UNA OPORTUNIDAD PARA LA ABSTENCIÓN

Fecha: 12 julio, 2023 por: dariomartinez

He de reconocerlo, no conseguí seguir en su totalidad el debate del lunes pasado retransmitido por dos de las cadenas nacionales de televisión. Llegué tarde y lo dejé pronto. Hablaron de educación unos dos minutos y con interrupciones, no dijeron nada. Vaguedades salpicadas de intenciones, sobre todo dirigidas a desacreditar al rival.

Una muestra más de lo que pasa hoy en política. No hay debate, ni combate de ideas dirigidas a la parresia o verdad, al interés común, al argumento mejor diseñado. Un erial en lo relativo a posibles puntos de encuentro. No comunican nada y menos aclaran nada. Confunden de modo intencionado. Se salvaguarda así la opinión de cada espectador, permanecen intactas sus ideas, aunque estas no sean otra cosa que malas ideas, mala filosofía, un mapa del mundo distorsionado, mal enfocado, ineficaz, diseñado como conglomerado de sentimientos accesibles y sin analizar de cada ciudadano. Lo particular se impone. Domina el desencuentro, la bronca, nos confirman en los titulares de los periódicos del día siguiente. Empate técnico. Ambos mal. Buen método para conservar la parcela de voto. Los hinchas no fallan. La fidelidad hasta el final.

¿Por qué sucede esto? ¿Qué lo hace tan frecuente? Sencillo. Sin conocimientos compartidos, falto de saberes universales y comunes que permitan fijar una plataforma inicial de entendimiento, un lugar común para plantear problemas, no se puede hablar. Hemos de tener en cuenta que las dudas surgen de tensiones reales, esto es: de las pruebas que han de poder ser solucionadas y superadas. Sólo cuando hay una base firme y entendida por todos sobre la que poder empezar a debatir se pueden intentar atajar los problemas. Luego manda la incomunicación porque los discursos se dirigen hacia horizontes paralelos. Dominio abrumador del desencuentro. Sin señales que orienten la trama y que aseguren mínimamente los contenidos capaces de ser útiles en la solución de los problemas de los gobernados, en este caso de todos los ciudadanos españoles.

La política es de lo posible, ha de ser dirigida por la sabiduría y la prudencia. Debe dar soluciones parciales a tensiones permanentes, esto ya lo dijimos en muchas ocasiones. La política es del estado, tiene fronteras, cuenta con sus ciudadanos, va dirigida a los gobernados, no a los ciudadanos del mundo. Pero si esto no está claro, si el fin no es la estabilidad del estado, el propósito de hacer una parcela política más duradera y fuerte frente a otras plataformas de poder, fijando alianzas o reconociendo las hostilidades y la enemistad de terceras potencias encaminadas a nuestra división y debilidad, con la consiguiente merma de libertad, entonces el hacer político se convierte en una farsa sofística. Desgraciadamente aquí estamos.

Por mi parte, poco que decir. Por incomparecencia de un proyecto político aglutinador y de espaldas a metafísicas ideológicas fundadas en chascarrillos identitarios, en fenómenos mundanos cotidianos y segregadores, de escaso recorrido universalizador, el día de la elección de nuestros representantes políticos nacionales será para mí otro día más de abstención.

 

 

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