Filosofía de la historia: res gestae, res gestarum

Fecha: 7 julio, 2024 por: dariomartinez

Acotaremos el trabajo, contra la teoría historiográfica de Max Weber entre otros, haremos una selección interesada, valorativa. Lo haremos por su impacto, por la presencia presente y activa de sus resultados in media res. Protagonismo y resultado victorioso no promovido directamente, no estimulado en su génesis por sus autores  ni conciudadanos. Impacto mediado por intereses ajenos, fruto de la propaganda bien ejecutada, y fruto de una asimilación que al asumirla no nos eleva, nos condena, no nos salva e inserta en la senda de los derechos del hombre, nos divide y nos debilita. Siendo menos y divididos, aceptando las leyendas que nos menguan pasamos de forma paulatina de ser parte formal de la historia universal a ser una parte insignificante, prescindible, y de autoridad nula.

Pues, bien el descubrimiento del Nuevo Mundo, se va y se vuelve, se hace un mapa, se sitúa un continente, se descubre el Pacífico, hace que el Viejo Mundo pase a ser un Nuevo Mundo; Europa se transforma. Nos dice Hegel: «La humanidad se hizo libre, no tanto de la servidumbre, como por la servidumbre» (Hegel 2010, 460). Y esa libertad individual se materializó gracias a un nuevo profeta venido de las tierras del norte: Lutero. La Reforma protestante es el alivio definitivo contra toda alienación. El descubrimiento de América, la impronta del Imperio español, sucesos en la historia universal espurios, triviales, ajenos al devenir de la realización del hombre. Hegel impregnado de la «leyenda negra española», subido al tren de la tergiversación por la asimilación sin más de la propaganda dominante. Le falta cuando menos rigor, pero el idealismo alemán que él promociona será admirado e incorporando a nuestra historia particular. Nos degradará, pero sólo respetando y aceptando sus propuestas hace mejores a unos pocos. Luego urge hacer una nueva Historia, construir el pasado insertado en nuestro presente para cuando menos mostrarnos beligerantes, críticos de una historia ficción construida por nuestros enemigos con el propósito de mostrar ante los suyos una degradación que sólo puede actuar como acicate para la revancha, la pugna y el conflicto permanente. El protestantismo nace como enemigo del catolicismo, la derrota de éste está, y nos lo subraya Hegel, consagrado al triunfo de la Reforma que:«[N]ació por la corrupción de la Iglesia. Para comprender esta lucha contra la Iglesia, es necesario leer algunos escritos de Lutero, porque la Iglesia de hoy ya no se halla en la situación que él combatió; también la Iglesia católica se ha purificado en sí por la Reforma [se ha protestantilizado]» (Hegel 2010, 462. El añadido entre corchetes es nuestro). El mal en el otro otorga el bien en uno. Pero vayamos a nuestro asunto. Acudamos a uno de los momentos decisivos. El dominico Fray Bartolomé de las Casas escribe un texto polémico, inicialmente de consumo interno, para la disputa dialéctica en el seno de la Corona e Iglesia Católica españolas, son famosas las controversias de Valladolid y la promulgación de la Leyes Nuevas en 1541, o las disputas iniciadas en 1550, disputas dialécticas con Sepúlveda como rival sobre América y sus nativos, las encomiendas, la posibilidad de salvación de las almas de los indios vía bautismo, sobre la construcción de la idea de ciudadano con sus plenos derechos en torno a la ciudad (enclasada, diseminadas y diseñadas en la costa y en el interior del nuevo continente, y no pensadas como factorías para abastecer de materias primas a la metrópoli colonial) y la conexión vía caminos, es decir la construcción de un territorio del impero con estatuto de Virreinato (Roca Barea 2029, 296-310). Pues bien Brevísima relación de la destruyción de la Indias es una reliquia escrita (res gestae), es un documento sujeto a interpretación, cuenta con sus lectores, los de ayer y los de hoy conectados por su impronta, su impacto en la construcción de los diferentes momentos de la historia de España llega hasta nuestros días. Por eso son necesarios fantasmas intermedios, nexos hipotéticos que permitan la predicción de reliquias ausentes y que unan partes del pasado pretérito con partes no pretéritas de ese presente (1). De su presencia y reconocimiento somos corresponsables. Es un documento con su autor, nos cuenta algo de su presente, ahora para nosotros pasado, pretérito perfecto, ya no puede ser alterado, está acabado, muerto, ya no hay voluntades que lo puedan alterar (2). Nos influye a nosotros pero nosotros ya no podemos alterar la conducta lacasiana, ya no podemos disputar con él, no está afectado por el presente en marcha, un presente infecto, anómalo y que su interpretación derivada de otros y asumida por muchos de nuestros más prestigiosos historiadores convierten dicha obra en un arma ideológica poderosa. Se construirá una Historia, rerum gestarum, de violencia, adversaria del consenso, del acuerdo, ajena al progreso de la humanidad, enemiga de los derechos humanos fundamentales que por lo tanto si no olvidada ha de ser reconocida para ser espiada, purgada, de nuestro presente y así poder purificarlo. Una Historia que sin negar su fulcro de verdad es más mítica que científica ya que parte de un principio coordinador que es una mera ficción: la idea de un paraíso de tribus indias en perfecta armonía y paz, fuera de cualquier determinación espacial o temporal (2) que podríamos entender como una utopía perversa cuando no peligrosa, al menos para nuestros intereses como nación-política reconocida y con una democracia homologada.

De este modo y contra la historiografía cientificista y axiológica de Weber toda reliquia o documento que no es meramente un resto (Bueno 1978, 10) es un fenómeno histórico cargado de valores, mismamente ya dados en su selección, y por supuesto en sí mismo hallamos un contenido con valores ineludibles que han ser tratados en conexión con otros valores: políticos, militares, religiosos, económicos, o artísticos. Hemos de intentar recuperar no sólo los pensamientos e intenciones de su autor, como sostiene Collinwood cayendo en un evidente subjetivismo psicologista (2), muy del gusto por otra parte de la corriente posmoderna de la historia que reduce la historia a hechos particulares sobrecargados de sentimientos, vivencias, deseos e individualidades en formato literario que en vez de entender la historia, favorecer la elaboración de juicios del entendimiento, nos guían hacia lo sensible otorgando así como contenido esencial de la historia, más allá de los fenómenos que pueden ser considerados como prescindibles, lo vivido por los sujetos seleccionados; la Historia, rerum gestarum, en este caso idiográfica colapsa por no poder fijar nexos de encuentro que permitan el conocimiento, entender nuestro presente anómalo, tensionado, en conflicto a partir de un pasado construido como fantasma coordinador a partir de los fenómenos dados:  monumentos, reliquias, y documentos; una crítica ontológica o translógica como norma puede abocarnos a un olvido sistemático de nuestro pasado más presente, no a su recuperación vía memoria.

Por tanto, coincidimos con la historiografía del siglo XIX, se puede hacer ciencia histórica, ya no hay demiurgos divinos, ya no hay fuerzas de la naturaleza inerte con sus leyes impersonales, α-operatoprias,  que dirijan el destino del hombre universal, entendido atributivamente, en sus partes, con sus grupos políticamente organizados particulares y enfrentados, con grupos que en el límite aspirarán a la comprensión de la totalidad, a la ejecución real de un imperio con aspiraciones globales, totalizadoras que se tornará imposible, porque en su éxito está paradógicamente su fin, ya que su ser es contra alguien, y en esta dialéctica está la condición para su existencia; debemos criticar una historia universal que tenga como sujeto a la humanidad entendida en sentido atributivo, bien sea desarrollando el espíritu, desembarazándose de las cadenas alienadoras de la naturaleza como lo interpretó Hegel, o bien como sostuvo Marx dirigiéndose en el futuro al inicio de la historia (no al pasado), al abandono de la lucha del hombre contra el hombre, a la supresión de la esclavitud o la servidumbre fruto del dominio del que posee lo bienes materiales de subsistencia sobre el que no los posee y sólo puede ofrecer su fuerza de trabajo, por tanto devenir de la humanidad que ha de consumar el paso de su existencia desarraiga e inauténtica insertada en la prehistoria a la historia del nuevo hombre ya libre tras la abolición de la propiedad privada (violenta, no puede ejecutarse con sólo buenas palabras) y el fin del estado. Ahora bien, la cientificidad de toda rerum gestarum ha de comprometerse con el doble plano operatorio, β-operatorio, de la ciencia histórica ya que el sujeto temático y el sujeto gnoseológico no pueden ser evacuados, se han de construir las operaciones de los sujetos temáticos, operaciones prolépticas, con sus anamnesis correspondientes, obrar apotético que ha de ser rescatado, luego todo sujeto gnoseológico, en este caso el historiador, ha de reconstruirlo para adecuarlo al presente y poder así entender una realidad en marcha troquelada por el pasado, por fenómenos en forma de reliquias y relatos que si son conservados lo serán porque nos podrán permitir entender el presente, pasado que puede alcanzar varias olas o generaciones, pasado distanciado, de sujetos que ya no están y que exigen de nuestro hacer una metodología forense mediada (no inmediata) por los fenómenos corpóreos que son perpetuados, y que son fruto del hacer humano, de sus operaciones dirigidas a un fin, pensadas para ser eficaces, y pensadas en muchas ocasiones también para engañar, confundir y mantenerse el curso de lo oscuro y confuso; falsedades todas ellas que de estar presentes habrán de ser reconocidas (Bueno 1978, 13) (2).

Volviendo al texto lacasiano. La propaganda triunfante, de la mano del imaginario construido con escenas de crueldad sin paragón obra del holandés Theodor de Bry a partir de la lectura interesada del texto polémico y exagerado del dominico permitió fraguar una ficción negro legendaria, que destaca lo errores, y oculta los aciertos de la España imperial del siglo XVI que llega hasta nuestros días. Lo peor es que esta historiografía, adulterada, se vuelve verdad, se acepta sin compromiso con el esfuerzo intelectual, se barre de la disputa todo argumento, dato o escrito que lo refute, y lo que no es más que una fábula se convierte en arma poderosa de control, de domino sobre la potencia receptora de la calumnia, y lo hace debilitándola y aislándola. Lo más trágico: su impronta hoy esta activa, y su defensa garantizada por los núcleos del poder de nuestro país, tanto en el gobierno (v.g. Ministro de Cultura) como entre los grupos de acólitos secesionistas que en la historia ficción ven un terreno ideológico eficaz para captar votos, situarse en los puestos del estado y aumentar sus cuentas. Luego la historia (alterada) puede servirle a la Historia de verdadera coartada ideológica.

Una última curiosidad. Muy cerca de mi residencia, en mi pueblo natal. Un negocio de éxito. Su propósito es simple: la enseñanza del inglés. Los alumnos que acuden son numerosos. Las listas de espera para conseguir plaza amplías, diría que casi desesperantes, mejor buscar otras alternativas. El nombre de la Academia Orange, quizá este fenómeno que pasa desapercibido, esta anomalía de nuestro presente pueda cobrar más significado si acudimos al pasado e intentamos entenderlo para adecuarlo a nuestro mundo en marcha dando cuenta de su significado histórico y reconociendo contra el positivismo histórico que los hechos pretéritos son construidos desde nuestro presente.

NOTAS

  • Filosofía de la historia, pág. 58.
  • Op. cit.  pág. 58-61.
  • Op. cit. pág. 56.
  • Op. cit. págs. 9-11.
  • «Y en Historia (así como en algunas otras ciencias etológicas), lo característico es que la ocultación no es sólo pasiva, sino activa, por cuanto los «fenómenos» han sido, muchas veces, fabricados precisamente con la intención de encubrir, de ocultar, de engañar: en realidad, esta intención, como tal (operatoria) sólo podría atribuirse a las ciencias históricas o humanas».

 

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