Ejercicio de la idea de crítica en contextos técnicos y categoriales

Fecha: 7 julio, 2024 por: dariomartinez

Teniendo en cuenta la posibilidad de la crítica tanto en contextos técnicos como en contextos categoriales:

a.- Crítica en contextos técnicos

El hombre desde sus orígenes es en tanto que vive con otros hombres. El ser hombre es coexistir. Nos despegamos de la animalidad cuando comenzamos a poner en marcha un saber hacer (técnica) que se institucionaliza, se torna recurrente y no sólo eso: favorece la supervivencia. El hombre cruza el Rubicón evolutivo cuando deja tras de sí, y fruto de su hacer inteligente, reliquias en piedra, artefactos manipulados para una finalidad concreta: raspar, demoler, triturar, cortar, agujerear…, acciones todas ellas, técnicas coordinadas por fines, por prolepsis victoriosas que necesitan el impulso de anamnesis que recuperadas y alteradas desemboquen en una realidad nueva, en una categoría del hacer que dará forma a la parcela de la realidad, al hábitat, del grupo humano que lo diseñó. No deja de ser un ciclo noetológico, propuesta o proposición, contraproposición y resolución. Tampoco deja de ser un ciclo crítico sistematizado por un fin.

Acudamos a nuestro ejemplo. Paleolítico superior, Magdaleniense. Un nuevo artefacto. Diversos materiales como reliquias de nuestro antepasado prehistórico. Hablamos de los propulsores. Elaborados en piedra, madera, asta o hueso. La diversidad de materiales es un indicador de la riqueza cultural del grupo humano del momento, y no lo es menos la tendencia progresiva a la microlitización, a la geometrización cada vez mayor de sus formas, y por último su articulación. Son dos piezas que se han de coordinar, un astil a la mano con una protuberancia para acoplar el venablo con punta de piedra, azagaya. Exige habilidad, destreza en quien la utiliza con lo cual su uso no es para todos, promocionará la división del grupo en lo referente a la caza. Con el propulsor el venablo o lanza corta aumenta de velocidad, su impacto en las potenciales presas: ciervos, caballos, bisontes, etc. adquirirá un mayor grado de daño, provocará de forma más directa y rápida si no la muerte si la paralización de la presa. Además disminuirá el riesgo, el grupo ya no necesitará acercarse a las presas, poner en juego sus vidas, o exponerse a lesiones o heridas invalidantes para el cazador y para el grupo. La caza ya no será oportunista sino planificada. Incorporará el engaño, la mentira, la trampa o la emboscada como forma racional, técnica dirigida a la adquisición de proteínas para comer, a hacerse acopio de pieles para protegerse de los rigores del clima, y a adquirir materiales con los que construir nuevas armas. Enriquecerá el lenguaje, aumentará las posibilidades de dominio de los animales y de otros grupos humanos en la lucha por la existencia. Podrá verse como la antesala del arco. Un periodo de transición hacia el Neolítico. La eficacia en la caza aumentará la población humana a la vez que disminuirá la presencia de animales. Las migraciones con las manadas de animales en algunos lugares irán dejando paso a los primeros asentamientos.

En otro orden, no por ello sin interés. Su diseño. Presencia de seres numinosos, teriántropos. Relación desigual, asimétrica, del hombre con seres dotados de inteligencia a los que se ama y se teme. Relación presidida por el lenguaje, se han de suponer mitos, relatos asociados a los encuentros con los que sin figura humana dan vida y con los que pueden quitar la vida, con seres también prolépticos, con voluntad, que una vez conocidos y anticipadas sus estrategias de defensa y ataque serán dominados.  Así es frecuente en el astil la presencia de animales, adaptados a la mano para facilitar su agarre, la mejor selección de la dirección y la cantidad de energía según las circunstancias necesaria para alcanzar la presa. Por tanto, y tras lo dicho, se confirma que «[U]na crítica, eso sí, que quizá se mueva más bien en función de criterios dependientes de los casos técnicos, como el de superación, mejora, progreso o mayor  eficacia/eficiencia respecto a técnicas previas»

b.- Crítica en contextos categoriales

Crítica categorial radical e intracategorial,  no sólo a nivel ontológico, demolición de las esencias que de modo causal dan cuenta de los fenómenos observados de la física aristotélica. Es también una demolición gnoseológica a los límites teóricos de la idea de ciencia, un teoreticismo que privilegiando la forma, sustantivándola, y tomando como modelo la geometría entendía la ciencia como sistema bien organizado de proposiciones derivado de principios; la ciencia, la física incluida, sometía lo observado a los principios del movimiento, del cambio: «acto de ser en potencia en tanto que potencia», y de las causas. La ciencia había de ser construida a través de silogismos por demostración, silogismos científicos apodícticos, no retóricos o simplemente probables, era un discurrir (gnoseológico) inverso desde los efectos a los primeros principios (ontología). Eran las ciencias de los primeros principios, de la verdad construida al modo geométrico. Desde el materialismo filosófico las entendemos como modelo de ciencia2. Se practican en aula.   Pero Galileo introdujo nuevos fundamentos en la física, elabora una crítica radical de las categorías científicas aún asentadas en el aristotelismo. Se practicará en el laboratorio, exigirá mayor especialización, dominio preciso, profesional, de artefactos tecnológicos (en nuestro caso los paridos por las ciencias ópticas). Se ha de eliminar el error, el saber será de lo necesario y universal, las nuevas leyes naturales e impersonales evacuarán a los sujetos, no en su construcción, no en su predicación, no en su eje pragmático pero sí en su eje semántico, en sus estructuras esenciales al introducir mecanismos deterministas α-operatorios. Nacen y se consolidan las ciencias modernas, las ciencias 3 del modelo materialista como crítica de la idea de ciencia de tradición aristotélica que aunaba en su mismo cuerpo a las ciencias formales, matemática y lógica, y a ciencias como la Teología: «[L]a idea moderna de ciencia, la ciencia en su tercera acepción, o acepción fuerte, se constituye, en gran medida, precisamente como negación de la Idea antigua y medieval, y, por tanto, de un modo u otro, como crítica de esa misma ciencia antigua y medieval (crítica de la Teología, de la Metafísica); una crítica que nosotros tenemos que extender a tantas disciplinas modernas (llamadas «ciencias humanas», etc.), que se han revestido con el nombre de «ciencia», en el sentido moderno; esta tarea comporta también la reinterpretación de la Geometría como ciencia real» (2).

Galileo aplica sistemáticamente el telescopio en la observación de los astros con lo que muchas ideas aristotélicas tendrán necesariamente que ser abandonadas:

1.- Los astros no son esferas perfectas, tienen manchas. Y menos divinas.

2.- Los astros no tienen una naturaleza diferente a la de Tierra, o sea: su sustancia material no es el éter como suponía Aristóteles.

3.- Hay más astros de los que se ven a simple vista, por ejemplo las lunas de Júpiter.

4.- Las estrellas no cambian de tamaño al verlas por el telescopio lo que indica su enorme lejanía y por tanto el inmenso tamaño de universo observado.

5.- No hay distinción entre el mundo sublunar y supralunar, con lo que las mismas leyes serán válidas para los astros y para los elementos de la Tierra, serán leyes, por tanto, universales y necesarias.

Pero detengámonos en su nueva concepción del movimiento y del reposo. Para Galileo todos los cuerpos son graves, seguirán las mismas leyes con lo que se comportarán de forma igual con respecto al movimiento. No hay movimientos diferentes para cuerpos con naturaleza diferente como postulaba Aristóteles. Los cuerpos no tienen intrínsecamente el principio del movimiento, el movimiento de un cuerpo no lo determina su naturaleza sino la relación posicional de un cuerpo con respecto a otro (por ejemplo la piedra que cae de la torre con respecto a la Tierra). Por tanto, los movimientos no se diferencian en aspectos cualitativos, según su sustancia última o esencial, sino en aspectos cuantitativos: uniforme, acelerado, rectilíneo, circular, etc. No es el qué de las cosas o su esencia lo que interesa, sino el cómo de los fenómenos naturales, su funcionamiento, su orden capaz de ser explicado minuciosamente con el lenguaje universal de la matemática.

Galileo definió el movimiento uniformemente acelerado que explica la variación de velocidad en la caída de los graves, el movimiento uniforme, el movimiento de los proyectiles y postuló la existencia del vacío. Explica lo que la teoría aristotélica física era incapaz a explicar. Postula también el principio de inercia de manera no suficientemente precisa al entenderlo como un movimiento circular. De este modo, Galileo no puede dar la síntesis definitiva de la nueva visión del mundo que sí diseñará desde tierras del Mar del Norte el filósofo natural: Newton.

NOTAS

  • El papel de la filosofía en la actualidad. TOMO II, pág. 7.
  • Bueno, Gustavo (1992). Teoría del cierre categorial, Tomo 1, pág. 26.

BIBLIOGRAFÍA

  • Bueno, Gustavo (1992). Teoría del cierre categorial. Tomo 1, págs. 21-26. Pentalfa. Oviedo.
  • Bueno, Gustavo (1995). ¿Qué es la ciencia?, págs. 12-18. Pentalfa. Oviedo.
  • Menéndez, Mario, Jimeno, Alfredo y Fernández, Victor M. (2003). Diccionario de Prehistoria. Alianza Editorial. Madrid.
  • Mínguez Pérez, Carlos (1986). De Ockham a Newton: la formación de la ciencia moderna. Madrid.

 

 

 

La historia no es del pasado, presencia de la Historia

Fecha: por: dariomartinez

¿Por qué la Historia no es una ciencia del pasado?

No se trata de negar la condición de ciencia a la Historia, tampoco quiere esto decir que sea un ciencia en la que se puedan alcanzar verdades en forma de teoremas o leyes impersonales, α-operatorias, que permitan entender el devenir de parcelas concretas del hacer humano cuya urdimbre viene marcada por el estado y la escritura; el operar del sujeto gnoseológico no puede ir dirigido a la construcción de una verdad universal, libre de valores, subjetiva, evacuada de voluntades y gobernada por nexos paratéticos, como podrían defender los miembros de la escuela de Baden, porque simplemente dará  como resultado algo que no permitirá entender la historia del hombre en su momento y en su lugar concretos, sí dará como resultado otra categoría, otra ontológica de lo que es el hombre, bien sea psicológica, etológica, biológica  o paleoantropológica, pero no histórica. Los nexos entre el hacer humano están gobernados por relaciones apotéticas, fraguadas por voluntades prolépticas con sus anámnesis, que de forma activa se ejecutan con el propósito de resultar eficaces, victoriosas, es decir que encierran engaños, trampas, contenidos oscuros, difusos, dirigidos a eludir la intención, los pensamientos, los planes y los programas de otros. Por eso no es la ciencia tampoco del pasado, sino de un pasado seleccionado en tanto que trasciende su momento de génesis y se perpetúa en nuestro presente. La Historia (rerum gestarum) recuperará las reliquias y los relatos para construirlos de forma que permitan entender el presente anómalo, tensionado y en conflicto. Evacuará para ello los demiurgos divinos, evitará así una teología de la historia, una historia con fin en la Ciudad de Dios. Luego el pasado perfecto habrá de incluir, y adecuar, el doble plano operatorio de una categoría como la Historia que incluye a los sujetos que ya no están y no pueden actuar en nuestro presente y a los sujetos del presente que como forenses habrán de construir lo que dada su trascendencia fue y continua como fenómeno corpóreos, no ya sólo como restos, a los que habrá que darle su significado. Sin fenómenos no hay Historia que elaborar, ni hay posibilidad de elaborar términos y organizar nexos coherentes. Así, no hay historia de los marcianos, simplemente porque no hay marcianos. O bien, vía ocultación administrativa, en el País Vasco no hay presencia romana, y no la hay porque no se quiere escavar y no se quiere escavar para organizar un estudio en equipo desde la instituciones académicas serio de los posibles yacimientos romanos que si están relatados en textos históricos por la simple razón de que echaría por tierra todo un discurso ficción dirigido a la tergiversación de un presente que necesita de mitos para ser eficaz. Mejor salvaguardar la pureza prístina y espiritual de un pueblo que pudo recibir el don de una lengua vernácula a través de Tubal, un pueblo elegido, un pueblo que desde algunas formaciones políticas actuales reivindican aún las leyes viejas. Y esto sí es una Historia del pasado dado que no necesita ser, existir, para activar un discurso persuasivo.

¿Qué papel puede jugar la Historia en nuestro presente?

Nos permitirá estar en el presente en marcha. Hemos de reconocer para ello la plataforma ideológica en la que estamos. La Historia así será polémica, dialéctica, servirá para forjar un juicio del entendimiento de alcance universal sobre el hombre entendido no como una totalidad atributiva y dirigido a un fin de dicha o apocalíptico, constitutivo o consuntivo (quizá el transhumanismo pergeñado desde las nuevas tecnologías, desde los cyborgs o la IA por ejemplo), sino en un sentido distributivo donde cada una de las partes, estados-nación, imperios, grupos de poder con intenciones y pensamientos (emic) globales y transnacionales (hablamos ahora en un contexto metapolítico), defensores del orden que preconizan y combativos contra cualquier síntoma de desorden de corte anárquico, intentan comprender, dominar, organizar al resto de la humanidad ofreciendo una idea de hombre propia frente a otras. Luego puede servir de crítica a la idea de hombre propuesta por Fukuyama, una idea de hombre instalada para su realización plena en una democracia parlamentaria, de mercado pletórico, turbocapitalista, de individuos libres en tanto que consumidores satisfechos y felices; un hombre libre en el ya fin de la historia y con ella de la Historia (su condición dialéctica es ineludible, el fin de la historia es también el fin de la rerum gestarum).

Filosofía de la historia: res gestae, res gestarum

Fecha: por: dariomartinez

Acotaremos el trabajo, contra la teoría historiográfica de Max Weber entre otros, haremos una selección interesada, valorativa. Lo haremos por su impacto, por la presencia presente y activa de sus resultados in media res. Protagonismo y resultado victorioso no promovido directamente, no estimulado en su génesis por sus autores  ni conciudadanos. Impacto mediado por intereses ajenos, fruto de la propaganda bien ejecutada, y fruto de una asimilación que al asumirla no nos eleva, nos condena, no nos salva e inserta en la senda de los derechos del hombre, nos divide y nos debilita. Siendo menos y divididos, aceptando las leyendas que nos menguan pasamos de forma paulatina de ser parte formal de la historia universal a ser una parte insignificante, prescindible, y de autoridad nula.

Pues, bien el descubrimiento del Nuevo Mundo, se va y se vuelve, se hace un mapa, se sitúa un continente, se descubre el Pacífico, hace que el Viejo Mundo pase a ser un Nuevo Mundo; Europa se transforma. Nos dice Hegel: «La humanidad se hizo libre, no tanto de la servidumbre, como por la servidumbre» (Hegel 2010, 460). Y esa libertad individual se materializó gracias a un nuevo profeta venido de las tierras del norte: Lutero. La Reforma protestante es el alivio definitivo contra toda alienación. El descubrimiento de América, la impronta del Imperio español, sucesos en la historia universal espurios, triviales, ajenos al devenir de la realización del hombre. Hegel impregnado de la «leyenda negra española», subido al tren de la tergiversación por la asimilación sin más de la propaganda dominante. Le falta cuando menos rigor, pero el idealismo alemán que él promociona será admirado e incorporando a nuestra historia particular. Nos degradará, pero sólo respetando y aceptando sus propuestas hace mejores a unos pocos. Luego urge hacer una nueva Historia, construir el pasado insertado en nuestro presente para cuando menos mostrarnos beligerantes, críticos de una historia ficción construida por nuestros enemigos con el propósito de mostrar ante los suyos una degradación que sólo puede actuar como acicate para la revancha, la pugna y el conflicto permanente. El protestantismo nace como enemigo del catolicismo, la derrota de éste está, y nos lo subraya Hegel, consagrado al triunfo de la Reforma que:«[N]ació por la corrupción de la Iglesia. Para comprender esta lucha contra la Iglesia, es necesario leer algunos escritos de Lutero, porque la Iglesia de hoy ya no se halla en la situación que él combatió; también la Iglesia católica se ha purificado en sí por la Reforma [se ha protestantilizado]» (Hegel 2010, 462. El añadido entre corchetes es nuestro). El mal en el otro otorga el bien en uno. Pero vayamos a nuestro asunto. Acudamos a uno de los momentos decisivos. El dominico Fray Bartolomé de las Casas escribe un texto polémico, inicialmente de consumo interno, para la disputa dialéctica en el seno de la Corona e Iglesia Católica españolas, son famosas las controversias de Valladolid y la promulgación de la Leyes Nuevas en 1541, o las disputas iniciadas en 1550, disputas dialécticas con Sepúlveda como rival sobre América y sus nativos, las encomiendas, la posibilidad de salvación de las almas de los indios vía bautismo, sobre la construcción de la idea de ciudadano con sus plenos derechos en torno a la ciudad (enclasada, diseminadas y diseñadas en la costa y en el interior del nuevo continente, y no pensadas como factorías para abastecer de materias primas a la metrópoli colonial) y la conexión vía caminos, es decir la construcción de un territorio del impero con estatuto de Virreinato (Roca Barea 2029, 296-310). Pues bien Brevísima relación de la destruyción de la Indias es una reliquia escrita (res gestae), es un documento sujeto a interpretación, cuenta con sus lectores, los de ayer y los de hoy conectados por su impronta, su impacto en la construcción de los diferentes momentos de la historia de España llega hasta nuestros días. Por eso son necesarios fantasmas intermedios, nexos hipotéticos que permitan la predicción de reliquias ausentes y que unan partes del pasado pretérito con partes no pretéritas de ese presente (1). De su presencia y reconocimiento somos corresponsables. Es un documento con su autor, nos cuenta algo de su presente, ahora para nosotros pasado, pretérito perfecto, ya no puede ser alterado, está acabado, muerto, ya no hay voluntades que lo puedan alterar (2). Nos influye a nosotros pero nosotros ya no podemos alterar la conducta lacasiana, ya no podemos disputar con él, no está afectado por el presente en marcha, un presente infecto, anómalo y que su interpretación derivada de otros y asumida por muchos de nuestros más prestigiosos historiadores convierten dicha obra en un arma ideológica poderosa. Se construirá una Historia, rerum gestarum, de violencia, adversaria del consenso, del acuerdo, ajena al progreso de la humanidad, enemiga de los derechos humanos fundamentales que por lo tanto si no olvidada ha de ser reconocida para ser espiada, purgada, de nuestro presente y así poder purificarlo. Una Historia que sin negar su fulcro de verdad es más mítica que científica ya que parte de un principio coordinador que es una mera ficción: la idea de un paraíso de tribus indias en perfecta armonía y paz, fuera de cualquier determinación espacial o temporal (2) que podríamos entender como una utopía perversa cuando no peligrosa, al menos para nuestros intereses como nación-política reconocida y con una democracia homologada.

De este modo y contra la historiografía cientificista y axiológica de Weber toda reliquia o documento que no es meramente un resto (Bueno 1978, 10) es un fenómeno histórico cargado de valores, mismamente ya dados en su selección, y por supuesto en sí mismo hallamos un contenido con valores ineludibles que han ser tratados en conexión con otros valores: políticos, militares, religiosos, económicos, o artísticos. Hemos de intentar recuperar no sólo los pensamientos e intenciones de su autor, como sostiene Collinwood cayendo en un evidente subjetivismo psicologista (2), muy del gusto por otra parte de la corriente posmoderna de la historia que reduce la historia a hechos particulares sobrecargados de sentimientos, vivencias, deseos e individualidades en formato literario que en vez de entender la historia, favorecer la elaboración de juicios del entendimiento, nos guían hacia lo sensible otorgando así como contenido esencial de la historia, más allá de los fenómenos que pueden ser considerados como prescindibles, lo vivido por los sujetos seleccionados; la Historia, rerum gestarum, en este caso idiográfica colapsa por no poder fijar nexos de encuentro que permitan el conocimiento, entender nuestro presente anómalo, tensionado, en conflicto a partir de un pasado construido como fantasma coordinador a partir de los fenómenos dados:  monumentos, reliquias, y documentos; una crítica ontológica o translógica como norma puede abocarnos a un olvido sistemático de nuestro pasado más presente, no a su recuperación vía memoria.

Por tanto, coincidimos con la historiografía del siglo XIX, se puede hacer ciencia histórica, ya no hay demiurgos divinos, ya no hay fuerzas de la naturaleza inerte con sus leyes impersonales, α-operatoprias,  que dirijan el destino del hombre universal, entendido atributivamente, en sus partes, con sus grupos políticamente organizados particulares y enfrentados, con grupos que en el límite aspirarán a la comprensión de la totalidad, a la ejecución real de un imperio con aspiraciones globales, totalizadoras que se tornará imposible, porque en su éxito está paradógicamente su fin, ya que su ser es contra alguien, y en esta dialéctica está la condición para su existencia; debemos criticar una historia universal que tenga como sujeto a la humanidad entendida en sentido atributivo, bien sea desarrollando el espíritu, desembarazándose de las cadenas alienadoras de la naturaleza como lo interpretó Hegel, o bien como sostuvo Marx dirigiéndose en el futuro al inicio de la historia (no al pasado), al abandono de la lucha del hombre contra el hombre, a la supresión de la esclavitud o la servidumbre fruto del dominio del que posee lo bienes materiales de subsistencia sobre el que no los posee y sólo puede ofrecer su fuerza de trabajo, por tanto devenir de la humanidad que ha de consumar el paso de su existencia desarraiga e inauténtica insertada en la prehistoria a la historia del nuevo hombre ya libre tras la abolición de la propiedad privada (violenta, no puede ejecutarse con sólo buenas palabras) y el fin del estado. Ahora bien, la cientificidad de toda rerum gestarum ha de comprometerse con el doble plano operatorio, β-operatorio, de la ciencia histórica ya que el sujeto temático y el sujeto gnoseológico no pueden ser evacuados, se han de construir las operaciones de los sujetos temáticos, operaciones prolépticas, con sus anamnesis correspondientes, obrar apotético que ha de ser rescatado, luego todo sujeto gnoseológico, en este caso el historiador, ha de reconstruirlo para adecuarlo al presente y poder así entender una realidad en marcha troquelada por el pasado, por fenómenos en forma de reliquias y relatos que si son conservados lo serán porque nos podrán permitir entender el presente, pasado que puede alcanzar varias olas o generaciones, pasado distanciado, de sujetos que ya no están y que exigen de nuestro hacer una metodología forense mediada (no inmediata) por los fenómenos corpóreos que son perpetuados, y que son fruto del hacer humano, de sus operaciones dirigidas a un fin, pensadas para ser eficaces, y pensadas en muchas ocasiones también para engañar, confundir y mantenerse el curso de lo oscuro y confuso; falsedades todas ellas que de estar presentes habrán de ser reconocidas (Bueno 1978, 13) (2).

Volviendo al texto lacasiano. La propaganda triunfante, de la mano del imaginario construido con escenas de crueldad sin paragón obra del holandés Theodor de Bry a partir de la lectura interesada del texto polémico y exagerado del dominico permitió fraguar una ficción negro legendaria, que destaca lo errores, y oculta los aciertos de la España imperial del siglo XVI que llega hasta nuestros días. Lo peor es que esta historiografía, adulterada, se vuelve verdad, se acepta sin compromiso con el esfuerzo intelectual, se barre de la disputa todo argumento, dato o escrito que lo refute, y lo que no es más que una fábula se convierte en arma poderosa de control, de domino sobre la potencia receptora de la calumnia, y lo hace debilitándola y aislándola. Lo más trágico: su impronta hoy esta activa, y su defensa garantizada por los núcleos del poder de nuestro país, tanto en el gobierno (v.g. Ministro de Cultura) como entre los grupos de acólitos secesionistas que en la historia ficción ven un terreno ideológico eficaz para captar votos, situarse en los puestos del estado y aumentar sus cuentas. Luego la historia (alterada) puede servirle a la Historia de verdadera coartada ideológica.

Una última curiosidad. Muy cerca de mi residencia, en mi pueblo natal. Un negocio de éxito. Su propósito es simple: la enseñanza del inglés. Los alumnos que acuden son numerosos. Las listas de espera para conseguir plaza amplías, diría que casi desesperantes, mejor buscar otras alternativas. El nombre de la Academia Orange, quizá este fenómeno que pasa desapercibido, esta anomalía de nuestro presente pueda cobrar más significado si acudimos al pasado e intentamos entenderlo para adecuarlo a nuestro mundo en marcha dando cuenta de su significado histórico y reconociendo contra el positivismo histórico que los hechos pretéritos son construidos desde nuestro presente.

NOTAS

  • Filosofía de la historia, pág. 58.
  • Op. cit.  pág. 58-61.
  • Op. cit. pág. 56.
  • Op. cit. págs. 9-11.
  • «Y en Historia (así como en algunas otras ciencias etológicas), lo característico es que la ocultación no es sólo pasiva, sino activa, por cuanto los «fenómenos» han sido, muchas veces, fabricados precisamente con la intención de encubrir, de ocultar, de engañar: en realidad, esta intención, como tal (operatoria) sólo podría atribuirse a las ciencias históricas o humanas».