¿Por qué no el caló o romaní cooficial?

Fecha: 27 marzo, 2021 por: dariomartinez

De ellos la hemos tomada prestada. Una palabra coloquial y tan en uso como «jiñar». Dice nuestra constitución que la regla de las mayorías no ha de obviar el respeto a las minorías. Hoy en nuestro país muchas minorías se desenvuelven con soltura y legitimidad alrededor de sus lenguas vernáculas. Su fuerza está arraigada sobre tierra firme. El espacio de la lengua es el territorio que la parió. El hablar propio no es un mero flatus vocis sin consecuencias materiales y políticas. La lengua delimita fronteras físicas. Protegen lo interno y se diferencian a través del no entendimiento de lo externo, ajeno, y forastero. El camino posmoderno y neofeudal, que todo lo iguala en el límite interno del territorio, todo un proyecto con futuro más cierto

Nos decía Locke que la propiedad es de quien la cultiva, una forma indirecta para que podamos entender que los pueblos no sedentarios, de espaldas a la domesticación de la semilla o de los animales, no tienen patria, no conocen fronteras, su reino sí es de este mundo, y la naturaleza que los alberga será entendida como ser con voluntad, podríamos decir que espiritual, viva, que sirve para subsistir y mantener al grupo, pero que puede ser arbitrariamente imprevisible y mortal. Así se ama y se odia, da la vida y la quita. El nómada no tiene territorio, y no lo tiene porque no está delimitado por fronteras.  No posee una comunidad política asentada y que legalmente la haga suya con el derecho positivo en la mano. Tampoco pensemos, por deducción poco rigurosa, que un mundo así sería necesariamente más pacífico, armonioso y equilibrado. Las guerras, a modo de conflictos a muerte, se evidenciaban con habitualidad, incluso podían llegar a ser de extermino de unos pueblos con voluntad de dominio mayor sobre otros con menor realidad o poder.

Pues bien, el pueblo gitano por tradición, inercia que continua con relativa fuerza, es nómada, sus leyes son las del grupo, sus intereses los internos y particulares, homogéneos y convergentes. Por historia tienen su propia lengua minoritaria: el caló con sus variantes. No conoce fronteras, se habla y permita que se entiendan los gitanos de Francia, Portugal y España pero curiosamente su lengua no es protegida ni públicamente promocionada.

Recientemente una iniciativa en forma de proposición no de ley aprueba la promoción del asturiano y el aragonés como lenguas cooficiales del Estado español. Los puntos de encuentro y apoyo entre las diferentes formaciones que aprueban el texto de EH Bildu son de sobra conocidas: la defensa de las lenguas vernáculas y minoritarias. La diferencia suma, sí, pero entendiendo, cosa que involuntariamente se ignora (o no, quizá sea este un argumento emotivo y bienintencionado), que la suma es de una totalidad entendida distributivamente, es decir en la que el todo, la suma definitiva nada tiene que ver con la unidad de España como nación política, sino con la idea del fin de la misma, de su implosión democrática y autodeterminada, libre y supuestamente en apoyo de los más vulnerables. A favor aúna una corriente de opinión afín para la constitución de futuras republicas neofeudales independientes, obviamente más débiles en el seno de la biocenosis europea.

Como se puede comprobar aún estamos a la espera de que ese afán democrático y condescendiente con las lenguas minoritarios y ajenas a sus respectivos territorios se vuelque también con el caló; pero me temo que la asociación, lengua, cultura y territorio inventada por Fichte y asimilada por nuestros amigos secesionistas no esté en el ideario ideológico de los promotores de tan loables ideales. Dentro de los axiomas políticos que permitan deducir un futuro estado independiente de los partidos conservadores y nacionalistas actuales parece que no encaja la idiosincrasia de un pueblo como el gitano ninguneado hasta las entrañas por sus élites

No veo la posibilidad de que se les pueda «camelar» para que también piensen en ellos y de paso hacer de su lengua una lengua vehicular, nacional, que sea deber de todo funcionario del Estado su conocimiento y dominio para dar un mejor servicio a dichas minorías.

Estaré atento a sus programas políticos, igual en un futuro próximo dejen en ridículo mis argumentos.

La importancia de la tristeza

Fecha: 10 noviembre, 2020 por: dariomartinez

No cabe duda que es un buen momento para ver series, escuchar partidos, rescatar del olvido para poder visionar con calma alguna que otra película, más si uno no tiene hijos o hijas. No es mi caso. Selecciono. Acudo aquí y allá, es una especie de juego errático. Soy consciente de que en ocasiones si en el tiempo uno explora de forma superficial parece que domina en la elección el mero azar, no se vislumbra una lógica que permita dar sentido a lo elegido. Puede ser un síntoma de la nueva situación lejos aún de un regreso seguro a la nueva normalidad. La escaramuza del verano un hecho. Volver a repetir un nuevo confinamiento más o menos drástico una posibilidad.

Pues bien. Veo una serie, un documental en partes, hasta ocho: «El desafío: ETA». Protagonizado por quienes fueron muchos de sus más destacadas figuras por su capacidad de dominar y controlar voluntades ajenas, es decir por su potencial poder ya sea por la palabra y en forma de persuasión ya sea por las armas o las leyes.

Aquellos que operaban como sujetos de manera enconada, por un espacio que por un lado reivindicaban desde las instituciones y por otro desde el terrorismo, entendido este como ese ejercicio arbitrario capaz de someter al otro hasta hacer de él un colaborador silencioso que por pura cautela prefiere no hablar, no escuchar y permanecer ciego como espectro que vaga por un territorio bello, idílico, en el que tan sólo abundaba una atmósfera cargada de cenizas de odio; insisto, por ese territorio, ambos bandos, lucharon gobernados por las reglas de un juego perverso que solo daba como ganador a quien lograba sobrevivir. La coacción descargada en forma de violencia gratuita y terrorista obligaba a la autocensura; la lucha por la vida era una exigencia diaria al margen de las normas. No destacar, pasar desapercibido, ser uno más, un compromiso con la vida. En esa tristeza la libertad se ausentaba, uno no podía ser mejor, abrazar la alegría a no ser que se despojase de las vicisitudes y miserias de los demás. Ser egoísta casi era una virtud. Las sombras del ciprés eran alargadas, sí, pero sobre todo eran muchas.

Detrás de todo una ficción, un mito poderoso, oscuro, y perverso. «La patria de los vascos». No me lo invento, es obra de Sabino Arana Goiri. Su interés por la pureza racial, la exigencia de una ristra amplia de apellidos vascos, la no mezcla, el menosprecio explícito del maketo, del español que no quería saber batua, capaz de bailar agarrado en las fiestas, blasfemar, usar navaja, repudiar las leyes viejas, menospreciar o dejar de lado a Dios en asuntos sociales y políticos, que vivía de su labor industrial, sin apego al terruño; ese ser prejuzgado, depósito de un malestar envenenado, no acabó con el padre fundador del actual PNV, no. Tampoco caló su mensaje sólo en sus afines, en tierra firme de acólitos. Ni siquiera fue su mensaje por irracional fosilizado desde una filosofía capaz de triturarlo y convertirlo en una reliquia inútil. Todo lo contrario, se amplió, estímulo, propagó  y asumió por otros que en nombre de la patria vasca, de la nación vasca socialista e independiente, nos dicen (José Luis Elkoro entre otros) sin rubor que las manifestaciones espontáneas allá por el verano del 1997, tras el secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco Garrido se debieron (el quiebro interpretativo es sorprendente) a que brotaron en una localidad, Ermua, que con la llegada de la industria (en otras palabras: con el desarrollismo del franquismo) a su valle pasó de 700 habitantes a 15000 en 40 años y el resultado, y esto es de especial interés, es que se consolidó una sociedad heterogénea formada por «no vascos», es decir por ciudadanos inferiores que no querían amar lo puramente vasco. Escribía el Sr. Arana: «Muchos son los que se creen bizkainos (tampoco tenía gran aprecio por los territorios de Gipuzkoa, Nabarra o Alaba, no se vayan vds. a creer, su odio enfermizo tenía más amplitud en los años finales del siglo XX, curiosamente cuando España perdía lo que fueran sus últimos territorios de ultramar: Cuba y Filipinas). Mas para serlo les falta todo; y mucho, para ser hombres», luego el remedio interpretativo de uno de los miembros de la que fuera la ilegalizada HB coincide con el del ultraconservador Arana cuando nos daba como solución al problema vasco en tanto que integrado en España: «No se crea, sin embargo, que el remedio está hoy en empuñar el fusil contra el maketo. Nada de eso. El remedio está en desterrar de nuestra mente y nuestro pecho toda idea y todo afecto españolista». Claro que desde su óptica distorsionada los maketos no sólo eran los enemigos eran los moros del pueblo vasco.

Colofón. Parte de la izquierda actual, no lo logro entender, lo asume y lo reivindica como bueno, como valor práctico positivo por el que algunos creen que es justificado luchar y matar, tanto que al ser criticado su tufo racista de fondo se puede mostrar implacable. Con su rostro más amable, se puede arropar del tan socorrido relativismo cultural para intentar equiparar discursos, comprender al otro, empatizar con todo, y de paso comulgar con ruedas de molino. El mito se hace dogma. Del seminario a la calle. El nacionalismo hace realidad y sin milagros que el espíritu del pueblo se traslade del templo a lo mundano y a lo académico, y lo logra vía lengua como dimensión suprema y auténtica de la identidad cultural. La patria, la tierra en la que yacen para la eternidad los muertos, no merece la sepultura de quienes no son de ella. La impureza por inauténtica degrada. La lucha armada ya está justificada.

El terror se socializó y su mal de origen nada más y nada menos que una utopía hecha realidad como distopía. ¿Qué queda? Se dice: silencio y dolor. Se eleva a lo individual, se traslada a la esfera privada. Se ha de olvidar, lo que no quiere decir que no se haya de hacer Historia para ser enseñada (Herodoto).

En auxilio de la razón

Fecha: 30 julio, 2020 por: dariomartinez

De forma provisional el régimen de semilibertad de varios de los presos políticos catalanes condenados por sedición (más concretamente por intento de desintegración del pérfido Estado español) es cancelado. El efecto inmediato la vuelta a la cárcel. Obviamente el rechazo de sus principales afectados es palpable, público,  y notorio. No cabe duda que la estancia en un centro penitenciario es desagradable. Es triste porque limita al máximo la libertad de movimiento e impide que uno como persona se pueda enriquecer, es decir pueda potencialmente ser mejor y ampliar en función de su capacidad la libertad para hasta lo máximo de su ser en tanto que persona que vive con otras personas.

Sus argumentos de rechazo son múltiples. Básicamente giran en torno a lo que entienden como una actitud jurídica coactiva y amparada en la venganza. No son las leyes y la certeza a ellas asociadas las que sirven para revocar una decisión de excarcelación previa, son supuestos psicológicos, disfrazados de ley, los que dan con sus huesos un tiempo de permanencia más dilatado en la cárcel. La razón de estado es astuta y también despiadada. Ataca lo más sagrado, arremete contra la fe de quien obra en conciencia.  Esa fe inexpugnable, misteriosa, incognoscible, ajena a una realidad en forma de normas emanadas de una soberanía de todo el pueblo español; soberanía indivisible y que ha de entenderse como totalidad atributiva. De no ser así su fuerza o capacidad de obligar se diluirá en la charlatanería, y será incapaz de cambiar trayectorias de vida que resulten lesivas para el conjunto de la sociedad.

La vuelta a parcelas de poder político en régimen de feudalización no es progreso. Es una vuelta atrás peligrosa. Es el retorno a una libertad de conciencia, muy luterana ella, muy protestante, que justifica, con el rigor de la persuasión y la fuerza, el dominio de los más convencidos y que en un proceso de locura colectiva puede constituirse en mayoría. La vuelta al protagonismo de unos líderes iluminados y con el derecho autoadquirido para poder dirigir a los más, a las masas enfervorizadas y doblegadas al opio de una cultura (una vez secularizada la gracia divina) entendida como realidad absoluta. Idea con gran capacidad operativa y organizativa y habilitada para transformar lo que no es más que una utopía en consigna de acción política: «una nación (léase en el sentido étnico-cultural),  un Estado».

Se permuta la voluntad de Dios por la voluntad individual. La conciencia pura es infinita, no hay realidad, ni norma, ni Estado que la pueda doblegar. La conciencia articula a su modo lo realmente existente. No sólo es una mera premisa que permita intentar entender el presente en marcha, es el principio articulador mismo. Está por encima de cualquier ley positiva, es un nuevo Dios, es un nuevo mesías, su hacer se torna implacable, impecable, ajeno a la crítica. La fe agrupa como nunca. Se convierte en principio coordinador de lo irreal y posible. Su alimento una ideología fácil de digerir: la felicidad entendida como pueblo independiente.

La realidad mermada hasta la nada no importa. La fe es auténtica si brota libremente, espontáneamente, de la tierra que la cobija. La ficción en origen es esencial. La mentira se generaliza, se hace mayoritaria, todos se lo creen, todos tienen sus buenas dosis de fe, todos pueden salvarse. La realidad ha de someterse a su voluntad. Estamos a un paso del desastre. La posmodernidad triunfante convierte todo lo que toca en mero relato, la coartada perfecta para salvar la conciencia, la fe más íntima y preciada.

¡Qué panorama! Leía en estos días a Jesús García Maestro «Contra las musas de la ira. El materialismo filosófico como teoría de la literatura». Decía que Espinosa en la modernidad fue un lobo para Dios. Lo trituró con la razón, le dio un cuerpo en forma de naturaleza infinita, absoluta y no en acto, es decir irreal. Le robó su voluntad y lo despojó por irracional de deseo alguno. Lo vació. Cervantes hizo lo mismo con su literatura. Su Quijote era un Dios, tan divino como el hombre puede llegar a ser. Operó en la ficción hasta el límite, se le dio por loco, pero su razón subyacente sobrevivió y volvió a aflorar al final de la novela y de su paso a la muerte. Dos autores magistrales, defensores de la razón, lobos para Dios, combatientes con la armadura del saber de los fantasmas de lo superfluo, de lo mezquino, tramposo, e irracional, de la fe como motor y aval de todo tipo de hacer por muy soez y terrible que sea.

Ahora necesitamos un lobo para los nacionalismos de allende o de aquende que pretenden hacer implosionar por caducos y opresores a los estados-nación nacidos con la modernidad y cuyo «finis operantis» desde su génesis no era otro que: el interés común, una mejor redistribución de la riqueza, una sociedad política de ciudadanos comprometidos e iguales ante la ley para ser tratados en su diversidad conforme a las ideas de bien y justicia.

Hemos de escoger en la filosofía un sistema que muestre críticamente los límites de todo tipo de nacionalismo hasta desactivar su eficacia, consecuencias, posibilidades, ficciones, y engaños. Hemos de rescatar lo mejor de la filosofía, en un sentido académico e inmerso en el presente, para demoler esos monstruos de la imaginación  y de la fe que nos pueden con eficacia mortal debilitar y someter. La filosofía la tenemos, poseemos un buen saber de segundo grado a modo de «symploké» platónica que puede volver a la caverna y dar cuenta del peligro que nos acecha. Tenemos los textos, hay lectores, conocemos a muchos de los autores que con su obra logran que el materialismo filosófico continúe su curso argumentativo hacia la verdad demoliendo el error. Falta un número más potente de intérpretes, de transductores, que lo eleven al terreno de lo académico e institucionalicen su sistematicidad para así poder articular un discurso más ajustado a la razón.

Con el materialismo filosófico de Gustavo Bueno podemos ser y  estar más firmes. Sortear los envites de la vida estando con el que fue su buen hacer reflexivo. Sistemas filosóficos como el suyo no hay muchos y menos escritos en español.

Este ángel exterminador

Fecha: 3 julio, 2019 por: dariomartinez

Hemos de triturar los espectros

Un maestro del cine. Una película magistral. Su trama inolvidable. Un algo, un fenómeno inexplicable impedía que las buenas gentes de las élites sociales allí reunidas para cenar copiosa y animadamente pudieran salir. El hacinamiento, las penurias y un dilatado espacio de tiempo activaban el desencuentro. En la necesidad surge nuestra naturaleza animal, el sobrevivir escapa al bien y al mal. Sin reglas todo vale, fuera de la sociedad política, de la ciudad, el hombre es lobo para el hombre a no ser, y aquí no es el caso, que un cabecilla lidere a un grupo que se muestre servil por miedo a represalias, es la conocida forma de poder carismática.

Trazado el preámbulo, vayamos al asunto que nos preocupa. La nueva legislatura debería poder investir como presidente al Sr. Sánchez, candidato oficialmente propuesto por el Rey Felipe VI, pero el entendimiento no es posible. La pluralidad es en este caso es una rémora para el acuerdo. Las fricciones entre grupos son permanentes, las alianzas frágiles e insuficientes. La tónica general hace que el resultado no sea otro que la ingobernabilidad de España, no hay salida a esta situación. Pero ahora ese algo que blinda sin saber cómo la salida a los huéspedes de la película de Buñuel tiene rostro, no es un fenómeno cualquiera, es un espectro y se llama: nacionalismo. Es de naturaleza secesionista, fragmentario, necesita de una nación política canónica que ha de clonar para debilitarla, negarla y poder llegar a ser un Estado de cultura sustancializado, puro, único, diferente y por supuesto libre y democrático. Negar las actuales naciones políticas canónicas es una premisa indispensable para poner en marcha su estrategia política, que no es otra que la de ingresar como pueblo en Europa. Por tanto no hay gobierno de la nación porque en el fondo este emponzoñamiento soterrado impide cualquier proyecto común con garantías. Los diputados no pueden salir de este atolladero político porque no se entienden, un ángel exterminador lo impide. Casi parafraseando a Marx y a Engels: “un espectro se cierne sobre Europa, el espectro del nacionalismo”. Unos creerán que nos llevará a la paz, otros, más escépticos, entre los que me encuentro (tomo partido, no valen medias tintas), creerán que dicho espectro nos puede llevar a la barbarie.

Una aritmética ambigua

Fecha: por: dariomartinez

Una cuestión abierta

Con asiduidad tratamos temas relacionados con la política. Como ciudadanos mostramos nuestros intereses. Es ineludible la emergencia de posiciones ideológicas irreconciliables. En ocasiones se necesita un asidero al que acogerse para poder salir, sino airoso, si vivo del debate, hallar ese lugar común sirve para templar ánimos, puede fraguar consensos en forma de  tópicos ajenos a la duda y fuera ya de la discusión.

Parece aceptado y recurrido: “sumar siempre es positivo”. Un análisis fiel a una disciplina tan precisa, sencilla y antigua como la aritmética no ofrece dudas. La suma de cardinales, de partes, da una totalidad. Siendo sus partes positivas siempre dará como resultado una cifra mayor. El todo es mayor que las partes. Luego de este modo cualquier país será mejor, siendo una nación de naciones o un Estado plurinacional. Traslademos el ejemplo a la política española. El razonamiento habitual es el siguiente, nuestro país es diverso, está constituido por muy diferentes entidades culturales (cuando no nacionales en la onda de Fichte), preservar dicha riqueza cultural es una exigencia que no admite discusión, aquí el debate se cancela, es obligado participar de dicha reflexión y aceptarla. Se roza el dogma pero cuestionarlo te sumerge en una posición incómoda, que más allá de tus argumentos ya predispone, al que finge escucharte, a poder tildarte justificadamente de derechas, de facha o de cavernícola.

Podemos verlo como algo evidente claro y distinto,  es más, se entiende más allá de cualquier razonamiento, es intuitivamente cierto. La verdad de la aritmética se traslada a la verdad política y el resultado no puede ser otro que el mismo. Ahora bien, ¿qué es el todo que obtenemos como resultado? ¿España como entidad política? Por supuesto que no. El todo es una realidad entendida como la suma de partes materiales, como totalidades distributivas sustancializadas y asimétricamente vinculadas, que nada tienen que ver con España; se pueden en un futuro de libertad, democracia e independencia nacional y étnica entender, más o menos cohesionar, pero el todo será una suma de pueblos que culturalmente no constituyen parte de una entidad superior, global, entendida en un sentido atributivo que previamente las englobe.  Esta vez las partes no serán formales, no serán partes del todo, no será una relación del tipo género y especie. La suma de los diferentes naciones étnicas con estructuras de Estado ya clonadas lo que da como resultado es un todo que supone la desaparición de España por implosión como entidad política soberana y única. Luego la suma políticamente da como resultado la desintegración de la actual unidad en 17 realidades culturales diferentes, identitarias y puras, y es así porque se parte de un principio político que no es otro que España no existe, por tanto la suma es ajena a nada que tenga que ver con España como totalidad atributiva. Por cierto, en otros países, la suma sí enriquece a la entidad política que engloba sus partes entre otras razones porque no se cuestiona, y menos se niega. Así la diversidad cultural de totalidades nacionales entendidas atributivamente como Francia o Portugal sí las enriquecen, sí suman. La suma de entidades culturales entendidas distributivamente en el seno de un todo que es negado por opresor, caótico, antidemocrático, feudal, violador de los derechos humanos, etc., no suma, divide, sirva como ejemplo los relativamente recientes casos de la URSS o Yugoslavia. ¿Hacia dónde queremos ir? Depende de nosotros, como seres humanos que trascienden cualquier categoría política promoveremos la desaparición de cualquier entidad política y reivindicaremos la naturaleza cultural y esencial como comunidad global y de ciudadanos del mundo o de ninguna parte, o lucharemos por la materialización de una Europa de los pueblos en la que cada nación derivada de la fragmentación y debilitamiento de cada nación canónica se integre en una macroestructura política transnacional (a vueltas con el ideal hitleriano), en cambio como ciudadanos españoles intentaremos formar parte de un proyecto político que sea más potente, amplíe sus posibilidades y permita una mejor justicia social.

La totalidad sin parámetros políticos precisos no aclara, confunde y en la mentira es más fácil que dominen los afectos y las pasiones, haciendo que las posibilidades de ser mejores se debiliten.

El club de los pésimos poetas

Fecha: 6 mayo, 2019 por: dariomartinez

Resultado de imagen de imagen cerdo tuit de gispert
Sierva de sus pasiones

De algún modo me retrotrae al pasado. Una virtud del nacionalismo, inyectar tiempos pasados que fueron mejores como mecanismo articulador de sus políticas del presente de cara al futuro. En mi caso no es esa pasión ciega la que me atrapa, ¡por fortuna!

En una de las películas protagonizada por el actor ya fallecido Robin Williams, éste interpreta a un profesor de literatura, el Sr. Keating.  En un momento de especial emoción logra extraer lo mejor como poeta de uno de sus alumnos (Ethan Hawke), dicha virtud se halla oculta por la coraza de la angustia, su poder hace que su autoestima sea baja. El Sr. Keating quiere que la faceta poética del alumno sea expuesta, desvelada delante de sus compañeros de clase. Ejerce su autoridad como profesor haciendo crecer al alumno. Lo hace separándolo de los demás, lo abstrae, para ello le cierra los ojos y le suplica que se centre en sí mismo, que haga un ejercicio decidido de introspección y acuda a la raíz misma de su yo. La negativa inicialmente persiste, no es fácil de doblegar, el alumno no ha sido vencido para la causa de la recitación poética. Acude a una nueva artimaña, le sugiere una frase de inicio: “el tío Wolff…”, una escalera de acceso que una vez iniciada le sirva de inercia para poder alcanzar su mejor versión, vendría a ser una especia de fuerza catártica que le conduce a lo más puro, a lo más real, a lo más auténtico. ”De dientes sudorosos…” comienza el angustiado alumno, la sorpresa es generalizada, la de él, la del profesor, la de sus compañeros o público que asiste a lo mejor de un hacer poético desvelado como bello. La estética de raíz griega se materializa. El asombro es mayúsculo. Su yo se eleva y su autoestima al ganarse el reconocimiento de sus compañeros por méritos propios. Se gana un sitio de privilegio en el Club de los Poetas Muertos.

Pero a lo que vamos es a otro asunto. El tuit de la Sra. De Gispert. Es el mismo procedimiento que más arriba hemos descrito, si bien el resultado es otro. Girauta, Arrimadas, Maillo, Dolors Montserrat con sus críticas se amoldan a lo hecho en su aula por el Sr. Keating. La espolean con sus críticas y lo que finalmente extraen es su verdadero yo, está vez en las antípodas de la buena poesía, al menos en el sentido griego asociado a la belleza. Lo que aflora es un yo primitivo, simple, rancio, de escaso recorrido pero de contrastada eficacia para mantener sus privilegios y la de sus correligionarios. Asoma el insulto, la metáfora fácil e infantil del que vive pertrechado de odio, en ocasiones disimulado, en ocasiones explicito. Como resultado el asalto merecido por su compromiso con una parte de los catalanes a la Cruz de Sant Jordi.

Realmente esto parece el mundo al revés. Siempre creí que el reconocimiento público iba asociado a los méritos vinculados con el saber, el esfuerzo, la razón, el hacer que nos enriquezca como personas, que nos haga mejores. Pero veo que estoy en el error. Al menos puedo decir que sé reconocerlo.
https://mas.lne.es/cartasdeloslectores/carta/34341/club-pesimos-poetas.html

 

Y Rufián dijo

Fecha: 6 marzo, 2019 por: dariomartinez

Se presentó como testigo en el juicio sobre el proceso soberanista de Cataluña cuyos hechos transcurrieron en los meses de septiembre y octubre de 2017. Por una vez fue más protagonista por sus palabras que por sus bufonadas.

En un momento de su testimonio y para justificar su voluntaria renuncia a no responder a las preguntas de la acusación popular, en este caso como es ya por todos sabido ejercida por VOX, dice: “una vergüenza que VOX esté personado en el juicio por ser una formación de extrema derecha, xenófoba y racista”. Muy bien, muestra por de pronto su intolerancia, es decir es una formación política que ha de ser rechazada no sólo a nivel psicológico, lo que le habilitaría a no sentir la necesidad de guardar ante sus representantes unas mínimas formas de educación o cortesía, también a nivel racional y lógico, sus propuestas son ideológicamente inasumibles por su formación (ERC). El xenófobo, o más concretamente el racista, rechazando lo extraño lo infravalora y asume que en el caso de contactar con quien no es de aquí éste ha de ser asimilado en un proceso de aculturación que recuerda los periodos más activos y negros del colonialismo inglés, francés y holandés del siglo XIX, colonialismo ejecutado por imperios depredadores que en la mezcla veían deterioro de la raza. Los xenófobos y racistas para ejecutar su proyecto colonizador apostaban por una tolerancia del desprecio, práctica eficaz para condenar al que no era de los suyos a la miseria, y fórmula eficaz para asegurar sus privilegios de clase e incluso de civilización superior.

Pero lo curioso no es esto. Lo que hemos de destacar es que este ilustre diagnóstico del Sr. Rufián no se ha mantenido con un mínimo de firmeza política cuando el que explícitamente transmite un mensaje racista y nauseabundo es un señor que es de los suyos, de su etnia, de su grupo de seres superiores y clarividentes, cuando es en el fondo un camarada que lucha en la misma trinchera de odio y que no es otro que el Sr. Torra, a la postre el Presidente de todos los catalanes (en ejercicio de algunos, los verdaderamente enraizados). ¿Por qué no hace este mismo diagnóstico ideológico? Muy sencillo, porque el ninguneado, el odiado, es el ciudadano español, ciudadano bestial, con un bache en su ADN, y cuya cultura es fuente de merma identitaria, lo que presupone desde su prisma ideológico la existencia de facto de una nación política, eso sí aún sin Estado. Ya lo decía el Sr. Pujol, a la postre el ideólogo de lo que estamos viviendo hoy, para no caer en decadencia Cataluña, espiritual y culturalmente superior, debe asimilar a la masa inmigrada, decadente y anárquica; por cierto, andaluza y murciana en su mayoría.

Mientras tanto parte de las izquierdas cuyo origen no es otro que la lucha por un proyecto civilizador y universalizador contra el racismo y la esclavitud miran para otro lado o aplauden los desvaríos de algunos de estos dirigente

https://mas.lne.es/cartasdeloslectores/carta/33733/rufian-dijo.html

Viene de lejos

Fecha: 18 mayo, 2018 por: dariomartinez

En estos días se está materializando lo que se fue rumiando en diferentes despachos europeos ocupados por Puigdemont para que alguien de su entorno fuese investido presidente provisional de Cataluña. El elegido es el Sr. Quim Torra. Los medios de comunicación nos han mostrado en estos últimos días una selección de textos de calidad ínfima sobre lo que no sólo piensa el Sr. Torra sino sobre lo que es más íntimo, lo que es parte de su ser ideológicamente imperturbable, invariable, impermeable; ese ser es especialmente simple, es primitivo, no es otra cosa que un hediondo discurso apegado a la diferencia racial entre hombres, a una jerarquía natural, biológica, determinada, que muestra científicamente que unos grupos humanos son superiores a otros a nivel físico, intelectual, moral y cultural; un racismo que repudia el mestizaje por ser causa necesaria del deterioro de la ficticia pureza original; un racismo que se entiende como una evidencia científica inexpugnable, siendo muy socorrida la sangre, el ADN, el RH.  Recogen verdades del ámbito de lo estrictamente biológico y las trasladan al campo de lo político distorsionado la realidad, tergiversándola, doblegándola a sus propios intereses de casta, encarnándose ahora la verdad como metafísica, como mito, que directamente confunde y engaña.

Pues bien, dicha naturaleza superior sólo logra eclosionar en una tierra fértil, fuera de ahí las ramas del árbol se secan. La tierra hace al pueblo, la comunidad nacional, no política, hace al individuo, la etnia eleva al ser humano, más allá del estado, más allá de la política, más allá de las leyes. Es la razón de ser de todo verdadero ser humano, obviamente catalán, es lo que lo eleva sin necesidad de acudir a nada trascendental, es lo que gratuitamente justifica que no jure o prometa la Constitución.

Lo que aquí escribo se puede consultar en los textos de tantos ideólogos nacionalistas catalanes que ya desde el siglo XIX vienen moldeando a muchos otros Srs. Torra, viene de lejos. Luego no es casual este fenómeno racial como elemento homogeneizador del nacionalismo étnico, es causal, es la palpable concreción de una trayectoria cuyo hilo inexorablemente conduce al odio.

También el Sr. Pujol es responsable ideológico. Con él la denuncia fue dulcificada y su figura a nivel político español asumida. En este odio hasta hace poco disimulado estaba el padre del actual nacionalismo secesionista catalán al que nos hemos de enfrentar dialécticamente y legalmente, artífice al que no sólo se le toleró psicológicamente sino que también se le tuvo que tolerar lógicamente al renunciar a la petición de pruebas, a la denuncia masiva de sus prejuicios raciales y a la elaboración de buenos argumentos que triturasen sus propuestas.

Todos los catalanes merecen algo tan bello y tan difícil en política como vivir bien, siendo más libres para poder ser mejores en función de sus capacidades y habilidades, siendo iguales y mereciendo el respeto y la igualdad en el uso de la palabra para así poder construir una sociedad más justa y democrática.

Quim Torra: un presidente para la reflexión

Fecha: por: dariomartinez

Es muy sencillo, hagamos un ejercicio de intercambio de sustantivos. Acudamos a los fragmentos de bastante mal gusto y de sabiduría evaporada del Sr. Torra. Imagínense Vds. que donde dice españoles lo sustituyamos por catalanes, reducimos el espectro de población señalada, pero mantenemos intacta la tosquedad de su ignorancia de fondo. Imagínense ahora que tras lo publicado, este señor se presenta con dichas credenciales de desfachatez sin límites como candidato designado a dedo a la presidencia nada menos que de Cataluña. El recibimiento por de pronto sería otro, los calificativos hacia su persona supongo que para nada amistosos, su programa de gobierno para ser votado ni tan siquiera escuchado, su vilipendio público asegurado, y por supuesto, y quiero que quede claro, el voto buscado entre las filas de ERC y la CUP (en forma de abstención) negado de la forma más rotunda, el no sería atronador. Ahora bien, manteniendo el sustantivo inicial sus aliados de elección, por cierto, atiborradas de orgullo nacional étnico, afirman que el nuevo presidente provisional es progresista y de izquierdas.

No salgo de mi asombro. Ahora parte de la izquierda (me niego a creer que toda) obvia la razón, elude la igualdad entre los ciudadanos, se desentiende de quienes rechazan con buenos argumentos los privilegios infundados de clase, apuesta decididamente por un sectarismo en forma de prejuicios que atiende a lo negativo, no se percatan de lo positivo, distorsionan la realidad y se aúpan en la soberbia mal entendida del que cree que sin dudar ya lo sabe todo e incluso puede iluminadamente anticipar el futuro. ¡Qué pena! Marxismo rancio con pinceladas de romanticismo decimonónico, adornado con la representación de un pueblo que está por encima del bien y del mal, y no digamos de la ley.

Que la desafección generalizada no nos convierta en cómplices.

https://mas.lne.es/cartasdeloslectores/carta/30943/

¿Qué pasa con la violencia?

Fecha: 9 abril, 2018 por: dariomartinez

¿Qué pasa con la violencia?
7 de Abril del 2018 – Darío Martínez Rodríguez (Pola de Siero)

Los jueces alemanes lo tienen claro, la violencia del anterior presidente de Cataluña no logró doblegar al Estado, luego su acción no es condenable. Es una cuestión hermenéutica sobre qué entienden por violencia. Parece obvio que su interpretación oscila entre el ser o el no ser, no hay grados de violencia cuando el asunto del que se trata es el de un delito de rebelión o en el código penal alemán de alta traición. Es una cuestión de carácter ontológico, esencial. Desde sus presupuestos, sí podemos entender como un acto de rebelión el golpe de estado perpetrado el 23-F dado que 347 de los 350 diputados presentes en el Parlamento español se doblegaron ante las amenazas más que violentas e irracionales del teniente coronel Tejero. En el caso de que no hubiese sido así, es decir, que por ejemplo sólo tres se hubiesen doblegado, el acto de Tejero al no haber coaccionado a los representantes políticos del Estado hubiese podido ser considerado como no violento. Cuando menos resultaría una decisión curiosa, cuando no sorprendente, por estar, según creemos, en las antípodas de la razón, la cobardía pasaría a ser virtud y el compromiso político con España pasaría a ser inmoral.

El asunto se ha de centrar en la idea de violencia. Pero, ¿qué es? Rastreando en la tradición griega, hoy por cierto ninguneada, con el mismo Aristóteles, se puede decir que «hay violencia y coacción siempre que la causa que obliga a los seres a hacer lo que hacen es exterior a ellos; y no hay violencia desde el momento que la causa es interior y que está en los seres mismos que obran». ¿Esto significa que siempre ha de ser como democráticamente se cree irracional y condenable? Ni mucho menos, y esto contra los fundamentalistas democráticos, en muchas situaciones el ejercicio de una buena labor, de una labor justa, requiere por parte de quien ostenta la autoridad del ejercicio de la violencia con el fin de obligar al que voluntariamente no quiere a hacer aquello que le puede resultar más beneficioso, así al orientarlo hacia la virtud de la sabiduría (ahora nada menos que con Platón, ¡casi nada!, se entenderá como un acto que permite sacar al esclavo, al satisfecho y que no sabe, de la caverna); por ejemplo, el profesor en el aula ha de obligar al alumno, ha de ejercer su autoridad navegando entre el ordeno y mando y el mero consejo, siendo consciente de que el alumno hoy atesora en líneas generales una tendencia natural al reposo, al no hacer, a vivir conscientemente y plenamente satisfecho.

Volviendo al tema. Las acciones emprendidas por el anterior gobierno de Cataluña, ¿hicieron que se doblegara el Estado? Parece que no, sus capas conjuntiva, basal, y cortical permanecieron esencialmente inalteradas, con variaciones pero no de carácter irreversible. Los jueces alemanes están en lo cierto. Ahora bien, ¿lo que hicieron los ciudadanos catalanes en ese momento de tensión derivado del 1-O obedeció a una causa exterior a ellos o no? La respuesta está en cada uno de nosotros, somos tan soberanos como ellos en tanto que ciudadanos españoles para juzgarlo. Me pregunto, con dicha acción temeraria liderada por el Sr. Puigdemont, ¿mejoró la convivencia en Cataluña?, ¿mejoró su situación económica?, ¿disminuyó la tensión?, ¿introdujo, como haber propio de su acción política, un conjunto de soluciones parciales a los problemas de los catalanes que permitiese hablar con sentido de un mayor grado de estabilidad?, ¿hizo posible que se pudiese hablar de cualquier asunto y libremente en Cataluña?, ¿se garantizó la libre circulación por la comunidad autónoma de Cataluña de personas y mercancías? En definitiva, y ahora apuntando a los jueces alemanes: ¿lo que obligó a hacer lo que hicieron muchos ciudadanos en Cataluña y muchas empresas, sin llegar a doblegar al Estado, es voluntario u obedece a causas externas a ellos, es decir a coacciones ajenas a la ley? Cada lector es libre de responder y por supuesto juzgar.

Darío Martínez Rodríguez, profesor, Pola de Siero