanece en su ser reproduciéndose en otro, contagiándolo. La necesidad de lo agradable como jóvenes que sois se vio truncada, nuestra persona alterada, nuestra imagen uniformada, pero seguimos adelante. Fue, sobre todo inicialmente, un momento de temor disimulado dominado por el frío de una buena ventilación cruzada que nos protegía. Muchas mantas nos arroparon, dieron ese calor tan ausente como demandado. Todos abrazamos un mismo proyecto: no detener nuestras trayectorias de vida, luchar por ser mejores, aprender de las circunstancias dadas y difícilmente dominadas. Enfrentarnos a la realidad para esquivarla en sus penurias, para aprovechar lo que todos nos fuimos dando para estar aquí, que no es poco.
En esta ceremonia de paso los protocolos la presiden, cuenta con su desarrollo, su estructura, su función, su lugar de encuentro, el momento de un yo colectivo y vivido en comunidad. En ella, como una parte o subparte del engranaje, yo articulo este discurso, ya sabéis de mi nula capacidad para hacer, por ejemplo y de hecho mi destreza en el mundo del motor sólo me permite identificar con cierta soltura el lugar exacto del depósito del aceite (me chivaron no hace mucho que es el motor) o del líquido del limpiaparabrisas. Mi aspiración al saber filosófico es especial hasta en eso, es un permanente deshacer, un ataque racional, dailéctico, y sin paliativos a los mitos perversos, a las mentiras, con el apoyo inestimable de las verdades. Sin verdad no hay mentira, sin mentira todo vale. Sin matemáticas diría nuestro estimado Platón no es posible un verdadero conocimiento. Este discurso intenta ser un mito luminoso, pretende llegar a vuestros sentimientos, a lo más íntimo, para atraparos por un instante. Es un momento para dejar atrás la prosa de la vida, para despejar nuestras penas, para aliviar los males que forman esencialmente parte de nuestras vidas. Es un momento de fiesta, de encuentro fortalecedor del nosotros, sin distinciones administrativas, entre iguales.
No lo olvidéis, aunque éste, el olvido, sea un atributo esencial de la memoria. Me tocó afrontar lo que uno nunca desea, la pérdida sobrevenida e inesperada de alguien a quien quieres. Gigantes tenebrosos, y sobre todo poderosos me asaltaron. Eran reales y desgraciadamente por un tiempo resultaron ineludibles. Me ayudé de los más cercanos y también de todos vosotros. Me ayudasteis a superar este perverso remolino de una hiperreflexibilidad atrofiada, me obligasteis a salir de mí, ofrecerme y olvidarme de las vicisitudes de la vida de la mano de las ideas paridas por los filósofos de nuestra tradición. En fin, gracias por llevarme corriente abajo, por el cauce de las acogedoras aguas del IES CUENCA DEL NALÓN.
Perdonad mis rollos, quizá no son más que muestras de miedo disimuladas, formas de huir hacia adelante o de pasar desapercibido como un bicho bola acorralado.
Consejos que no exigencias. Para el inicio de vuestra nueva etapa en el que espero sea un dilatado y alegre futuro por analizar y explorar (que no feliz, ya sabéis lo que pienso de este narcotizante mito), a aquellos que se adentraron en el ámbito académico del arte: procurad alterar técnicamente la realidad con el objetivo de que la obra perdure en el tiempo, o para los que se decantaron por la rama científica: construid como verdadera, posible o útil una nueva realidad. Comenzad por afirmar vuestro no saber, abriros al saber noble que otros os puedan ofrecer, cuestionar vuestras opiniones, someterlas al rigor de la crítica. No esperéis falsamente apuntalar lo que no es, la mentira o el engaño. No hagáis que con vuestro hacer sean más poderosos los peores.
Ya sabéis que en vosotros está la responsabilidad libre por procurar ser mejores. En la nueva etapa se inicia una oportunidad que debéis aprovechar con sabiduría y prudencia.
Para despedirme, una anécdota, cuando menos atractiva. Inicio de curso, facultad de Filosofía de la Universidad de Oviedo, inicio de los años noventa del siglo pasado, profesor hasta ese día desconocido. Breve y anodina presentación obligada, diagnóstico y clasificación del tipo de alumnos que asistíamos por primera vez a sus clases. Un grupo heterogéneo dividido según su escala a priori y kantiana de sistematicidad en tres. De este modo nos dice:
«Grupo 1.- Alumnos con vocación, con clara inclinación al saber ambicioso de las ideas de raíz griega.
Grupo 2.- Alumnos que aterrizan en el campo de la filosofía porque aún no saben de modo claro y distinto qué es lo que quieren estudiar. Lo único que aportan como claro es que quieren estar fuera del círculo habitual de sus vidas, ser ellos mismos en el terreno desconocido de la universidad, de la ciudad que los acoge con absoluta indiferencia.
Grupo 3.- Los «llocos», los que en el inventario de su vida sólo hay desorden, rechazo a las normas socialmente compartidas, rebelión particular de corto recorrido y escaso reconocimiento. En ese momento uno de mis compañeros se siente identificado, se pone nervioso, no logra dominarse, e impulsado por una voluntad indomable se va de clase con la velocidad de un suspiro. Momento especial que el profesor, que ya comenzamos a reconocer, aprovecha para decirnos con la calma del que domina y normaliza la situación: «¡ahí va un llocu!». A día de hoy no tengo claro a que grupo pertenecía, si sé que por vergüenza decidí pèrmencer sentado en mi sitio, mantener una actitud de normalidad fingida y sobre todo discreta.
Me despido…otra vez. Con Aristóteles, no sucumbamos. Dice en el Grillo: «Es vergonzoso callar y dejar que Isócrates hable». Qué no sólo los sofistas puedan hablar, que no sólo ellos puedan decir de qué hablar, contra la mediocridad.
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