La historia no es del pasado, presencia de la Historia
Fecha: 7 julio, 2024 por: dariomartinez
¿Por qué la Historia no es una ciencia del pasado?
No se trata de negar la condición de ciencia a la Historia, tampoco quiere esto decir que sea un ciencia en la que se puedan alcanzar verdades en forma de teoremas o leyes impersonales, α-operatorias, que permitan entender el devenir de parcelas concretas del hacer humano cuya urdimbre viene marcada por el estado y la escritura; el operar del sujeto gnoseológico no puede ir dirigido a la construcción de una verdad universal, libre de valores, subjetiva, evacuada de voluntades y gobernada por nexos paratéticos, como podrían defender los miembros de la escuela de Baden, porque simplemente dará como resultado algo que no permitirá entender la historia del hombre en su momento y en su lugar concretos, sí dará como resultado otra categoría, otra ontológica de lo que es el hombre, bien sea psicológica, etológica, biológica o paleoantropológica, pero no histórica. Los nexos entre el hacer humano están gobernados por relaciones apotéticas, fraguadas por voluntades prolépticas con sus anámnesis, que de forma activa se ejecutan con el propósito de resultar eficaces, victoriosas, es decir que encierran engaños, trampas, contenidos oscuros, difusos, dirigidos a eludir la intención, los pensamientos, los planes y los programas de otros. Por eso no es la ciencia tampoco del pasado, sino de un pasado seleccionado en tanto que trasciende su momento de génesis y se perpetúa en nuestro presente. La Historia (rerum gestarum) recuperará las reliquias y los relatos para construirlos de forma que permitan entender el presente anómalo, tensionado y en conflicto. Evacuará para ello los demiurgos divinos, evitará así una teología de la historia, una historia con fin en la Ciudad de Dios. Luego el pasado perfecto habrá de incluir, y adecuar, el doble plano operatorio de una categoría como la Historia que incluye a los sujetos que ya no están y no pueden actuar en nuestro presente y a los sujetos del presente que como forenses habrán de construir lo que dada su trascendencia fue y continua como fenómeno corpóreos, no ya sólo como restos, a los que habrá que darle su significado. Sin fenómenos no hay Historia que elaborar, ni hay posibilidad de elaborar términos y organizar nexos coherentes. Así, no hay historia de los marcianos, simplemente porque no hay marcianos. O bien, vía ocultación administrativa, en el País Vasco no hay presencia romana, y no la hay porque no se quiere escavar y no se quiere escavar para organizar un estudio en equipo desde la instituciones académicas serio de los posibles yacimientos romanos que si están relatados en textos históricos por la simple razón de que echaría por tierra todo un discurso ficción dirigido a la tergiversación de un presente que necesita de mitos para ser eficaz. Mejor salvaguardar la pureza prístina y espiritual de un pueblo que pudo recibir el don de una lengua vernácula a través de Tubal, un pueblo elegido, un pueblo que desde algunas formaciones políticas actuales reivindican aún las leyes viejas. Y esto sí es una Historia del pasado dado que no necesita ser, existir, para activar un discurso persuasivo.
¿Qué papel puede jugar la Historia en nuestro presente?
Nos permitirá estar en el presente en marcha. Hemos de reconocer para ello la plataforma ideológica en la que estamos. La Historia así será polémica, dialéctica, servirá para forjar un juicio del entendimiento de alcance universal sobre el hombre entendido no como una totalidad atributiva y dirigido a un fin de dicha o apocalíptico, constitutivo o consuntivo (quizá el transhumanismo pergeñado desde las nuevas tecnologías, desde los cyborgs o la IA por ejemplo), sino en un sentido distributivo donde cada una de las partes, estados-nación, imperios, grupos de poder con intenciones y pensamientos (emic) globales y transnacionales (hablamos ahora en un contexto metapolítico), defensores del orden que preconizan y combativos contra cualquier síntoma de desorden de corte anárquico, intentan comprender, dominar, organizar al resto de la humanidad ofreciendo una idea de hombre propia frente a otras. Luego puede servir de crítica a la idea de hombre propuesta por Fukuyama, una idea de hombre instalada para su realización plena en una democracia parlamentaria, de mercado pletórico, turbocapitalista, de individuos libres en tanto que consumidores satisfechos y felices; un hombre libre en el ya fin de la historia y con ella de la Historia (su condición dialéctica es ineludible, el fin de la historia es también el fin de la rerum gestarum).
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