Paradigma y ciencia, verdad e ideología, en torno al clima
Fecha: 10 diciembre, 2019 por: dariomartinez
No tratamos del tiempo atmosférico. El conjunto de variables meteorológicas que podemos inventariar: temperatura, presión, viento, humedad, precipitaciones y nubosidad, fundamentalmente se circunscriben a un lugar determinado del globo y a un instante preciso. Los periodos objeto de estudio son muy cortos y pueden variar con rapidez, ser muy inestables. En cambio el clima hace referencia a un periodo de tiempo mucho mayor. Los resultados se entienden como tendencias, regularidades. Su alcance temporal admitido por convención es de 30 años. El cambio de clima se deberá contrastar con respeto a otros dos periodos analizados de alcance temporal equivalente, luego la confirmación científica deberá hacerse esperar 90 años desde el inicio del estudio en lo que se refiere al clima de una espacio como el de nuestro Planeta Tierra; por cierto entendido como una totalidad distributiva, más allá de sus diferencias climáticas obvias. No es improcedente el añadir que toda evidencia científica ha de ser contrastada, precisa, quirúrgica, coherente, potente, racional, construida en el laboratorio, teórica y experimental, no sólo capaz de explicar la imagen del mundo sino también de transformarlo; ha de ser un saber teórico, pero también ha de ser un saber hacer, de no ser técnico, o triturador de la realidad para someterla a la voluntad humana sería simplemente metafísica. No es una cuestión que haya de decidirse por consenso acreditado y avalado por la llamada comunidad científica. Es aquí donde nos vamos con quien acuñara un concepto de tanto éxito en la filosofía de la ciencia como el del paradigma: T. S. Kuhn.
En lo que concierne a nuestro tema. Kuhn destaca en la elaboración de la ciencia el trabajo diario de sus protagonistas. Cada uno de ellos parte de una preparación debidamente institucionalizada, comparte y sabe identificar los problemas que se han de resolver, los mecanismos teóricos y prácticos o métodos de resolución, los materiales de trabajo que pueden tener mayor o menor grado de contenido tecnológico, los mismos intereses ideológicos, las mismas credenciales de fe, los mismos criterios de gusto estético: sencillez, armonía, belleza, etc., de código deontológico, en definitiva comparte una visión del mundo que denomina paradigma. Cada paradigma es inconmensurable con respecto a otro, no hay puntos de encuentro capaces de permitir un mínimo acuerdo, son discursos a nivel científico paralelos en los que cada comunidad científica no es capaz de entenderse con otra comunidad rival.
En esta visión de la ciencia radical de Kuhn no hay posibilidad de cambio entendido como convencimiento con buenos argumentos, cada uno de los miembros que defiende su paradigma es impermeable al cambio, es imposible que sea convencido entre otras razones porque lo que preside la labor científica no es la razón sino la persuasión, los sentimientos, los gustos, las ideologías, en definitiva: lo irracional y personal. De este modo se hace hincapié en el no progreso del saber científico, no se sabe más y mejor sino que simplemente se sabe de otro modo, se explica la realidad de forma diferente. En este orden de cosas, sospechar de las artimañas políticas e ideológicas sobre el clima supone un rechazo visceral, la cancelación de cualquier debate, la contundente repulsa cargada de afiladas aristas amorales coma la negacionista (los que niegan el holocausto judío, la Shoá, niegan también el apocalipsis climático, son los mismos irresponsables, fascistas y racistas que nos tienen acostumbrados al desafío de todo argumento que proceda de la Historia o de las ciencias naturales. No olvidar que en su momento el aval del concepto de raza y con él de toda la doctrina darwinista social estaba en la ciencia biológica del momento, era su coartada perfecta).
Así las cosas, la trama sobre el clima se circunscribe a tres tesis perfectamente entrelazadas, cada una de las cuales se podría discutir, pero ese asunto no merece la pena, o se acepta todo o no se acepta nada, o eres ecologista en sus diferentes vertientes y en sus diferentes compromisos éticos y morales o eres un ignorante y un amoral, cuando no un inmoral. En primer lugar hay un calentamiento global de la Tierra, segundo, su causa son los gases de efecto invernadero, y tercero, y desde mi modesto punto de vista el más problemático al intervenir las voluntades de diferentes grupos humanos dialécticamente enfrentados, el de los gases de efecto invernadero que tienen como causa principal las emisiones de CO2 de origen antrópico. Como dichas voluntades están dirigidas por minorías políticas y empresariales, y a no ser que se detengan sus proyectos de interés, el fin del mundo es una cuestión de tiempo. El apocalipsis es un futuro posible, y de seguir así inevitable. Caldo de cultivo para filosofías milenaristas, buenos tiempos para el miedo, acicate perfecto para ser doblegado el más que abundante individuo flotante de hoy por un consumo desestresante, ideal también para una apatía generalizada, o para la esperanza de un nuevo mesías (¡una niña protestante que habla al sabio, que desde un gnosticismo inexpugnable es el azote de nuestro mundo desarrollado!). Quizá vayamos a una nueva Edad Media, pero ahora el desafío no será la voluntad de Dios, sino el entender y desactivar vía razón a quienes tienen el poder para doblegar ideológicamente al mundo occidental.
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