Hacia una nueva paz

Fecha: 5 agosto, 2022 por: dariomartinez

Aun no es posible hacer Historia (académica), no podemos construir un pasado perfecto por ser estos momentos, desde el punto de vista ético indudablemente se han de calificar como trágicos,  infectos. La historia ha de dejar atrás la memoria y desde las reliquias no eliminadas y los resultados de las acciones programadas, es decir propositivas, construir un relato dirigido a la verdad. La Historia es un relato que se ha de fabricar desde el entendimiento. Obviamente la verdad de las ciencias históricas es problemática por ser humana, por no poder neutralizar al hombre, al auténtico protagonista (atrás queda la Teología de la historia de San Agustín), pero no por ello hemos de renunciar a su rigor. La historia es la escrita por los vencedores (Hegel), son los resultados los contenidos que han de ser interpretados, conceptualizados, categorizados en función de los fines obtenidos, materializados y que operan en el presente en marcha. Son fruto de un operar colectivo humano, no particular, de transformación calculada, derivada de procesos de anamnesis que permiten organizar prolécticamente un futuro desconocido, partiendo de lo que no se sabe, de lo incierto y que exige sobre todo prudencia (phronesis): “Ver lo que es bueno para ellos y para los hombres que ellos gobiernan; y esta es la cualidad precisamente que reconocemos en los que llamamos jefes de familia y hombres de Estado […] Es necesario reconocer, que la prudencia es esta cualidad que, guiada por la verdad y por la razón, determina nuestra conducta con respecto a las cosas que pueden ser buenas para el hombre” (Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1140a-b).

La guerra en Ucrania es humana, no es una simple condición etológica, animal e instintiva que puede ser disuelta con operaciones farmacológicas o quirúrgicas a nivel individual. Tampoco se detiene con un tratamiento de diván del presidente de la Federación Rusa V. Putin.

Es una guerra compleja y ésta condición se puede apreciar en los medios movilizados, humanos en forma de ejércitos especializados, en los medios logísticos, técnicos y tecnológicos (misiles Iskander rusos, o las lanzaderas de cohetes HIMARS donados por estadounidenses y alemanes al ejército ucraniano). Su primer objetivo es durar en el tiempo, las acciones de una guerra de estas características no pueden ser ocasionales, no se trata de una pelea esporádica, ni de una trifulca sobrevenida casi por azar, tampoco es una guerra entre bárbaros y sociedades civilizadas. Será una guerra más impersonal, cruenta y macabra, en el límite de destrucción total. Esto quiere decir que la guerra entre Ucrania y Rusia es entre dos estados-nación realmente constituidos, reconocidos, con su territorio apropiado, sus ciudadanos y sus fronteras (más o menos permeables, mejor o peor defendidas; parece que en el caso de Ucrania son porosas por la ausencia de una fuerza eficaz que permita su inviolabilidad).

Rusia y Ucrania son dos entidades políticas hoy (no bárbaras, tribales o ágrafas) como resultado de la desintegración de la Unión Soviética (diciembre de 1991). Han tenido que poner en marcha planes de holización de las diferentes etnias que habitan en sus territorios con éxito desigual. Ucrania es un país en disputa, con problemas internos de territorialidad: Crimea y las Repúblicas Populares y Democráticas del Donbás: Donetsk y Lugansk, de ahí que la actual guerra pueda ser vista (etic) como un enfrentamiento civil. La balcanización latente, la herencia soviética en forma de derecho de autodeterminación de todos los pueblos fue un problema que estuvo siempre presente en el Imperio Soviético (con Lenin el camarada Stalin fue nombrado Comisario del Pueblo para las nacionalidades), y fue uno de los asuntos que mejor supo aprovechar Occidente desde el exterior para su propia eutaxia. En su fragmentación estaba su debilidad. Putin lo sabe, Henry Kissinger lo sabe, la otanización de Ucrania es la desintegración de Rusia, es su insignificancia en la actual geopolítica mundial. El triángulo de Weimar, esto es la occidentalizacón de Ucrania alentada desde Francia, Alemania y Polonia… con el apoyo incondicional de Estados Unidos, Japón y Reino Unido puede suponer el colapso de Rusia.

La guerra iniciada el 24 de febrero de este año no es justa o injusta, no son esos los parámetros que pueden permitir dilucidar sus causas y sus posibles consecuencias. “La vida tomada en su conjunto se divide en trabajo y ocio, en guerra y paz, y de las acciones, unas son necesarias y útiles, y otras nobles. Y en este terreno, es necesario hacer la misma elección que para las partes del alma y sus actividades: que la guerra exista en vista de la paz, y el trabajo en vista del ocio […] La práctica de los ejercicios militares no debe hacerse por esto, para someter a esclavitud a pueblos que no lo merecen, sino, primero, para evitar ellos mismos ser esclavos de otros, luego para buscar la hegemonía en interés de los gobernados” (Aristóteles, Política, 1333a-1334b). Rusia nunca aceptará un juicio internacional, un Tribunal Penal Internacional que pueda juzgar a Putin y sus máximos responsables, entre otras razones porque no tiene la fuerza suficiente para obligarlo, para hacer que se cumplan sus sentencias. Rusia no lo olvidemos es uno de los cinco miembros permanentes en la ONU y cuenta con derecho a veto en la asamblea. Lo que se ha de analizar es si es prudente o imprudente y para ello hemos de esperar a los resultados.

Desde la óptica de los contendientes de lo que ahora se trata es de alcanzar una paz derivada de la victoria de uno ellos, una ventaja que permita negociar en mejores condiciones facilitando políticamente: la recurrencia del sistema productivo, el control de las materias primas y de las rutas de transporte (capa basal), la estabilidad social entre los gobernados (capas cortical y conjuntiva, es imprescindible un marco legal, una administración eficaz,  y unas fronteras que permitan perimetrar el territorio apropiado), y la pervivencia del Estado (eutaxia). Dicha victoria o paz del vencedor que no podrá ser pírrica (es plausible que entre los planes rusos en la invasión de su vecino ucraniano esté el control territorial del conjunto de las costas del Mar Negro y la instauración de un corredor seguro con la región prorrusa y moldava de Transnistria), habrá de habilitar un marco internacional nuevo que favorezca una mayor presencia internacional (capa cortical), y nuevas alianzas estratégicas que compensen lo que se entiende por desequilibrio: el unilateralismo de los Estados Unidos. El nuevo orden mundial que se vislumbra estará encabezado por la alianza entre Rusia-China frente al gigante americano. Por tanto, el fin es un equilibrio victorioso. Resumiendo podemos destacar:

1.- La idea kantiana de la Paz Perpetua es una idea sin sentido, o peor es una idea que de dirigir una política de estado seria pondría en marcha la desmilitarización propia y la militarización ajena, o sea la debilidad frente a terceros. La paz evangélica puede dar como resultado la hegemonía depredadora, generadora o centrípeta (v.g. China) de un nuevo programa imperial, si se quiere global. Los programas promovidos por el Presidente W. Wilson (1913-24) derivaron en la remilitarización alemana previa a la Segunda Guerra Mundial.

2.- La idea de Fukuyama de un fin de la historia desencadenado por el triunfo de la democracia homologada liberal en el conjunto de la humanidad es una auténtica majadería.

3.- La realidad es terca, está por encima de las voluntades individuales, en política no hay armonismo, consenso universal, ni una humanidad que participe de una proyecto compartido, sí hay en cambio tensión, lucha por el control de los territorios y sus recursos, por la estabilidad y el bienestar de los ciudadanos de cada país. Los conflictos políticos han de prever la posibilidad de una solución bélica como otra forma de hacer ciudad (Clausewitz). La política como biocenosis nos dice Gustavo Bueno, es decir lucha dialéctica entre estados y clases sociales.

4.- ¿Podría ser la ocasión para la culminación del Proyecto Islero y que España active ya en su recta final la construcción de su propia bomba atómica?

5.- El nuevo tablero geopolítico está transformándose, cada placa mueve ficha y se está reposicionando ¿Sabrá estar a la altura la placa hispánica ahora diseminada con lo que queda del naufragio de independencia y desintegración parido en el siglo XIX?

6.- En una guerra los derechos individuales, éticos, materiales, dirigidos a preservación en la existencia de cada uno de los sujetos operatorios y corpóreos, se han de plegar a los políticos, a los del grupo o conjunto de ciudadanos de una sociedad política en marcha. La igualdad individual, la de todos los que forman parte de un grupo como totalidad distributiva se ha de supeditar al bien general. Mantener las vidas del mayor número posible de población de un país en guerra exige proteger a los niños, a los ancianos y a las mujeres.

7.- No todo buen hacer político es democrático como se cree desde el fundamentalismo.

8.- No todo buen gobierno capaz de garantizar el interés común ha de ser recto en sentido democrático, Aristóteles aseguraba que había ciudades-estado (polis) con constituciones eficaces monárquicas, aristocráticas y republicanas, o lo que es lo mismo, no serían respectivamente rectas: la tiranía, la oligarquía y la democracia devaluada por ser la mediocridad el resultado inoperante (distáxico) del triunfo de la mayoría (demagogia, para nosotros oclocracia).

9.- De momento, y lo volvemos a subrayar, no es posible hacer hoy por hoy Historia sobre la inavasión rusa de Ucrania. Ahora cuentan los relatos, la propaganda, los mitos. Se engrandece lo propio y se minimiza o condena lo ajeno. Hay verdaderos mitos en marcha, triunfa el maniqueísmo, fácil y accesible para la mayoría. Verosímil, que no verdadero, pero que de hacerlo bien aglutina, llega al corazón, a los sentimientos de muchos. Se necesitan héroes y antihéroes. La superestructura ideológica está inserta y activa en la estructura productiva hasta el tuétano (vuelta del revés de Marx, otra vez Bueno). Entre ambas hay una relación diamérica disociable pero inseparable.

10.- La labor de la filosofía, desde Platón, es deshacer mitos triturándolos con la razón y explicándolos a la población, sustituyendo verdaderos mitos verosímiles por verdaderos mitos luminosos comprometidos con las categorías ontológicos de la realidad que no son otras que las científicas o del ser, y las ontológicas del hacer: praxis y poiesis. El hacer filosófico puede resultar desagradable, truncar momentos de falsa paz o causar infelicidad a todos los habitantes satisfechos del fondo de la caverna.

 

 

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