Cuando los sentimientos agotan la verdad
Fecha: 8 diciembre, 2020 por: dariomartinez
Apagar el fuego y no digamos ocultar el sol que puede triturar con la razón los motivos de la presencia del esclavo en el mundo de la apariencia dominada por la mera opinión intencionadamente desconocida no es prudente, ni recomendable, es simplemente absurdo. El triunfo de la posmodernidad acaba con Platón y su vacío es sustituido por fichajes de la talla de Feyerabend, Lyotard o Vattimo. Si en ciencia «laissez faire», si la quiebra de la razón es una evidencia en ciencia, qué decir tiene en el ámbito de la política y de la filosofía.
Toda opinión ha de ser respetada, el relativismo rampante da cobijo a cualquier majadería. Sin referentes de verdad anulados por la inacción y la virtud de la ignorancia o de la más sofisticada nesciencia, en la democracia actual, fundamento de todo hacer con sentido (una forma de decir que en un sistema no democrático es imposible la virtud, el bien ético, salvo excepciones contadas que se verán como héroes de un pasado para no repetir y si acaso recordar –se llamará memoria histórica- para así justificar posibles desmanes o propósitos utópicos del momento), lo plausible está a la misma escala que lo imposible, es más lo imposible si uno lo piensa con el convencimiento de un auténtico kantiano que no necesita operar con la realidad, por falta de manos y no digamos de ideas, puede acceder en un santiamén, sin sacrificio alguno, al fin democrático de la historia, al bienestar de todos, a la paz perpetua, a la felicidad y al diálogo empático y sin atisbo de violencia entre el conjunto de la humanidad que supera por fin los pérfidos estados-nación opresores nacidos con la modernidad –emic– (más que de todos y del conjunto de los seres humanos, mejor hablar de sus correligionarios agrupados en torno a una ideología, acudo de forma inevitable a Marx, que defienden los interés de una clase privilegiada, acomodada e inevitablemente frente a terceros, en cuyo caso la solidaridad del grupo nada tiene que ver con el bienestar y la libertad de terceros cuyo sino no es otro que la existencia en una sociedad protopolítica por inexistencia o fracaso del Estado o la desconexión miserable del ciclo social y económico en perpetua y problemática renovación –etic-).
En la política de hoy el respeto se agota en lo psicológico. La lógica cubierta de contenidos gnoseológicos bien geometrizados, tanto material como formalmente construidos, vertebrados en torno a la verdad modelada por las ciencias en forma de identidades sintéticas capaces de neutralizar al sujeto ya sea este temático u operativo, ya sea humano o animal, ya no importan. Son resultados atractivos pero no democráticos. La mayoría los ningunea desde la tolerancia mal entendida como virtud; no se critican, no se discriminan, ni se clasifican ni se jerarquizan porque simplemente no se sabe. La censura cegadora del desconocimiento un espectro que no se puede demoler. El fundamentalista democrático, como acertadamente señala Santiago Armesilla, nunca reconocerá que lo es, tampoco el pijo añadiría yo. Desde un perspectiva emic el fundamentalista democrático, y el pijo, serán siempre y de forma sistemática, el otro.
El fundamentalismo democrático, atrapado en una estructura de funcionamiento miope que considera que todo problema tiene una solución que pasa por «más democracia», está ávido de reconocimiento. La disidencia se castiga, es inadmisible discutir sobre lo evidente, la censura se materializa en forma de debates estériles, o bien se claudica o se discute para empatar. En lo ontológico, lo real se reduce, se separa, no se disocia racionalmente, de lo primogenérico (la realidad física es un auxiliar de lo pensado, se ha de ajustar sometiéndose a lo reflexionado por los nuevos egos puros y diminutos, en caso de error la responsabilidad recaerá sobre el ciudadano preparado para asumirlo. Nuestro sistema neofeudal, autonómico, un galimatías perverso a la vez que eficaz para evitar las culpas de sus gobernantes) ni de lo terciogenérico (las verdades como identidades sintéticas, universales, necesarias, atópicas, acrónicas, se liquidan al interpretarse como construcciones mentales hipostasiadas y sustancializadas).
Así el psicologismo imperante, posmoderno, satisfactorio, y fábrica de ciudadanos felices sin fronteras, no anticipa el suicidio lógico de la puesta en marcha de sus planes. Ante una epidemia por SARS-CoV-2 de alcance global el ejecutivo nacional toma como medida para prevenir futuros contagios que le den vuelta al proceso de desescalada una decisión sin sentido operatorio. Desde su óptica de bondad psicológica, de mala fe en sentido sartreano por ser en esencia puro autoengaño, estiman como la más elevada cota de saber eficaz y único capaz de erradicar nuevas cadenas incontroladas de contagios que las reuniones en las fiestas navideñas entre familiares y entre allegados se realicen de forma segura, apelando a la responsabilidad individual (volvemos a las culpas ajenas) en palabras del Ministro de Sanidad Salvador Illa: «allegado es una persona que sin tener una relación familiar clásica con otra persona pues tenga una vinculación sentimental muy determinada». Añade a los vínculos de parentesco, biológicos, unos vínculos asociados con la amistad, o peor aún con los sentimientos elevados al rango de verdad, lo que supone, y es mucho suponer, que se entiendan como verdades abiertas a la observación de quien quiera comprender y obrar en consecuencia; sin embargo resulta difícil acreditar y actuar con una lógica objetiva, ajustada a la realidad, como agente garante de la seguridad, como funcionario capaz de actuar violentamente y legalmente para impedir su más que posible y esperemos que no generalizado incumplimiento. Sin realidad física, sin realidad jurídica acreditada, es en rigor una predisposición vacía por inútil, es la coartada perfecta para que cada uno haga lo que le venga en gana, y por supuesto sea tolerado. De paso el sistema de mercado pletórico seguirá democráticamente funcionando más allá del riesgo de unas cuantas vidas, que a priori y en aras a un actualismo nihilista perverso simplemente no son y en consecuencia carecen de fuerza suficiente para frenar tal despropósito.
Yendo más allá del particular arriba señalado. El frenesí fundamentalista democrático homologará a sus acólitos en torno a presupuestos dogmaticos, aprehendidos desde el ejercicio gnóstico del saber inmanente, indudable y expuesto para ser asimilado por todos: la diferencia se estimula, pero primero piensa como la mayoría localizada en un territorio aureolado por una historia ficción colectivamente sentida que cobra fuerza negando lo evidente: o bien la existencia de España como nación política con soberanía en el conjunto de los ciudadanos indiferenciados españoles que pueden ejercer su voto de forma periódica, o bien que fuera de nuestra fronteras, en los restos del naufragio de lo que fuera el Imperio español, no se habla español. Estos presupuestos hoy infranqueables con rostro de leyenda negra, mito oscuro, dominador, e imagen de una imagen que con la propaganda solo distorsiona y sirve para arengar a los que solo pueden percibir lo negativo o lo ridículo, con la fuerza de los argumentos ideologizados y enfrentados del liberalismo, de la Iglesia y de los nacionalismos étnicos y fraccionarios, son:
1.- el relativismo cultural. Todas las culturas son isovalentes más allá de su potencia en forma de capacidad para poder explicar la realidad apelando a la razón y dejando de lado los vínculos personales y arbitrarios de seres perfectamente desconocidos y auténticamente creídos,
2.- el ecologismo, en el límite el veganismo y la defensa de los derechos universales de los animales, igualando a estos a los humanos cuando no respetándolos y comprendiéndolos como superiores.
3.- el agnosticismo o ateísmo vergonzante, antes creer en los cíclopes, los trolls, los duendes, o en energías positivas que en el dios de la escolástica engendrado y racionalizado entre otros por santo Tomás de Aquino tras hacer hablar al dios imposible de Aristóteles.
El propósito compartido: la disolución de las actuales fronteras de los estados modernos que doblegaron el Antiguo Régimen. Un estado moderno de «mínimos» a favor de los pueblos que más débiles ofrecerán un poder local de privilegios y neofeudal más eficaz, menos resistencia al mercado, será más ágil el dominio económico del imperio realmente existente (por ahora) con el dólar como moneda y con el inglés como única lengua franca, y finalmente la disolución de patrones de ciudadanía que fraccionen el mensaje de Cristo: ni franceses, ni ingleses, ni alemanes, ni españoles, todos ciudadanos del mundo, todos hijos de su pueblo, de su cultura, del lugar donde mejor puede brotar el espíritu salvífico en forma de gracia santificante y para evitar pruritos no deseados para los laicos en forma de cultura.
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