Contra la idea de humanismo de Heidegger
Fecha: 11 marzo, 2024 por: dariomartinez
Carta sobre el humanismo, Martin. Un análisis antropológivo filosófico desde las corrdenadas del materialismo filosófico
0.- Presentación
Del ser auténtico despejado del ente como objeto o realidad fuera del ser. La sobreabundancia de contenidos se ignora, se simplifica en el error, la falsa humanidad de tradición romana y griega tardía nos desorienta. El cristianismo sometido a lo accidentado de lo material, físico, biológico, quieto (ilógico, irracional, metafísico, y ocultador del verdadero ser), y como natural no deja ver la esencia temporal ni entender en el pensar poético y cuidadoso del ser lo verdadero del ser hombre. La modernidad con la ciencia como aliada, técnica que altera el ser, que no actúa como pastora, que no guía hacia el claro de lo auténtico, que no se pregunta por el ser mismo, es el destino lógico de un error filosófico sin visos de solución. En los caminos de bosque, es la degeneración del pensar. «En la actual precariedad del mundo es necesaria menos filosofía (suponemos que espontánea, de los científicos o mundana, de la opinión pública idola theatri), pero una atención mucho mayor al pensar, menos literatura, pero mucho mayor cuidado de la letra» (1).
En fin, desde las coordenadas del materialismo filosófico, parece que Heidegger quiere explicar sin palabras, sin nombres, sin conceptos, sin operaciones, sin relaciones, «[sin] “material antropológico” que entendemos como el conjunto de partes heterogéneas entre sí, formales y materiales, que están conectadas internamente con los hombres y su actividad» (2), lo que es la ontología general, pensar positivamente su ek-sistencia, con un lenguaje cuidadoso, poético, que sirva de morada. Es decir, con el silencio de la reflexión sobre el ser mismo. Fenomenología del ser, que será tan mundana como divina, tan profana como sagrada. Un sustancialismo flotante, sin contacto con la realidad, no entendiendo a la ontología general como un conocimiento negativo que no negación del conocimiento de la realidad (ontología especial), en symploké, no monista, no armoniosa y sí inconmensurable, con franjas de incertidumbre, con conflictos y tensiones esenciales. Luego hablar de Hombre, de su hacer como desenvolvimiento de su Humanismo oculta, ahora sí, «su índole heterogénea e in-fecta» (3). La idea de Hombre es en palabras de beno un «embrollo».
1.- La filosofía como pregunta por el ser y por el hombre
Estamos dispuestos a defender que la historia de la filosofía encuentra entre sus temas centrales la pregunta por el ser más concretamente, como subapartado de interés máximo la idea de Hombre, idea central y protagonista, núcleo de la actual antropología predicada y filosófica, por cierto de una disciplina académica sin sistematicidad posible más allá de la administrativa y universitaria (4), una ficción que ofrece como claro y distinto lo que es más que oscuro y confuso: la idea de Hombre como sustancia a la que se le puede atribuir un predicado propio y exclusivo. Es una especie de saber tradicional, folklórico, elevado, trascendental que deje atrás lo óntico para dar cuenta de lo cósmico, mediante predicados más propios del Dios cristiano e incluso aristotélico (pensamiento de sí mismo) que desde una perspectiva etic hemos de verlos como ahistóricos, abstractos, irreales, idealistas, sin contenido, y por tanto ineficaces a la hora de poder dar cuenta de un entendimiento humano que permita ser compatible con la realidad o que permita introducir unos principios éticos mínimos que canalicen hacia lo mejor y más útil nuestra vida práctica. Que esto sea así no nos dispone a afirmar que sea en última instancia el tema central de todo discurrir filosófico, ni fue el primero ni original, ni fue el exclusivo. Tampoco queremos decir que sea un recorrido, al modo de Heidegger, por la travesía del olvido del ser, por la errónea vía del ente en exclusiva, por la racionalización de lo que va más allá de lo estrictamente cuantificable y matematizable. El olvido del ser sólo se puede entender como el olvido del hombre, de la idea de Hombre, de su humanidad como verdadera exsistencia. Hemos de suponer: que la existencia es coexistencia, es existir con algo, en el caso de que ese algo sea separado hablaríamos de metafísica. El hombre es en tanto que con otros, es un ser en grupo. Es en su sociabilidad donde encuentra su ventaja, su existir más eficaz frente a los animales y frente a otros hombres. Hemos de partir para poder hablar con sentido de un principio de coexistencia o codeterminación con los objetos del mundo, con procesos en los que destacamos a los sujetos operatorios más o menos inteligentes, con sus conductas y su organización social. La racionalidad está en los mismos objetos, es objetual, es antrópica, y entender su contenido permite entender la razón de su hacer (no hay demiurgos externos, con voluntad, sin cuerpo, activos, espirituales, formas separadas propias de un idealismo ficción, irreales). Eludimos al Dios absorto, inmóvil, imperecedero, infinito, incognoscible, inmaterial, hipostasiado, sustancializado, también descartamos a los astros divinos incorruptibles, entes separados del mundo sublunar. No hay una existencia absoluta, ni podemos hablar de ella ni suponerla como existente sin caer en metafísica. Esto es el núcleo: su contingencia, el estar necesariamente otros, con otros sujetos, a modo de symploké platónica: No todo está conectado con todo, ni nada está conectado con nada. Por tanto, y contra Heidegger, no hay un Da-sein originario, puro, como apertura del ser, posibilidad pura, destino: «El ser, como aquello que quiere y que hace capaz, es lo posible. En cuanto elemento, el ser es la fuerza callada de esa capacidad que quiere, es decir, de lo posible» (5).
2.- Modalidades del ser, de ser hombre y su posibilidad
Destacaremos dos modalidades de la idea de ser, Heidegger las trata, las ejerce…, y las devalúa: de dicto, los modos como se utiliza el término ser en los lenguajes nacionales, modalidad lógica, gramatical, y de re, que remite a las cosas mismas, tal y como están en el mundo.
Según Heidegeer el origen del error está en el pensar lógico, manipulador, distorsionador del ser que inauguran las figuras del pensar occidental sistemático y lógico: Platón y Aristóteles (6). Pero, ¿qué podemos rescatar de las categorías de Aristóteles? En primer lugar, o bien son de dicto, no dicen de la realidad, no tienen contenido ontológico, están a nivel lingüístico, jurídico, están ausentes de las categorías científicas, carecen de las ciencias modernas en marcha, acuden al dónde, cuándo, cómo, quién,… Acude a Parménides y Platón. Podríamos decir que su tabla es un error por no estar a nivel ontológico. Lo mismo podemos decir de la categorías de Kant, que son de los juicios del entendimiento, son de dicto, es una definición epistemológica, son las condiciones puras a priori del entendimiento. Cuenta con la ciencia de Newton en marcha, pero no acude a su cierre físico, puede más la línea instaurada por Aristóteles. Su grado de novedad es bajo. La vuelta del revés de Kant y Aristóteles es reivindicar que hay tantas ciencias como categorías del ser, las ciencias constituidas nos ponen sobre la pista del ser. Esta es la tesis más poderosa del sistema filosófico de Gustavo Bueno, y concretamente de su Teoría del cierre categorial. En segundo lugar, o bien son modos categoriales del ser, de re: biológico, geológico, físico, químico; sus relaciones de coexistencia son diferentes, son cierres autónomos, más allá de los vínculos con otros campos categoriales o científicos, con principios propios y sistematizadores de teoremas y leyes, coordinación de sus bases ya de por sí complejas en sus subpartes; cierres anantrópicos no dogmáticos, abiertos a la mejora e incluso a la suplantación por otros más potentes y resales. Cada categoría es un sistema, pero no hay un sistema de las categorías, no hay una ciencia de las ciencias, de igual modo que no hay Hombre, hay hombres individuales, corpóreos, históricos, sociales. Las ciencias, y los diferentes saberes categoriales sobre la idea de hombre, se pueden ordenar pero no armonizar en un saber superior y englobador como el de la Antropología filosófica (vs. Marx, Sartre o Heidegger en lo relativo al Humanismo), sí hay una rapsodia de las categorías. Son la forma más rigurosa de definir las conexiones entre las partes de la realidad. Pues bien, para Heidegger el orden del decir y del ser entendido a modo óntico son un recorrido por el error, ocultan, mutilan la verdadera esencia del ser y por tanto hemos de pensar de forma opuesta, no irracional, no nihilista como haría Nietzsche, sino desde una lógica de escucha, de atención, como pastores del ser que han de repensar el logos. “El pensar, dicho sin más, es el pensar del ser. El genitivo dice dos cosas. El pensar es de ser, en la medida en que, como acontecimiento propio del ser, pertenece al ser. El pensar es al mismo tiempo pensar del ser, en la medida en que, al pertenecer al ser, está a la escucha del ser” (7).
Continuemos. Sobre la idea de posibilidad, para entender su prioridad existencial sobre su esencialidad. Vayamos con Suárez y sus Disputaciones Metafísicas. Acusa a santo Tomás de esencialista al identificar éste a Dios con el ens más general y universal. Suárez entiende el ens o ser como posibilidad, como necesidad está Dios y la naturaleza, la realidad está por encima ya que el ente en general es lo que existe y lo que puede existir. Suárez al sistematizar dicha ideas les insufla una dosis elevada de potencia, de fuerza. Entrará de lleno en la filosofía alemana, lo reconocerá el mismo Heidegger.
El ente es posibilidad, no es de lo particular, es ajeno a lo dado. Es acto para existir, esta es su esencialidad, que sea algo, que no sea contradictorio en sí mimo, es algo y por tanto se diferencia de otro algo, luego ha de tener una esencia que no una existencia, y no digamos el ser pre-pensado de Heidegger.
La diferencia ontológica, de la mano de Heidegger. Su interés filosófico no es otro que el de dar una respuesta a la cuestión central de la tradición reflexiva occidental: ¿qué es el ser? ¿qué es el ser del Hombre? Según él el pensamiento occidental, desde Grecia a nuestros días, falla a la hora de tratar el problema y lo hace porque elevada en el optimismo de la razón infinita y dominadora no se percata que de lo que da cuenta es del ente, ente que erróneamente identifica con el ser. El ente es la cosa real accesible a los sentidos, matematizable, cuantificable y fácil de dominar. Es el hombre desvirtuado, conducido al camino del error a través del bosque que no deja ver lo auténtico. El ser es la condición para que el ente aparezca, pero su olvido ha sido un error perenne. Olvidarse del ser es olvidarse de nosotros, es un proceso de deshumanización (¿y olvidarse de los sujetos como seres existentes y con cuerpo como alojamiento de la vida, como entes?). De ahí que sea necesario bucear en nuestro ser auténtico, en el ser mismo entendido como apertura y posibilidad de lo que hay; es una acceso problemático porque la naturaleza gusta de ocultarse, pero es a la vez una aproximación libre, cauta, noble, cuidadosa (Sorge) y auténtica capaz de desvelar, de precomprender, la auténtica esencia del ser como temporalidad, como evento (Ereignis). Dicha aproximación precomprensiva es sincera y se realiza a través de un ser en el mundo o Da-sein como apertura que arriba a la verdad a través de un proceso desinteresado y un lenguaje respetuoso con el ser, este no será otro que el lenguaje poético (Hölderling, Novalis) o el lenguaje de los primeros filósofos griegos. No olvidemos que la casa del ser no es otra que la del lenguaje (griego o alemán). Planteamiento afín al silencio de la labor bien hecha tras una dura jornada de trabajo, afín también al misterio en forma de ser inaccesible y entendido como abismo, y afín, en definitiva, al verdadero hogar de la irracionalidad. Lo material, la cosa (Das ding) se torna prescindible, insignificante, merece ser desatendida. Así el hombre como sujeto individual operatorio y corpóreo puede ser una afirmación del ente inauténtico que no deja escuchar al verdadero ser, que interrumpe el silencio sosegado del deber, que obstaculiza la reflexión privada sobre el verdadero ser. Muchos hombres delante de sus narices y de muchos camaradas de partido vieron a los otros como no ser, como entes que impedían realizar el destino salvífico del ser, que truncaban el camino a lo trascendental, que como cosas debían ser tratados técnicamente, quirúrgicamente, para que el verdadero pensar fuese un hacer que en su delirio utópico arribara al más allá de la práxis (8).
Para concluir. Es esta antropología predicada una reflexión idealista. Su fuerza está en sus transductores. Su seguimiento es una evidencia. Aparece como fuerza inspiradora de corrientes contraculturales. Su atractivo está en la simplicidad contra la arbitrariedad de lo convencional, de un presente en marcha infecto, dinámico, cada vez más complejo y por tanto exigente. Ahora la felicidad pasa por ser canalla, la exigencia, las contradicciones, los desencuentros, los conflictos resultan ser perturbadores. La vida plena exige agotar las emociones, este agotamiento perverso puede ser rutinario y de ser habitual se convierte en patológico. La antropología predicada de Heidegger puede desembocar en una filosofía de la sospecha que trivialice todo saber, especialmente científico y tecnológico, acabar siendo superficial, usando conceptos abstractos, impreciso, lisológico, sin clasificar, sin ordenar, y en definitiva de espaldas a los verdaderos saberes en marcha. Siendo más directos, más intuitivos, menos limitados, se entenderán como más libres. Pero la nueva nesciencia promovida por una nueva forma de pensar de un segundo Heidegger arroja una metafísica embriagada de misterio, abierta a interpretaciones privadas de todo tipo que impiden un discurso de lo común, un entendimiento que pueda apoyarse en el verdadero saber parido por las diferentes categorías del ser y del hacer, siendo estas últimas, hemos de reconocerlo, más problemáticas por sus contenidos, sin olvidar que ellas son también un modo de ser.
NOTAS
- Heidegger, Martín (2013). Carta sobre el Humanismo, pág.95. Alianza editorial. Madrid. El añadido entre corchetes es nuestro.
- FUNIBER, TOMO 2. Antropología filosófica. págs. 46.
- FUNIBER, cit. pág. 35.
- García Sierra, Pelayo (2000). Diccionario filosófico. Antropología general/antropología filosófica 263, pág. 284. Pentalfa. Oviedo.
- Carta sobre el Humanismo, Op.cit. págs. 20-21.
- Carta sobre el Humanismo, Op.cit. págs. 70.
- Carta sobre el Humanismo, Op.cit. págs. 19-20.
- Carta sobre el Humanismo, Op.cit. págs. 91.
Bibliografía complementaria
- Alvargonzález, David, Modos y dimensiones de la idea de ser https://www.fgbueno.es/act/efo203.htm . Consultado el 28 de febrero de 2024.
- Bueno, Gustavo (1978), Sobre el concepto de «espacio antropológico», págs.57-69. El Basilisco. Oviedo.
- Heidegger, Martín (2018). Caminos de bosque. Alianza Editorial. Madrid.
- Sartre, Jean-Paul (2023). El existencialismo es un humanismo. Edhasa. Barcelona.
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