En estos días se está materializando lo que se fue rumiando en diferentes despachos europeos ocupados por Puigdemont para que alguien de su entorno fuese investido presidente provisional de Cataluña. El elegido es el Sr. Quim Torra. Los medios de comunicación nos han mostrado en estos últimos días una selección de textos de calidad ínfima sobre lo que no sólo piensa el Sr. Torra sino sobre lo que es más íntimo, lo que es parte de su ser ideológicamente imperturbable, invariable, impermeable; ese ser es especialmente simple, es primitivo, no es otra cosa que un hediondo discurso apegado a la diferencia racial entre hombres, a una jerarquía natural, biológica, determinada, que muestra científicamente que unos grupos humanos son superiores a otros a nivel físico, intelectual, moral y cultural; un racismo que repudia el mestizaje por ser causa necesaria del deterioro de la ficticia pureza original; un racismo que se entiende como una evidencia científica inexpugnable, siendo muy socorrida la sangre, el ADN, el RH. Recogen verdades del ámbito de lo estrictamente biológico y las trasladan al campo de lo político distorsionado la realidad, tergiversándola, doblegándola a sus propios intereses de casta, encarnándose ahora la verdad como metafísica, como mito, que directamente confunde y engaña.
Pues bien, dicha naturaleza superior sólo logra eclosionar en una tierra fértil, fuera de ahí las ramas del árbol se secan. La tierra hace al pueblo, la comunidad nacional, no política, hace al individuo, la etnia eleva al ser humano, más allá del estado, más allá de la política, más allá de las leyes. Es la razón de ser de todo verdadero ser humano, obviamente catalán, es lo que lo eleva sin necesidad de acudir a nada trascendental, es lo que gratuitamente justifica que no jure o prometa la Constitución.
Lo que aquí escribo se puede consultar en los textos de tantos ideólogos nacionalistas catalanes que ya desde el siglo XIX vienen moldeando a muchos otros Srs. Torra, viene de lejos. Luego no es casual este fenómeno racial como elemento homogeneizador del nacionalismo étnico, es causal, es la palpable concreción de una trayectoria cuyo hilo inexorablemente conduce al odio.
También el Sr. Puyol es responsable ideológico. Con él la denuncia fue dulcificada y su figura a nivel político español asumida. En este odio hasta hace poco disimulado estaba el padre del actual nacionalismo secesionista catalán al que nos hemos de enfrentar dialécticamente y legalmente, artífice al que no sólo se le toleró psicológicamente sino que también se le tuvo que tolerar lógicamente al renunciar a la petición de pruebas, a la denuncia masiva de sus prejuicios raciales y a la elaboración de buenos argumentos que triturasen sus propuestas.
Todos los catalanes merecen algo tan bello y tan difícil en política como vivir bien, siendo más libres para poder ser mejores en función de sus capacidades y habilidades, siendo iguales y mereciendo el respeto y la igualdad en el uso de la palabra para así poder construir una sociedad más justa y democrática.