APROXIMACIÓN A LA IDEA DE MAPAMUNDI

Fecha: 18 agosto, 2024 por: dariomartinez

Organizaremos nuestra reflexión en torno a un mapa concreto, relacionado con las columnas de navíos ingleses dirigidas por Nelson y Collingwood contra la armada hispano-francesa comandada por Gravina y Villenueve. Octubre de 1805. Estamos tratando de un mapa sobre la batalla de Trafalgar. Desde un punto de vista extensional y denotativo está sobre un papel, sus grafos y dibujos no representan cuerpos (navíos) como volúmenes sino como superficies. Su dintorno está delimitado por una región del mar próxima a las costas españolas de la provincia de Cádiz y de la ciudad que da nombre a la batalla (se hace ver con un mapa a diferente escala situado en la parte izquierda del conjunto). Se identifican con sus nombres cada una de los buques de las diferentes armadas, se colorean sus respectivas naciones: roja (inglesa), amarilla (española), azul (francesa). Se introducen los puntos cardinales, se fija el norte, a la izquierda y en la parte superior de la imagen. Su dintorno será el espacio en el que se desarrolló la batalla y ajustado a un tiempo. Un pasado perfecto que es recuperado desde el presente y es recuperado por la Historia, pero también lo es por la literatura; los Episodios Nacionales de Galdós cuentan con un libro sobre la batalla decisiva y que determina el fin de un imperio y el nacimiento de otro, en suma el control militar y económico de los mares por parte de Inglaterra. Es, pues, una representación esquemática del inicio de un contienda bélica que alterará el curso de la historia en su  dialéctica de imperios.

Figura 1. Mapa de las columnas inglesas frente a la irregular línea hispano-francesa

Estamos hablando de un mapa particular, de un proceso desarrollado en la historia que ha dejado su impronta en nuestro presente, que nos ayuda a entender las anomalías de nuestra realidad infecta, de nuestra actualidad en marcha a partir de las reliquias y de los relatos que como fenómenos están hoy funcionando en nuestro día a día.

Es un mapa delimitado por la esfericidad de la Tierra que incluye la dirección del viento, favorable a la armada inglesa. No es un mapamundi, no representa ni es su intención la totalidad del mundo. No es un mapa metafísico, no suponemos un demiurgo creador, externo, fuera de la realidad, que desde la concavidad de la totalidad de la realidad pueda representar y a la vez estar fuera de lo representado sobre el papel en forma de dibujo y grafos. No hay demiurgos divinos, no hay sujetos trascendentales no inmersos en la convexidad de la realidad. No es un mapa de la realidad, es un mapa que representa una realidad concreta:

«La involucración entre la idea de mapamundi y la idea de ego trascendental nos permite, ante todo «replegar» la idea de ego trascendental al «reino» de las representaciones cartográficas. Es decir: no entenderemos el ego trascendental como una entidad que brotase del interior del Mundo hasta llegar a recubrirlo, algo así como una «conciencia del Mundo». El Mundo, desde el materialismo filosófico, desconoce por completo el Ego Trascendental, de la misma manera a como la esfera o globo terrestre «desconoce» a los mapas terrestres o a las esferas terrestres que, en cuanto tales, se encierran en su superficie» (1).

Es un mapa antrópico de carácter aliorelativo, que nos dice algo de una realidad externa, un algo delimitado por el espacio y por el tiempo, y que representa unos objetos organizados y en movimiento; un acontecimiento como proceso organizado con un fin: la victoria sobre el enemigo. Relaciones biunívocas, alotéticas de correspondencia entre el significante y el significado:

«En efecto, el mapa quedaría desvirtuado como tal si se cortasen las conexiones pragmáticas entre el sujeto operatorio que utiliza los grafos y el campo de su aplicación […] El mapa es institución pragmática que participa tanto de las figuras autológicas como de las dialógicas (por la sustitubilidad de unos sujetos por otros), e incluso, desde luego, de las figuras normativas. Una carta de navegación sólo funciona como tal cuando actúa como norma-guía de las operaciones del piloto al tomar un rumbo en lugar de otro, o incluso cuando actúa como norma negativa en ek momento de rectificar un rumbo señalado en el mapa» (2).

Y es este conjunto de objetos a los que denominamos codominio: los navíos distribuidos para el inicio de la batalla. El mapa aquí recogido es un conónimo del mapa geográfico terrestre, es una idea análoga de mapa, un mapa que mantiene relaciones de atribución, sinalógicas, con los mapas originarios que marcaban las rutas de navegación guiados por las estrellas fijas de la cúpula celeste (eran sus autopistas, eran las vías que era necesario conocer para establecer relaciones comerciales recurrentes entre las diferentes ciudades-estado griegas y asegurar vía abastecimiento su eutaxia), un mapa por tanto que cuenta como primer analogado al mapa terrestre que permite ordenar, clasificar, entender una parcela de la realidad, un mapa geográfico que habrá de ser visto como artefacto tecnológico y científico, que daba cuenta de la realidad y se comprometía con la verdad, de ahí que el mapa, y en este caso en concreto también, deba entenderse como una institución (3) pragmática que se supone sirvió a los almirantes ingleses como norma-guía, como plan de acción prudente capaz de lograr los fines planeados. Esto no es ajeno a su posibilidad de manipulación, alteración derivada del resultado, resultado ruinoso para los intereses hispano-franceses que se fraguó en una errónea disposición inicial de los navíos, más allá de sus recursos, y de la profesionalidad y el compromiso de sus combatientes. Si bien, y es importante señalarlo, algunas de estas deformaciones son por necesidad, así los navíos que participaron en la batalla se homologan al abstraerse por ejemplo el tamaño de su eslora, sus diferentes modelos, su número de cañones, estado y calidad de la pólvora, etc. Se sacrifica la precisión en unos aspectos y se altera en otros con el propósito de que el mapa sea interpretado y resulte en su praxis más eficaz (3).

El contenido del mapa exige el conocimiento por parte de los receptores, no sólo de sus demiurgos, de las reglas, de las escalas, de los iconos empleados, que permitan analizar el terreno seleccionado, el lugar del encuentro entre ambas armadas, y el momento con su desarrollo posible, un análisis del campo no meramente subjetivo, no queremos caer en idealismo, sino objetual, de domino sobre el enemigo y por tanto pragmático (4). Lo interesante aquí es que el mapa podría permitir a cualquier sujeto con los conocimientos militares adecuados realizar operaciones conducentes a la victoria análogas, unos sujetos se podrían ser sustituidos por otros y el resultado se orientaría hacia la victoria, o lo que es lo mismo, evitaría las operaciones erróneas que condujeran al desastre. Luego desde un punto de vista intensional o connotativo, como ya venimos sugiriendo desde más arriba, el mapa ha de ser efectivo. Y esta efectividad ha de ocultar la verdad a los enemigos introduciendo información previa errónea, trampas, engaños, que estarían fuera de lo aquí representado pero que hemos de recuperar como fantasmas de la historia que permitan conectar nuestro presente con el pasado perfecto. Su utilidad vendría marcada por las operaciones previas, fruto de las anamnesis derivadas de otras batallas navales, y de las prolepsis diseñadas por sus demiurgos, dando como resultado un mapa que a la vista del resultado confirmaría la prudencia del plan de los almirantes ingleses. De otro modo, la verdad está en su resultado victorioso. Y de este resultado se nutre nuestro presente, y el historiador como el novelista podrán tener una perspectiva más real, potente, porque podrán dar cuenta de las operaciones de los sujetos con resultado victorioso en su enfrentamiento, en este caso a muerte, con las operaciones de otros sujetos menos potentes y que son recuperadas desde el presente, dado que los protagonistas del pasado ya no pueden influir en nuestra realidad, en nuestra actualidad presente.  La verdad de un mapa no metafísico es pragmática: «[E]s decir, esta función alotética está en el mapa si el sujeto operatorio realiza esta corroboración, solo en su uso se puede comprobar la efectividad o la verdad del mapa. Por tanto, la isomorfía, la corroboración o adaptación entre grafos y campo, entre domino y condómino, es recíproca» (4). Esto no quiere decir que en todos los demás se dé tal eficiencia pragmática, no todo mapa es isomorfo. Los mapasmundi pretenden ser de la totalidad de la realidad, y por su pretensión no reconocida autológicamente o dialógicamente, se convierten en metafísicos, en mitos oscuros, tenebrosos, que de no entender de forma crítica y dialéctica sus limitaciones no podrán ser tratados como mitos claroscuros y menos luminosos, no pudiendo de este modo enjuiciar y valorar para triturar sus contenidos dramatizados y erróneos, contenidos que pueden ser incluso prácticos si se entienden como vehiculizadores de ideas que se dirigen más al corazón, a los sentimientos, que al entendimiento o a la verdad de naturaleza necesaria, objetiva y universal (α-operatorias), mitos que con todo lograrán cohesionar a un grupo, tribu, horda, estado, clase social o imperio (v. g. Hollywood como industria del cine que construye el mito estadounidense: destino manifiesto, libertad individual, frontera móvil, caso paradigmático y por el momento hoy dominador).  Empero, mitos oscuros que han de despojarse de su contenido dogmático y ser así domatizados para crítica y dialécticamente desenmascarar sus contenidos más irracionales e infantiles (5).

Para finalizar, y en el contexto de la idea de mapa en sentido intensional y connotativo. Ha sido tratado el tema desde las coordenadas del materialismo filosófico, su impronta no es disimulada, es reconocida y representada. El significado del mapa se puede entender desde el mapa político del sistema de Bueno. Un mapa no formal, no mutilado y reconocido en su capa conjuntiva como únicos poderes del estado. Además de esta dimensión que formaría parte del núcleo del poder político, hemos de reconocer la importancia decisiva del resultado de la batalla y ello exige entender que el estado cuenta con una capa cortical, cuya fuerza diplomática y federativa fue superada por la fuerza de las armas, por la guerra entre estados dominada por las tecnologías y en esencia por su duración. Guerra entre estados por la hegemonía del mundo conocido, hegemonía global, imperial que para ser realidad necesita de un proceso productivo recurrente que abastezca a los estados-nación,  a sus metrópolis, que necesita por lo tanto de un sistema productivo que dure en el tiempo y garantice la cadena de producción, distribución y venta de las mercancías. Un circuito que ha de ser receptivo a las demandas de los ciudadanos, de abajo-arriba, ascendente (armadura basal), y que como poder nuclear, como ejecutivo ha de procurar hacer un ejercicio político que llegue a los ciudadanos, descendente (armadura reticular) y evite hambrunas, enfermedades, huelgas, fraudes, actos de desacato, revoluciones, guerras internas, en definitiva que el arte de la política se dirija a la pervivencia, eutaxia, del estado  (8). Este mapa político es circular, recurrente, se puede disociar, pero no separar, es una dinámica continua de tensión, en su progressus de abajo-arriba, de arriba-abajo.

Notas

  • Bueno, Gustavo (2016). El Ego Trascendental, págs. 27-28. Pentalfa. Oviedo.
  • Bueno, Gustavo (2012). El mapa como institución de lo imposible. El Catoblepas, número 12, pág. 2. Enlace web: https://nodulo.org/ec/2012/n126p02.htm.
  • – (1978) Ensayo de una teoría antropológica de las instituciones. El Basilisco (Primera época), número 5, págs. 8-37.
  • TOMO III. Aproximación a la idea de Mapamundi, pág. 8.
  • cit, pág. 6.
  • cit, pág. 29.
  • cit. págs. 105-108.
  • cit. págs. 105-108.
  • cit. págs. 84-87.

Otra bibliografía

 

 

Del mito, de la idea de mapamundi como mito

Fecha: por: dariomartinez

1.- ¿Qué es un mito?

Pregunta de tradición socrática. Exige precisión y por tanto un discurso breve. En los diálogos nos decía Platón por boca de Sócrates que había momentos para el tratamiento del asunto que exigen concreción y otros más confusos que pueden sugerir un discurso más extenso.  Ahora es el momento para la concreción.

Por mito entendemos discurso que apoyado en reliquias y relatos, en contenidos fenoménicos, de ahí su fulcro de verdad y racionalidad ineludible, no brotan de la nada sino que son “una reorganización analógica a través de una institución”, construyen un nuevo relato que sirve de vehículo de ideas, que se dirige a los sentimientos, al corazón, que pretende atrapar a los potenciales receptores, y de esta forma trasladarle la ideología dominante; servirá como elemento cohesionador de naturaleza política, ideológica o educativa. Se puede perfectamente valer del arte, sólo ha de ser verosímil, no es una ciencia, pero puede agrupar en un proyecto común. No trabaja con conceptos, no exige ser demostrado, es inverificable, sí configurado para ser aceptad, perdurar y organizar un grupo, que con un discurso universal, quizá más que el de la Historia nos decía Aristóteles, pueda fraguar una cosmovisión que sirva a los intereses de un imperio, a la perpetuación de su Eutaxia. Luego cuenta con su lógica interna, obedece a principios que lo organizan de forma racional, se orienta a un fin, ha de ser pragmático, resultar eficaz al normativizar unos comportamientos y prohibir otros. No es argumentativo, no es discurso apodíctico, es emotivo, puede estar organizado, sistematizado por nexos personales, no por leyes impersonales, y pueden dividirse como tales mitos, y siguiendo la propuesta del materialismo filosófico de Bueno, en luminosos o esclarecedores, oscuros y finalmente claroscuros con tramos tanto luminosos como tenebrosos. .

Desafortunadamente, y este es un añadido que quizá vaya más allá de la cuestión, los mitos dominantes en España (que no es un mito frente al mito negro legendario mayoritario) son especialmente nocivos, y lo son porque lo que buscan no es la cohesión, la participación en conjunto, con sus discrepancias, de un proyecto compartido, sino que los mitos, racionalmente construidos, socaban a la nación española, la fragmentan a favor de intereses particulares que obedecen a ideales y proyectos políticos de terceras naciones o grupos de poder. Luego participar de dichos mitos oscuros, corrosivos, que debilitan e incluso trituran la unidad de todo un estado, hace de sus colaboradores jugar el papel de tontos útiles;  las consecuencias perversas de dicha aceptación no sólo disuelven la libertad de los sujetos pasivos, no agentes, sino que disuelven la potencia, la realidad, la capacidad del conjunto. Como nos dice Navarro Crego: «Sin embargo sí puede suceder, como en el caso de España, que eso que se llama “memoria histórica” tenga más de mala Poesía que de buena Historia» (2016, 184), es decir, y a propósito de lo ya sugerido más arriba, que tenga más de distáxica que de eutáxica, y lo peor: que se promueva desde los poderes nucleares del Estado.

2.- ¿En qué sentido podemos decir que la Idea de mapamundi es mítica?

No en un sentido de pura irracionalidad, como antesala de la racionalidad, fin del mito. Es mítica porque un mapa ha de presentar relaciones aliorelativas, no es reflexivo y no se puede autorepresentar, pero si nos quedamos aquí la idea de mapamundi sería un mito oscuro. Debemos reconocer sus límites y entender que es análogo, no unívoco, no representa la realidad, la totalidad del Universo, porque dicho contenido no puede estar previamente seleccionado, y no lo puede estar porque es inagotable, plural, infinito, cuenta con inconmensurabilidades, discontinuidades (symploké) y en esa realidad cambiante está inmerso el mismo sujeto operatorio, el ego trascendental (E),  no podemos instalarnos en la convexidad de lo real, estar fuera para seleccionarlo, fijar sus límites y representarlo (el famoso grabado del astrónomo Flammarion). El mapamundi “está definiendo el territorio al que nos dirige, porque se presenta como una definición de la omnitudo realitatis” (1). Y este criterio ontológico exige un compromiso filosófico con la verdad y es que la realidad M (ontología general, idea crítica negativa) no se agota en el mundo, en el mundus adspectabilis, en la ontología especial (Mi) en la que está inmerso el ego trascendental (E). Las acciones de los sujetos están en el mundo, el mundo es en este sentido antrópico. Siempre habrá franjas de la realidad sin conocer, y cada mapamundi será un mapa del mundo histórico, construido por un ego trascendental pero no como conciencia del mundo, sino como conciencia lógica que construye el mapa del Mundo (2). Para no caer en mitos oscuros hemos de ser críticos con otras propuestas sistemáticas y filosóficas, y es así que el materialismo filosófico ha de conocer y triturar otros sistemas construidos como conciencias del mundo, como totalizaciones idealistas que en el espíritu absoluto veían la realización final de la existencia de Dios. El intento de Hegel de reducir a la nada la ontología general, agotarla en el mundus adspectabilis, abrir la posibilidad a poder dar cuenta del conjunto de la realidad es un intento metafísico monista. Desde el materialismo filosófico hemos de domatizarlo para identificar sus contenidos no luminosos, incluso perversos. No se puede identificar M con Mi ya que en la misma concavidad de la realidad está su demiurgo. No podemos escapar de ella. El sujeto trascendental en función de los límites cambiantes e inagotables de M hace permanentes regressus a Mi y así organiza el mundo finito sin acudir a demiurgos divinos, construyendo un mundo antrópico.

En fin, vamos construyendo nuevos mapas, ampliando la realidad, como el sapo de la fábula que sale del pozo y entiende que la realidad de lo que es va más allá de su mundo cotidiano, alcanza, por el momento, los muros del convento.

Notas

      (1). FUNIBER, TOMO IV. Aproximación a la idea de mapamundi,  pág. 112.

(2) Op. cit. pág. 117.

Bibilografía

  • Bueno, Gustavo (2016). El Ego Trascendental. Introducción, pág. 15-29. Pentalfa. Oviedo.
  • Bueno, Gustavo (2012). El mapa como institución de lo imposible. El Catoblepas, número 12, pág. 2. Enlace web: https://nodulo.org/ec/2012/n126p02.htm.
  • (1978) Ensayo de una teoría antropológica de las instituciones. El Basilisco (Primera época), número 5, págs. 8-37.
  • TOMO III. Aproximación a la idea de Mapamundi.
  • García Sierra, Pelayo (2000). Diccionario filosófico. Prólogo, págs. 9-19. Pentalfa. Oviedo.
  • Navarro Crego, Miguel Ángel (2016). El Westerm y la Poética. A propósito del Renacido y otros ensayos. Pentalfa. Oviedo.